lunes, 31 de marzo de 2014

La fiesta de las letras



Con la presencia de una numerosa delegación de invitados de varios países hermanos, escritores venidos de diferentes rincones del mundo hispanohablante, se ha realizado en Lima, durante cuatro días intensos de debates y mesas redondas sobre diversos aspectos de la literatura y la creación literaria, la I Bienal de Novela Vargas Llosa, un evento cultural que inaugura en la capital peruana un encuentro de primer nivel que se repetirá cada dos años y que convertirá a la vieja ciudad de los reyes, como dijo muy bien Mario Vargas Llosa al inaugurar el certamen, en la capital de la literatura.
     Como me fue imposible asistir, por razones de horario y obligaciones laborales, a las interesantes mesas redondas en que los escritores conversaron sobre disímiles temas literarios, no podía faltar de ninguna manera al fin de fiesta que significó la clausura del encuentro, llevada a cabo el jueves por la noche en el moderno escenario del Gran Teatro Nacional y con la asistencia de casi todos los invitados y de un selecto público que vivió con mucho júbilo esa jornada postrera.
     Mi objetivo era ir a la caza del Nobel, con el objetivo premeditado de lograrle arrancar un autógrafo en el libro que cuidadosamente seleccioné para esa noche. Luego de una breve espera, la programación se inició cerca de las 8 de la noche con un panel integrado por Fernando Ampuero, que actuó de inmoderado moderador, Javier Cercas, Sergio Ramírez y Alonso Cueto. El diálogo giró en torno al tema de historia, literatura y política, cuestión ante la que los novelistas convocados relataron sus singulares experiencias creativas, teniendo en cuenta la realidad histórica como materia de la ficción novelesca, disertaciones que estuvieron matizadas de anécdotas humorísticas que hicieron las delicias del auditorio.
     Siguió un intermedio musical con la presentación de la reconocida intérprete criolla Cecilia Barraza, artista admirada por Felícito Yanaqué, el empresario transportista de la última novela publicada por Vargas Llosa. Nos obsequió tres magníficas piezas del repertorio criollo, creaciones de Alicia Maguiña, Chabuca Granda y Andrés Soto, versiones que me emocionaron casi hasta las lágrimas. Enseguida el elenco de danzas del Ballet Folclórico Nacional regaló a los asistentes, y especialmente al arequipeño universal, un carnaval arequipeño y un yaraví, para rematar con un enérgico huaylash.
     No podía faltar, oh maldición de estos tiempos, uno de estos jovenzuelos internautas, que tuvo la desdicha de sentarse a mi lado y encender la inmensa pantalla de uno de estos benditos aparatejos de la moderna tecnología virtual para repasar, mientras los novelistas conversaban en el panel, sus contactos de las redes sociales, ocupación que los lleva a convertirse muchas veces en verdaderos esclavos atrapados en la huachafa costumbre de conectarse hasta en los lugares más inverosímiles. Una señora de la misma fila tuvo que pedirle que apagara el juguetito de marras para que la jornada discurriera tranquila y en paz durante el resto de la noche.
     Al fin llegó el momento esperado por todos, el anuncio del ganador de esta I Bienal de Novela que lleva el nombre del novelista peruano y que pretende constituirse en la versión contemporánea del otrora famoso Premio Rómulo Gallegos, que justamente lo ganara Mario allá por 1967 con su novela La casa verde. Y bien, fueron llamados al escenario el presidente del jurado y el Premio Nobel, quien, para alargar el suspenso de la mención ganadora, agradeció a todos los que hicieron posible la realización del mismo y contó sabrosas anécdotas que encendieron de humor y risas la noche.
     Cuando José Manuel Blecua, Director de la Real Academia de la Lengua Española leyó el nombre de la obra ganadora, Prohibido entrar sin pantalones, en ese mismo instante emergió de entre el público el escritor español Juan Bonilla, su autor, quien se dirigió al estrado oficial para recibir los abrazos de felicitación y la escultura donada por Fernando de Szyszlo como deferencia simbólica del premio obtenido. Seguidamente, dirigió unas palabras de agradecimiento a los organizadores y al público asistente, declarándose orgulloso y honrado de recibir un galardón de esta naturaleza.
     Era el final de una fiesta de las letras que por cuatro días llenó de fervor literario a una ciudad más bien sumida en la modorra cultural. Y era el momento preciso para cumplir mi cometido: acercarme a la figura central de la noche y obtener algún presente que luego guardara con celosa pasión. Como no era posible aproximarse a la parte principal del escenario donde se hallaba el escritor con su séquito, la alternativa fue salir al hall principal para aguardar su salida.
     Un nutrido público ya llenaba de algarabía el hall principal, público que alternaba con los escritores participantes de la Bienal y otros que igualmente sentían que eran partícipes por derecho propio, mientras un grupo de mozos se movilizaba por las instalaciones ofreciendo champaña y bocaditos, que luego se trocaron en piscos sauer y más champaña y más bocaditos. El primero al que abordé fue a Javier Cercas, el autor de El soldado de Salamina, con quien intercambié algunas palabras, departí gratos momentos de entusiasmo y a quien felicité por su obra. Accedió a tomarse una instantánea conmigo, al tiempo que Sebastián, mi hijo de 15 años, desplegaba su convenida tarea de fotógrafo. 
     Terminaba de saludar a Javier cuando al dar la vuelta me enfrento cara a cara con Rosa Montero, a quien le susurro el nombre de una de sus más recientes novelas, ella repite el señuelo y entablamos un ligero diálogo que se selló con otro recuerdo para la posteridad; diviso a algunos metros a Jeremías Gamboa y a Mariana de Althaus, a quienes doy la mano y pido, uno después de otro, retratarse conmigo para la memoria gráfica. Mario conversaba a unos centímetros en un círculo cerrado, al que accedí vulnerando todos los controles y situándome frente al admirado escritor al que inmediatamente estreché las manos farfullando un lacónico cumplido, poniendo en sus manos simultáneamente un ejemplar de su novela Lituma en los Andes, donde estampó su firma autógrafa que yo atesoraré como el más grande recuerdo de mi encuentro con él.
     El resto fue un deambular entre gente conocida del ambiente literario: Abelardo Sánchez León, Guillermo Niño de Guzmán, Alfredo Barnechea, Fernando Ampuero y otros que departían con los últimos sobrevivientes del fin de fiesta. Eran cerca de las 11 de la noche y, cumplido con creces mi propósito, tomé del brazo a Sebastián para dirigirnos a casa a saborear todos los excepcionales instantes vividos esa mágica noche sacada de las mil y una que nos depara siempre el arte y la vida.

Lima, 30 de marzo de 2014.

Conciertos



Existen diversas maneras de vivir la experiencia estética, ese goce sensorial y espiritual que nos despierta el contacto con el arte, con las obras que han creado para nuestro deleite privilegiados talentos y maravillosos seres a quienes llamamos con el genérico nombre de artistas. Una de esas vías, para el caso preciso de la música, es sin lugar a dudas el encuentro vivo, personal y directo, con los cantantes, instrumentistas e intérpretes, que reviven cada vez la magia indescriptible de su arte en un escenario, provistos solamente de sus voces e instrumentos que ellos dominan como nadie.
     A lo largo de mis casi cinco décadas de vida he asistido, siempre emocionado y con gran expectación, a numerosos conciertos de los géneros más diversos, donde sin duda han prevalecido los que son de mi íntima preferencia: la música clásica, el jazz y el folclor latinoamericano. Es en este último género el que mi perseverancia ha sido más tenaz, habiendo presenciado los conciertos de los grupos y solistas más emblemáticos de la música de nuestros pueblos, especialmente de aquellos que se han dedicado a difundir los sones y los ritmos más tradicionales de la patria grande.
     Es así que puedo enumerar de memoria a los grupos que han pasado por los escenarios de mi corazón y de mi memoria en un arco de aproximadamente 30 años de incurable melomanía: Los Kjarkas, Savia Andina, Proyección, Inti Illimani, Illapu, Tupay; y entre los solistas: Raúl García Zárate, Manuelcha Prado, Manuel Silva “Pichincucha”, Soledad, Josefina Ñahuis, Sylvia Falcón, entre los más significativos.
     Pero había un grupo al que curiosamente no había visto en todos estos años, al que he esperado pacientemente hasta que se presente la ocasión propicia y acudir enseguida presuroso a esa cita especial: Amaru, cuyo concierto del pasado jueves 20 de marzo en la Derrama Magisterial de Lima ha sido el perfecto colofón de una larga búsqueda de expresiones auténticas y de gran calidad en el espectro riquísimo de la música latinoamericana.
     Han sido varios los días en que he esperado con resignada paciencia y contenida emoción el encuentro con estos músicos fantásticos, a quienes conozco desde hace más de veinte años a través de sus diversas producciones, ya sean casetes o discos compactos, y a quienes he seguido en otros formatos que la tecnología actual me ha facilitado; mas restaba la experiencia cumbre, esa vivencia única e irrepetible de participar en una presentación en vivo de sus canciones y melodías, una jornada memorable que he vivido con la intensidad y la pasión que sólo nos puede prodigar el arte genuino.
     Un conjunto de virtuosos en sus respectivos instrumentos y voces, interpretando para el selecto público que aprecia su performance, la variopinta gama de ritmos latinoamericanos, especialmente altiplánicos, donde se lucen en todo su esplendor y belleza las cuecas y los taquiraris, los chuntunquis y las sayas, las morenadas y los huayños, los pasillos y las tonadas; una conjunción de géneros bellísimos que hicieron esa noche el encanto de quienes tuvimos el privilegio y la buena estrella de estar presentes para cantar y bailar las piezas más conocidas de esta afiatada agrupación que está a punto de cumplir sus cuatro décadas difundiendo lo mejor de la música del folclor latinoamericano.
     Mientras miles de personas, entre jóvenes y no tan jóvenes, se agolpaban al concierto de una banda norteamericana de metal, en un escenario sin duda mucho más grande, yo asistía con mi mujer y mi hijo a otro evento, mucho más minoritario, pero cuya calidad, estoy seguro, superaba con creces al del otro espectáculo que, por muy mayoritario y mediático que parezca, está hecho más para el consumo fácil del mercado de la música y al servicio de un instinto comercial del arte. Los gustos son diferentes, de eso no cabe duda, pero en el balance de las apuestas estéticas, hay valores que definitivamente pesan más que otros y que son los que a la postre determinan la consagración para la posteridad de un arte que no se somete a los dictados de la masa ni del éxito, sino que transita austeramente por los desconocidos caminos de la autenticidad artística.

Lima, 28 de marzo de 2014.

sábado, 22 de marzo de 2014

De la revuelta de Kiev a la crisis de Crimea



Los sucesos de Ucrania son seguidos por el mundo entero en un estado de tensión extrema, pues podría estarse jugando el destino de la paz y el del género humano en esa región álgida del planeta. El ajedrez de la política internacional despliega sus movimientos más peligrosos en la histórica península, que es actualmente escenario de la confrontación de fuerzas entre las potencias de Occidente y el heredero político de quien fuera la otra superpotencia hasta el final de la Guerra Fría.
     Los acontecimientos se iniciaron a principios del año pasado, cuando la capital ucraniana fue el terreno candente de las manifestaciones más exaltadas de ciudadanos que exigían la salida del poder de Víktor Yanukóvich, el ex presidente prorruso que intempestivamente dio un giro de ciento ochenta grados a la política exterior de incorporación a la Unión Europea que había iniciado su gobierno. Presionado sin duda por Vladimir Putin, el inefable presidente ruso, la Rada estatal canceló el proyecto respectivo que apuntaba en esa dirección, desatando las masivas protestas en las calles de Kiev, que han cobrado aproximadamente más de cien muertes.
     La importancia geopolítica de Ucrania es de primera magnitud para Moscú, así como lo es desde el punto de vista económico y estratégico también para Occidente, pues no debemos olvidar que por el territorio ucranio cruzan tres de los más importantes gaseoductos que abastecen de gas ruso a los países europeos, especialmente Alemania, pivote del crecimiento industrial y del desarrollo económico en medio de una crisis que se arrastra desde hace más de un lustro.
     Sabido es igualmente el significado histórico y simbólico que encarna Ucrania para Rusia, pues no sólo estuvieron unidos durante los años que estuvo en vigencia la Unión Soviética, sino que al ser el Rus de Kiev la primera comunidad política moderna del mundo eslavo, posee un valor especial para los rusos, al constituirse en algo así como la cuna de la rusidad. Y desde los tiempos de los Zares, y luego desde la revolución bolchevique, el país ha sido clave para el despegue y el desarrollo ruso tanto en el terreno estrictamente económico y político, como en el militar. Para nadie es un secreto que el puerto de Sebastopol, precisamente en la península de Crimea, es la sede de la poderosa flota naval rusa en el Mar Negro.
     Un dato a tenerse en cuenta es también la cesión de Crimea a Ucrania que realizó Jruschev en 1954, sin la consulta respectiva a la población y en un acto que tal vez nadie avizoraba lo que habría de acarrear en el futuro. Un acto de la más inocente liberalidad es la fuente de un entredicho que hoy tiene en vilo al mundo.
     Las revueltas de la plaza del Maidán, en Kiev, exigiendo el ingreso de Ucrania en el conglomerado europeo, fue indudablemente un desafío mayor para el Kremlin, que jamás permitiría perder la influencia que tiene en Ucrania, dejando escaparla a los brazos de la UE. Largos meses duró el forcejeo entre el régimen de Yanukóvich y las fuerzas de oposición, hasta que el pasado febrero llegaron a un acuerdo para adelantar su salida del poder a través de nuevas elecciones, pero un día después de esto, en un golpe de dados insólito, la Rada destituía al presidente y elegía un gobierno transitorio hasta la celebración de una consulta popular en un plazo más breve. Esto fue interpretado como un auténtico golpe de estado por las autoridades rusas.
     El presidente derrocado quiso huir a Rusia, fue detenido en la frontera e impedido de salir del país, mientras tanto los sectores que asumían la conducción del gobierno decretaban la liberación de Yulia Timochenko, ex Primera Ministra encarcelada por el régimen defenestrado, acusada de actos de corrupción. Así estaban las cosas, cuando el gobierno ruso ha decidido intervenir en Crimea, aduciendo razones de seguridad, enviando importantes contingentes a la península con el fin, según reza la declaración oficial, de proteger a la población rusa que vive en la región, y que constituye más del cincuenta por ciento del total, compartiendo el territorio con un 25% de ucranianos y un 12% de tártaros.  
     Ya hubo en el pasado, exactamente a mediados del siglo XIX, una guerra que tuvo como escenario la península del Mar Negro que ahora es materia de controversia. En esa ocasión Inglaterra y Francia se enfrentaron a las tropas del Zar, derrotándolas en sendas batallas debido a su evidente superioridad numérica y bélica. Esto quiere decir que la región siempre ha sido una zona decisiva en esa parte de Europa, situación que la ha llevado a estar en permanente foco del interés estratégico de los países más poderosos de la tierra.
     Finalmente, y como colofón de la intervención rusa en Crimea, se planteó la posibilidad de realizar un referéndum, donde los crimeos decidirían si seguir perteneciendo a Ucrania o pasar a formar parte de la Federación Rusa, lo cual consolidaría el poder y la injerencia que posee Vladimir Putin en una zona altamente sensible del globo. Esta decisión fue respondida por los Estados Unidos y la Unión Europea con el argumento de que se trataría de un acto ilegal, ilegítimo y contrario al derecho internacional, que ellos desconocerían el resultado que fuera, pues todo apunta además a un triunfo apabullante de la opción por la incorporación de Crimea a Rusia. Las amenazas de las sanciones económicas ya han empezado a rondar las decisiones occidentales, a lo que Rusia ha contestado que en todo caso los daños serían mutuos, al saberse poseedor de un arma contundente: el gas que suministra a varias naciones europeas.
     Y bien, la consulta -contra las declaraciones y los pedidos de los principales gobiernos de Occidente, especialmente el de los Estados Unidos, situación que inclusive ha llevado a una cita cumbre en Londres entre el Secretario de Estado John Kerry y el ministro de exteriores ruso Seguéi Lavrov, terminada en el fracaso-, se ha llevado a cabo este último domingo, con los resultados más o menos previsibles, donde un contundente 95% de la población ha votado por la anexión a la Federación Rusa, hecho que va a desencadenar otra ola de crisis en esta región del mundo donde las potencias disponen sus piezas como en un laberíntico ajedrez en el que ponen en juego sus intereses y sus más caras ambiciones. El mundo respira alerta ante lo que se avecina en los próximos tiempos.

Lima, 17 de marzo de 2014.  

miércoles, 5 de marzo de 2014

Paco entre dos aguas



     Jugaba al fútbol con su hijo menor en las playas de Cancún, cuando el rayo premonitorio de las parcas lo sorprendió con un dolor en el pecho, que en cuestión de minutos ha precipitado la partida de quien fue, y seguirá siendo por muchísimo tiempo, uno de los más conspicuos exponentes de la guitarra flamenca, ese género característico de la península ibérica que adquirió resonancias universales gracias al arte inigualable y al talento sin par de Francisco Sánchez Gómez, más conocido simplemente como Paco de Lucía.
     Desde muy pequeño dio a conocer sus dotes excepcionales para la ejecución de este instrumento musical, comenzando sus primeros tanteos de la mano de su padre, para luego emanciparse y adquirir vuelo propio alternando con los más altos representantes de la guitarra y del flamenco. Su contacto musical con Montoya y Sabicas, dos maestros del género que conoció en su juventud, le abrieron las puertas para el propio despliegue de su arte hasta niveles inconmensurables.
     La magia indescifrable de su ejecución hacía caer a cualquiera en estado de trance, empezando por él mismo, que al sólo conjuro de las cuerdas y el pulso del maestro recorriéndolas, avivaba las llamas de una comunión mística con aquellas regiones misteriosas del ser de donde brotan todos los conceptos y sensaciones que transmiten belleza, placidez y elevación espiritual.
     Para espanto y escándalo de los puristas, Paco de Lucía se atrevió a hacer lo que hacen todos los grandes transgresores del arte universal: crecer creando; adoptando y adaptando ritmos propios y extraños, en una fusión cósmica de sonidos y sentires para darle otra dimensión a eso que llamamos música, que, como todo lo que está vivo, tiende a expandirse y a desarrollarse cuando entran en contacto dos o más expresiones distintas y distantes, géneros en feliz comunión debido al acierto y la gracia de un tocado por los dioses. Cuando Paco experimenta con el jazz y la bossa nova, potencia a niveles nunca vistos y oídos el flamenco de sus ancestros.
     Lo mismo sucede cuando incursiona, aunque brevemente, en la música clásica, al interpretar las melodías de Manuel de Falla y de Joaquín Rodrigo, especialmente ese Concierto de Aranjuez magistral que Paco ejecuta con una maestría y un virtuosismo insuperables. A pesar de no saber leer música, o precisamente por ello, comunica a la pieza una espontaneidad y un aire de improvisación que sin embargo todos sabemos proviene de su prodigiosa memoria y de su genio sin igual.
     Su insaciable curiosidad artística lo hizo explorar otros géneros, ritmos y sonidos, trabándose en verdaderos duelos musicales con otros monstruos de la guitarra, como el inglés John McLaughlin o el norteamericano Al Di Meola, desafíos que el virtuoso gaditano arrostraba con el temperamento y la convicción de quien asume que su destreza y dominio del instrumento es tal que ya no puede temerle a medirse de igual a igual aun con los más grandes.
     Personalmente me encanta la producción Paco doble, que grabara con otro maestro de la guitarra como es Paco Peña, interpretando hermosísimas versiones de lo más destacado del cancionero latinoamericano, como “Pájaro chogüí”, un ritmo del Paraguay; “Guadalajara” de México; “A media luz”, un tango argentino, y tantas más de nuestro continente que, en el toque singular de este par de polendas, alcanza cotas inauditas de belleza y virtuosismo.
     Con la desaparición de Paco de Lucía, exponente emblemático del tocaor, así como sucediera hace unos años con Enrique Morente, la versión equiparable del cantaor, el mundo pierde una figura señera de la música universal, la guitarra a uno de sus más connotados duendes y Algeciras a su hijo predilecto. Músicos de la talla de Paco de Lucía sólo aparecen sobre la faz de la tierra cada cien o doscientos años, es por ello un privilegio para nosotros haberlo tenido los años que transitó por este mundo regalándonos con lo mejor de su arte, mas su obra quedará inmarcesible para el disfrute perpetuo de quienes quieran obsequiarse con el maravilloso legado del hijo de Luzía la portuguesa.
     No debemos olvidar, por último, la deferencia de Paco de Lucía para con el cajón peruano, instrumento que incorporó a su interpretación de la música flamenca, por ser el sonido preciso que estaba necesitando para completar la performance en la que él ya era un aventajado. Ahora el espíritu juguetón y grácil del guitarrista se desliza entre las dos aguas que imaginó en un momento de sublime inspiración: las aguas de esta vida que Paco vivió de la manera más intensa, y las de la muerte en las que también vivirá, pues merced al soberbio embrujo de su guitarra ya ha conquistado de pleno derecho la gloria de la inmortalidad.

Lima, 2 de marzo de 2014.