Son muchos los sucesos que han remecido el panorama político mundial en las últimas semanas para que podamos tenderles una atenta mirada con el fin de comprender la cada vez más caótica y enrevesada marcha de este planeta:
LIBIA. El fin de la larga lucha de los rebeldes en contra de la dictadura del expresidente Muamar Khadafi se ha saldado de una manera brutal. Luego de una intensa búsqueda que ha durado varias semanas, ha sido hallado el coronel en su ciudad natal, Sirte, adonde han llegado los opositores para acabar con la vida de quien los gobernara por más de cuarenta años. Pero lo han hecho empleando los métodos que tanto recusaban y de los que abominaban en el régimen caído: la violencia más cruda y ruda en plena calle, donde un Khadafi derrotado e indefenso fue sometido a la vindicta pública, al escarnecimiento de la venganza y el odio irracionales. No contentos con haberlo capturado, para someterlo -como se debía- a un juicio civilizado que estableciera sus culpas y crímenes desde el poder, lo han arrastrado por esas calles, vejándolo inútilmente sólo para la saciedad demencial de una horda descontrolada de individuos que no creo que representen a las figuras que asumirán el gobierno de Trípoli. Las Naciones Unidas ya han pedido una investigación al respecto, pues de lo que se trata es de establecer la naturaleza de ese crimen, que a todas luces revela su triste condición de una ejecución extrajudicial. El Consejo Nacional de Transición (CNT), que ahora dará paso a las nuevas autoridades del país, debería asumir como una de sus tareas primeras, la de esclarecer este hecho que ha echado sombras a la nueva era que se inicia en Libia. Una era que no debería servir para que nuevamente los grandes intereses mundiales se enquisten tras bambalinas para medrar con la ingente riqueza de esa región del Medio Oriente.
ARGENTINA. El triunfo categórico de Cristina Fernández de Kirchner, con más del cincuenta por ciento de los votos -y con una distancia de más de 35 puntos con respecto a su más cercano contendor-, en las elecciones del pasado domingo 20 de octubre en la nación platense, le ha dado un rotundo mentís a los pájaros de mal agüero del neoliberalismo ramplón, que cada vez que puede anuncia el final apocalíptico de todo país que se aparta de las sacrosantas recetas que nacen de las cocinas malolientes del capitalismo decrépito. Con un crecimiento promedio anual del 9%, muy próxima a las de las economías más vigorosas del Asia, especialmente de China, el régimen iniciado por el difunto Néstor Kirchner, y continuado después por el de su esposa, la actual presidenta, ha demostrado que no existe incompatibilidad alguna entre el crecimiento económico y una política de fuerte contenido social, que tiene en la llamada inclusión y la preocupación principal por los más pobres a sus pilares más importantes. De otro modo no se puede explicar la aplastante mayoría de votos que le han dado a Cristina Fernández la oportunidad de afianzar dichas políticas en los próximos cuatro años.
EE.UU. La ola de indignación universal ha llegado hasta los propios muros del centro neurálgico del poder económico mundial: Wall Street, ese templo fenicio de las finanzas internacionales, ese cuartel privilegiado donde los poderosos del dinero hacen y deshacen el mundo a su antojo. Pues la conciencia de la crisis también ha tocado sus puertas, gracias a la sangre joven y vehemente de una masa de hombres y mujeres que han marchado por las calles de Nueva York, han bloqueado el puente de Manhattan y han elevado sus gritos de protesta e ira frente a los eternos culpables de todas las tragedias habidas y por haber. El movimiento que se inició en una plaza de Madrid se ha replicado en cientos de ciudades de decenas de países a lo largo y ancho del orbe, culminando simbólicamente en el corazón mismo de ese viejo sistema que se cae a pedazos, de ese orden mundial que ya no ordena nada, de esa bolsa de los valores más sucios y mezquinos de los tiempos presentes.
Otros temas acuciantes de la política internacional se quedan en el tintero para la próxima semana, como el caso de la convulsa Siria; la tragedia griega que tiene en vilo a Europa y el quemante entredicho entre el empecinamiento de Israel y el fundamentalismo amenazante de Irán.
Lima, 5 de noviembre de 2011.
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