viernes, 21 de septiembre de 2012

La muerte en Bengasi


     Coincidiendo con el aniversario número 11 de los atentados a las Torres Gemelas, un hecho luctuoso ha empañado los procesos de renovación que viven los países árabes, enlutando de paso a la diplomacia mundial: el alevoso asesinato de Christopher Stevens,  embajador estadounidense en Libia, junto a otros tres miembros del servicio de la embajada, a manos de una turba enfurecida y salvaje de fanáticos en la sede del consulado de ese país en Bengasi.
     El hecho que ha disparado la reacción desaforada de las masas extremistas ha sido la difusión de lo que al parecer se trata de un tráiler de una película sobre el máximo profeta del islam: Mahoma. Se trata de Inocencia de los musulmanes o Guerrero del desierto, un bodrio cinematográfico propalado por el sitio de internet llamado You Tube, atribuido a un tal Sam Bacile, nombre falso de Nakoula Basseley Nakoula, donde se denigra de forma grotesca y chabacana a la figura central del credo musulmán.
      Fueron doce horas de terror, entre las 7 de la noche del martes 11, y las 7 de mañana del día siguiente, tiempo en que han sucedido los acontecimientos del asalto e incendio de la legación norteamericana, circunstancias en la que han perdido la vida el embajador y tres empleados más, cuando un grupo armado de integristas islámicos ha atacado violentamente la residencia consular, en una acción aparentemente bien planificada.
     Otra sería la historia si la Flota de Seguridad Antiterrorista (FAST), un comando de marines encargado de proteger las sedes diplomáticas de los EE.UU. en el mundo entero, que se encontraba en ese momento en Rota (Cádiz), su base regular de guardia, hubiese actuado oportunamente ante algún indicio de lo que se veía venir.
     La ola de protestas, consecuencia de la ira musulmana, se ha dejado sentir desde Egipto hasta Indonesia, pasando por Sudán, Yemen y Túnez, donde también los locales de las embajadas norteamericanas han sido atacados por muchedumbres indignadas ante lo que consideran una ofensa sacrílega a sus creencias. Que Mahoma sea presentado en el vídeo de marras como mujeriego, homosexual, violador y traficante de esclavos, ha constituido sin duda un insulto mayúsculo a su religión para estos exaltados manifestantes.
     La reacción del gobierno estadounidense ha sido de condena, tanto a los homicidas disturbios de Libia que han terminado con la muerte de su embajador, como al malhadado filme que ha desatado esta respuesta desproporcionada. Situación que ha servido, a su vez, para que el candidato republicano Mitt Romney trate de aprovechar la coyuntura haciendo declaraciones totalmente carentes de sentido. Se inscribe más bien en la línea de la estrafalaria postura del patético pastor Terry Jones, quien hace unos meses estuvo a punto de mandar a la hoguera numerosos ejemplares del Corán.
     A su vez los grupos fundamentalistas islámicos como Al Qaeda y Hezbolá, han tomado como baza el malhadado filme, para llamar a una verdadera cruzada contra las representaciones diplomáticas de Estados Unidos en el Oriente Medio. Esto ha creado una inútil situación de controversia internacional entre Washington y el mundo árabe, en vísperas de celebrarse en el país más poderoso del planeta unas elecciones políticas que se presentan como las más reñidas de los últimos tiempos.
     Estos sucesos no hacen sino confirmar lo sensibles que pueden ser los sentimientos religiosos ante los embates de la intolerancia y la descalificación, sobretodo si quien las asume se sitúa en posiciones extremas en la militancia de su fe. Es lo que se ha visto en el caso presente, pues no otra sería la respuesta si los seguidores de otras creencias se expresaran en términos similares a quien simboliza los valores y principios de la ética cristiana en Occidente. El fanatismo y la ortodoxia conducen siempre a callejones sin salida, son manifestaciones de la cerrazón y abdicaciones del juicio.
     Una reciente publicación francesa pretende echar más leña al fuego, presentando en su carátula una imagen de dos figuras del islamismo con el titular de “Intocables”. Si bien la libertad de expresión franquea la difusión libre de todo tipo de ideas, mensajes e ilustraciones, no podía ser más inoportuna la aparición de esta revista en momentos en que la comunidad islámica está herida en su honor y viene respondiendo de modo violento en diversos lugares del Medio Oriente ante las representaciones occidentales.
     La muerte del diplomático debería servir para una reflexión profunda sobre el sentido de la convivencia civilizada entre las diferentes culturas y religiones del planeta, pues nada aviva más el resentimiento y el espíritu de venganza que mostrarse irreverente y ofensivo con las figuras e íconos emblemáticos del otro, por más que no compartamos sus creencias o que nos parezcan absurdas. Respetar y considerar el punto de vista y la creencia del otro es un signo de civilización y cultura, que en todo momento debe estar presente en cada ciudadano si queremos construir un mundo armónico y democrático.

Lima, 21 de septiembre de 2012.

No hay comentarios:

Publicar un comentario