Una de las novelas más memorables de la
literatura inglesa, se la debemos a la destreza narrativa de Jane Austen
(1775-1817), una escritora que llevó una existencia en apariencia bastante
apacible, pero que en Orgullo y prejuicio
nos presenta las vicisitudes de una prototípica familia pequeñoburguesa del sur
de Inglaterra de fines del siglo XVIII, haciendo gala de una gran penetración
psicológica para trazar los caracteres de los personajes y describir las
situaciones en que se ven envueltos, en medio de los enredos amorosos de las
hijas que ya han alcanzado la edad en que los padres, antaño, solían
destinarlas al matrimonio.
El señor y la señora Bennet constituyen un
sólido matrimonio de veintitrés años, cuyas
cinco hijas en orden cronológico son: Jane, Elisabeth, Mary, Kitty y
Lydia; todas ellas muy distintas entre sí, oscilando entre la sensatez y
parquedad de la mayor, Jane, y la frivolidad y desaprensión de Lydia, la menor.
Elisabeth destaca por lo juiciosa y rebelde, con una mirada muy crítica de su
entorno e indómita ante los fáciles halagos masculinos. Tal vez sea uno de los
personajes más interesantes de la historia, pues es en torno a ella donde se
desarrollan los principales acontecimientos.
La trama empieza a correr cuando un joven
procedente del norte del país, soltero y poseedor de una fortuna de cuatro o
cinco mil libras al año, alquila la hacienda de Netherfield Park, lugar muy
cerca de Longbourn, donde viven los Bennet. Al enterarse de la noticia, la
madre, deseosa ya de casar a sus hijas, exige al marido que vaya a presentarse
donde el nuevo vecino, el señor Charles Bingley, con el fin de empezar a tejer
ya la maraña que debe terminar en el compromiso de alguna de sus herederas.
Días después de su llegada tiene lugar en
Meryton el primer baile al que concurren las dos hermanas mayores, ocasión en
la que Jane recibe muchas atenciones del señor Bingley, así como de las
hermanas de este que acuden a la fiesta en compañía del esposo de la mayor y de
Darcy, un caballero simpático y distinguido, pero que deja la impresión de ser
orgulloso y petulante. Elisabeth observa con gran perspicacia la sutil escena
de la representación que los jóvenes ofrecen durante la fiesta.
Los vaivenes sentimentales de las hijas
mayores de los Bennet ocupan los primeros capítulos, con las esperanzas
fallidas de Jane de consolidar su unión con el señor Bingley a causa de ciertas
intrigas y maniobras de las hermanas, y el rechazo de Elisabeth a las pretensiones
matrimoniales de su primo William Collins, quien visita Longbourn con el único
propósito de obtener su mano. Ante este primer fracaso y sin pérdida de tiempo,
Collins traslada su oferta a Charlotte Lucas, la amiga más cercana de Lizzy,
quien acepta sin pensarlo demasiado y se realiza la boda.
Este retrato veraz y realista de una clase
social, la burguesía rural y sus diversos estratos –los potentados como Bingley
o Collins, y los que aguardan un golpe de suerte para escalar socialmente como
los Bennet, esperanzados en que las uniones conyugales de sus descendientes los
ayuden a conservar sus pequeños privilegios–, constituye uno de los cuadros más
logrados de la novela, llevándonos a ser testigos de unas formas y costumbres
que el tiempo ha sepultado en el desván de las curiosidades de la historia.
La evolución de un personaje como Elisabeth
Bennet, cuya versátil psicología la convierte en una privilegiada observadora
de esa pequeña comedia humana provinciana, la coloca en situaciones de verse en
la necesidad de ir variando sus apreciaciones y puntos de vista de las personas
que frecuentan su entorno. Es el caso de Darcy, el amigo cercano de Bingley,
quien la primera vez que lo conoce le parece orgulloso y despreciable, entre
otras razones porque lo cree culpable de la separación de su hermana y este
último. Por ese motivo, la vez en que Darcy le declara su amor y le ofrece
matrimonio, ella lo rechaza sin más.
Entre tanto, Elisabeth conoce a Wickman, de
quien se ilusiona en un primer momento, para terminar decepcionándose al
conocer la verdadera historia entre él y el señor Darcy, que reaparece en su
vida en ocasión de un viaje de vacaciones que realiza con sus tíos. Un
verdadero quiebre en la historia es, por eso mismo, la fuga de Lydia, su
hermana menor, con Wickman, causa de angustia y preocupación para la familia,
especialmente para la nerviosa e hipocondríaca señora Bennet. Después de quince
días de mantener en la zozobra a sus familiares, que van en su búsqueda de
manera infructuosa, es su tío y el señor Darcy quienes interceden para lograr
un acuerdo de boda, la que finalmente se lleva a cabo. Luego de visitar a sus
familiares en Longbourn, Lydia y Wickman parten rumbo al norte donde está el
regimiento al que éste debe incorporarse.
Mientras tanto, se produce la vuelta del señor
Bingley a Netherfield y enseguida su visita a los Bennet. Después de algunos
días de tensa espera para la madre, finalmente se comprometen Bingley y Jane.
Se sucede luego el pasaje más memorable del relato, por su carácter rebelde y
contestatario, protagonizado por Elisabeth. La insolente y antipática lady
Catherine de Bourgh, tía de Darcy, llega a casa de los Bennet para hablar con
nuestra heroína, para prevenirla contra sus planes de casarse con su sobrino. Lizzy,
con gran aplomo y valentía le responde con precisos argumentos y contundentes y
justas palabras. La dama se retira encolerizada y totalmente decepcionada.
A pesar de esta escena desagradable para
Elisabeth, que sin embargo trata de disimular ante su familia, a los pocos días
vería confirmada sus esperanzas cuando Darcy visita Longbourn y formaliza su
compromiso con ella, lo cual ocasiona el desborde emotivo de su madre,
diluyendo sus reticencias iniciales y sus comentarios negativos hacia el pretendiente
de su hija. El padre también da su aprobación luego de un íntimo diálogo con ambos
jóvenes por separado.
El destino más acariciado para una mujer en
aquella época era sin duda un buen matrimonio, afán en que se prodigaba toda la
familia, pues constituía el secreto de un porvenir seguro y sin sobresaltos
para todos. El tiempo, que muda las costumbres y los ritos, nos ha dejado esa curiosidad
de una época relativamente reciente, trayéndonos nuevos aires y nuevas formas
de vivir ese eterno universal de las relaciones entre los sexos, sus propósitos
y sus variantes, su problemática y su drama.
Lima,
29 de agosto de 2019.
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