La desaparición física de uno de los
músicos más emblemáticos del siglo XX deja huérfana de sonidos a una selecta
muchedumbre de seguidores de este auténtico gurú del arte contemporáneo. Nacido
en la ciudad sagrada de Benarés, allá por el año de 1920, su vida recorrió de
manera fecunda y brillante el siglo XX, dejando a su paso una estela
maravillosa de melodías y composiciones que constituyen sin duda lo mejor de su
legado.
A la increíble edad de 92 años ha dejado
este mundo en San Diego (California), donde vivía con su esposa y su hija. Ravi
Shankar, el genial ejecutante del sitar, el venerado maestro de tantísimos
músicos de Occidente que tuvieron el privilegio -como el beatle George
Harrison- de compartir a su lado fantásticos momentos de aprendizaje y deleite
musical, se ha ido para quedar encantado en la memoria agradecida de todos
quienes apreciamos y valoramos su enorme talento artístico.
Hace algunos años, en mi época de búsqueda
espiritual más intensa, explorando los saberes y sabidurías antiquísimas de la
humanidad, me fue dado conocer, de la mano del gran poeta mexicano Octavio Paz,
todo el estupendo bagaje cultural de la India, una de las civilizaciones más
portentosas de la historia, poseedora de una riqueza inagotable en todos los
órdenes del saber y del sentir humanos.
Fue así que, a la par que me era revelado
el misterio del profundo misticismo hindú, su milenaria literatura, su sistema
de castas, sus dioses y hombres representativos, tuve ocasión de escuchar el
nombre de este músico singular. Una viva curiosidad me llevó a apreciar sus
creaciones más importantes, degustando sus impresionantes interpretaciones de
ese instrumento único y mágico: el sitar, objeto que él convertía en un
precioso vehículo para transportarnos a experiencias de la más elevada
espiritualidad.
Compartió escenarios y grabaciones con lo
más graneado del arte occidental: el insólito violinista Yehudi Menuhin; el
insuperable flautista Jean Pierre Rampal; el minimalista estadounidense Philip
Glass y el inigualable saxofonista John Coltrane, fueron algunos de los músicos
de este lado del mundo que gozaron de la excelsa compañía de Ravi Shankar en
magníficos conciertos, presentaciones y discos que son una auténtica joya.
Difusor mundial del raga, una intraducible forma de componer de la India, que en
sánscrito quiere decir color, modo, estado de ánimo, y que musicalmente puede
entenderse como una escala de sonidos, donde, al igual que el jazz, la
improvisación juega un primerísimo papel, Ravi Shankar es el mejor
representante de la música clásica indostaní.
Padre de dos bellas y talentosísimas
artistas de la música actual, la cantante norteamericana de soul y jazz Norah
Jones, y la joven y virtuosa sitarista Anoushka Shankar, el legendario creador
indio se sitúa entre los más grandes músicos de nuestra época.
Cuando ejecuta el sitar, arranca de sus
cuerdas unos sonidos plagados de un hondo misticismo oriental, haciendo evocar
en el oyente visiones exóticas de esa vasta cultura, brotando de cada arpegio y
pulseo una gama de imágenes extraordinarias que solazan los recodos más hondos
de la sensibilidad y del espíritu en general.
La presencia de Ravi Shankar será
imperecedera en el panorama de la historia de la música, pues su espléndido
legado quedará como una inagotable fuente de vivencias estéticas, cuya cercanía
podrá hacernos vivir instantes insuperables de plenitud y regocijo. Su figura y
su obra ya pertenecen al cielo eterno del arte mundial.
Lima, 15 de diciembre
de 2012.
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