Un hombre es asesinado en las calles
desiertas de un barrio popular, en razón de que todos se encuentran en sus
casas, expectantes, por los incidentes de un partido de fútbol, el que
protagonizan las selecciones del Perú y de Escocia en el Mundial de Argentina
78. Así se inicia La pena máxima
(Alfaguara, 2014), la reciente novela del joven escritor peruano Santiago
Roncagliolo. Es el comienzo de una historia de crímenes y persecuciones en
medio de una época signada por la presencia de regímenes dictatoriales en casi
todos los países de América del Sur.
Bajo los oprobiosos años de la segunda
mitad de la década del 70, discurre este thriller cuyo protagonista es Félix
Chacaltana Saldívar, asistente de archivo del Poder Judicial, quien ya había
aparecido en una obra anterior del autor. La víctima de ese primer ajuste de
cuentas resulta ser Joaquín Calvo, un joven profesor universitario relacionado
con estudiantes miembros de una organización radical, el Partido de Izquierda
Revolucionaria, y amigo cercano del empleado judicial.
La novela está articulada en siete
capítulos, cada uno bajo el rótulo de los encuentros futbolísticos que la
selección peruana tuvo en aquella justa mundialista, excepto el último, que
corresponde a la final que fue disputada entre las selecciones de Argentina y
Holanda. Mientras el pueblo vive inmerso en la participación de su equipo de
fútbol en la máxima competencia mundial de ese deporte, una serie de hechos
oscuros y siniestros van ocurriendo en la ciudad.
Joaquín Calvo era en verdad un doble
agente, que trabajaba tanto para los servicios de inteligencia del gobierno
como para la organización revolucionaria, situación que Félix Chacaltana
descubre decepcionado casi al final de la historia. Los encargos que cumplía Joaquín
en la Argentina, a donde era enviado para realizar misiones escabrosas e
ilegales, precipitaron su muerte violenta, mientras los jugadores peruanos
vencían por 3 goles a 1 a sus similares de Escocia, en el primer partido que
nuestra selección jugó en dicho Mundial.
Félix conoce a Susana Aranda, la mujer con
la que estaba involucrado Joaquín, y que resulta ser la esposa de nada menos
que el Almirante Carmona, el oficial de Marina que había reclutado a aquél para
las misiones mencionadas y que a su vez lo hace llamar para conocer los
detalles de su trabajo en relación con las actividades de los integrantes de la
organización de izquierda. En paralelo, sostiene su relación con Cecilia, una
joven trabajadora de la sección anuncios del diario El Comercio.
Con una madre dominante, un padre muerto y
una novia anodina, Chacaltana vive los intensos días de un momento histórico y dramático
para nuestros países, cuando las acciones perpetradas bajo las directivas del
Plan Cóndor, una operación urdida por los gobiernos militares de la región con
el fin de acabar con los grupos de izquierda, estaban en su momento más álgido,
con detenciones de ciudadanos de otros países para entregárselos a sus respectivos
gobiernos, y desapariciones de muchos opositores en cada uno de los países
comprendidos en el operativo criminal.
Uno de los instantes más intensos de la
novela es cuando Chacaltana recorre las instalaciones de la Escuela de Mecánica
de la Armada, la tenebrosa ESMA, uno de los centros de detención y tortura del
régimen militar argentino, mientras en todos los televisores se transmite el
partido de fútbol entre los seleccionados de Argentina y Perú, y en medio de
todo se escucha algún alarido que brota de los sótanos de ese infernal
edificio, símbolo de todo el horror que vivió ese país en los aciagos días del
gobierno genocida de Jorge Rafael Videla y sus compinches.
Félix descubre la existencia de Gonzalo
Calvo, el padre de Joaquín, pieza clave que lo llevará a desentrañar toda la
trama de ejecuciones de que está plagada la ficción, pues sería él precisamente
quien estaba detrás de los sangrientos sucesos, obedeciendo a razones
personales que el asistente de archivo irá conociendo gradualmente, entre
estupefacto y desilusionado. Algún sentimiento filial había albergado hacia don
Gonzalo, quien también visitaba a la madre de Félix, despertando en ella algún
interés, luego de mucho tiempo de viudez.
La truculenta muerte de Susana Aranda y el
fin expeditivo de Carmona, cierran el círculo de crímenes que envuelve la
historia, como una suerte de colofón trágico que expresa en toda su dimensión
los entretelones de temor y muerte que fueron el pan cotidiano de muchísima
gente, cuando quienes ocupan el poder lo hacen con fines protervos y mezquinos,
ajenos del todo a los principios y los valores de una sociedad decente y
civilizada.
La prosa ágil y amena de Santiago
Roncagliolo logra que en ningún momento decaiga el interés del lector. La
novela posee todos los elementos esenciales del relato policial, género en el
que incursiona el escritor con buenos augurios, entregándonos una historia
intensa contada en un estilo limpio y de esmerada calidad.
Lima, 29 de junio de 2014.
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