La cacería aparatosa y descomunal, en el poblado de Abbottabad, del líder de Al Qaeda por parte de un comando de élite de la Armada estadounidense, ha producido una serie de reacciones en el mundo entero, desde aquellas que en Occidente celebraron el hecho como una estricta acción de justicia -por lo de las Torres Gemelas-, hasta aquellas que en el mundo islámico se han levantado para amenazar con represalias por lo que consideran llanamente un crimen.
Lo que primero ha llamado la atención de los analistas y del público en general han sido las versiones contradictorias que ha emitido tanto la Casa Blanca como el Pentágono sobre los detalles de la operación, afirmando una cosa en un primer comunicado, y luego desdiciéndose y afirmando lo contrario en declaraciones posteriores. Si primero decían que Osama Bin Laden, al momento de su captura, poseía un arma y esa fue la razón por la que fue ultimado, después se han corregido reconociendo que el líder rebelde iba desarmado. Simultáneamente, se ha tratado de presentar una imagen caricaturesca y absolutamente desfavorable del personaje, cuando se ha dicho que habría utilizado a su propia mujer como escudo ante la incursión armada de estos campeones de la paz y los derechos humanos que, en son de justicieros, venían a tan lejanas e inhóspitas tierras sólo para cumplir con un designio sagrado.
Otro detalle interesante de la actuación ha sido la preparación de la misma, mantenida en secreto al más alto nivel y sin la participación ni de la policía ni del ejército paquistaní, un país formalmente aliado de los Estados Unidos en el Lejano Oriente en su cruzada contra lo que ellos llaman, de forma altisonante, el terrorismo internacional. Es decir, que el gobierno de Zardari, así como sus eficientísimos servicios de inteligencia, desconocían lo que cocinaba el gobierno norteamericano a sus espaldas. Ello quizá se deba a las crecientes suspicacias que experimenta la administración del presidente Obama ante la actuación del gobierno de Islamabad, pues para muchos funcionarios y personajes ligados a la Casa Blanca, es evidente la complicidad del mismo con los grupos alzados en armas.
Resulta igualmente curioso, desde una perspectiva histórica y hasta psicoanalítica, que la acción de los comandos haya sido bautizada como Operación Gerónimo, en alusión al nombre de uno de los últimos líderes indígenas que resistió en el Lejano Oeste la invasión y posterior consolidación de la presencia blanca en territorios que secularmente pertenecieron a una multitud de tribus y etnias aborígenes que poblaban lo que hoy es el territorio del país más poderoso del orbe. El escurridizo Gerónimo, efectivamente, fue un constante dolor de cabeza para los colonos yanquis que aspiraban al dominio total de unas tierras que no eran suyas.
Se sabe que Osama Bin Laden vivía a escasos metros de la principal escuela del ejército del país, a menos de cien kilómetros de la capital, y que su fortín era un complejo habitacional que estaba premunido de un sofisticado sistema de seguridad, aunque no contara con los servicios de telefonía y de internet. Hacían como cinco años que vivía en ese refugio, luego de que fugara de las montañas de Tora Bora y se convirtiera en un trashumante fugitivo por las hostiles fronteras de Afganistán y Pakistán, convirtiéndose así en el ermitaño de Waziristán, una leyenda que fue alimentada por su ubicuidad y por sus increíbles dotes de sobrevivencia.
Se equivocan y pecan de inocentes quienes creen, desde las altas esferas del poder en el gobierno de Washington, que la muerte del número uno de la organización terrorista más temible del planeta, va a significar que éste sea más seguro. Al revés; lo que va a propiciar esta ejecución del millonario saudí, es el revitalecimiento de la yihad en el mundo islámico, despertando con más ardor que nunca la rabia y la sed de venganza de los miles de muyahidines que, esparcidos en numerosos países árabes, van a tratar de aplacar su cólera atacando objetivos directamente relacionados con Estados Unidos y sus aliados.
Otro aspecto que resulta cuestionable desde el punto de vista del derecho internacional, es la forma cómo ha actuado el gobierno estadounidense, violando de manera flagrante el territorio de Pakistán, aún cuando se tratara de capturar al terrorista más sanguinario del mundo. ¿Cómo es posible que la nación que se considera la abanderada de la democracia y la civilización, pueda haber actuado con métodos que ella misma reprueba, en teoría? Al terror no se le combate con el terror, sino con las armas de la ley y del derecho, con la noción clara de lo que diferencia a la civilización de la barbarie. Expertos y juristas consultados al respecto consideran lo ocurrido como un acto de ejecución extrajudicial, pues lo correcto hubiese sido capturar a Bin Laden y someterlo a la justicia, tal como se hizo por ejemplo con Sadam Hussein y con Slobodan Milosevic, dos bestias negras para el mundo civilizado. Bestias negras que, paradójicamente, recibieron el apoyo, en algún momento, de los mismos que ahora los anatematizan, por lo menos en el caso del ex presidente iraquí y del asesinado cabecilla de Al Qaeda.
Por lo pronto ya el movimiento talibán ha iniciado las represalias en Pakistán, donde luchadores suicidas han hecho estallar artefactos explosivos en lugares neurálgicos de las fuerzas armadas paquistaníes. Las naciones de Occidente han tomado todas las precauciones ante eventuales respuestas por la muerte del máximo líder del terror mundial.
Es cuestionable desde todo punto de vista el proceder de la gran superpotencia para tratar de protegerse de aquello mismo que ellos sembraron, y sobre todo por comportarse al mismo nivel de lo que con tanto recelo recusan y condenan. Tal pareciera que los halcones que otrora campearon por los pasillos del Pentágono todavía dirigieran la política exterior y de defensa del país de las barras y las estrellas.
Lima, 14 de mayo de 2011.
Primero que nada, un saludo profesor Walter! Me ha gustado su blog, es realmente muy interesante.
ResponderEliminarSegundo, tiene razón al criticar la operación estadounidense, que, en realidad, no mejorará nada, más bien, solo empeorará la situación.
Me parece curioso que se haga tanto escándalo por esta muerte, en especial sabiendo que Bin Laden ni siquiera podía dirigir la organización terrorista Al Qaeda al no tener servicios de telefonía ni de internet.
Es también curioso que se hable del efecto psicológico que pueda tener esta muerte sobre los terroristas, puesto que, en lugar de desanimarlos, solo los vuelve sedientos de venganza y más violentos.
Un saludo, profesor, y ya nos veremos el lunes en clase.