En el 65 aniversario de la fecha en que se
acordara la creación del Estado de Israel por las Naciones Unidas, la Asamblea
General de ese organismo internacional ha votado una decisión histórica: el
reconocimiento de Palestina como Estado observador no miembro, por una
aplastante mayoría de 138 votos a favor, 9 en contra y 41 abstenciones.
Es un paso importante más que da el
gobierno de la Autoridad Palestina en pos de su reconocimiento como miembro de
pleno derecho en el máximo foro internacional. La decisión, sin embargo, posee
también aristas que eventualmente podrían significar el entorpecimiento del
proceso, pues para nadie es un secreto que existen poderosos intereses de por
medio, respaldados por los Estados Unidos, el valedor principal que tiene el
gobierno de Israel en el mundo.
En medio de una agresión más hacia la
Franja de Gaza, perpetrada por el gobierno de Benjamín Netanyahu, se produce
este triunfo parcial de la causa de un pueblo que sufre las embestidas de su
vecino ante la mirada atónita e impávida de la comunidad internacional.
Mientras más de un centenar de vidas eran cegadas por la incursión armada del
ejército judío, en el estrecho territorio que ya padece el cerco inicuo que le
fue impuesto en el 2008, la propuesta de Mahmoud Abbas recibía un espaldarazo
internacional en el seno de la instancia suprema de la ONU.
Los sectores más ortodoxos del gobierno de
Tel Aviv han reaccionado de manera desproporcionada a este revés de su
diplomacia, amenazando con derribar inclusive al gobierno de Mahmoud Abbas si
este acude a la Corte Penal Internacional (CPI) para denunciar los crímenes
cometidos por el estado judío. Esto es como si un ladrón nos amenazara si lo
denunciamos a la policía, pues no debe olvidarse la ocupación ilegal que ha
cometido el estado hebreo en los territorios palestinos, concretamente las
construcciones de los colonos en la región de Cisjordania, así como en la zona
este de la ciudad de Jerusalén.
Israel no ha reconocido, al igual que su
socio mayor, la jurisdicción de la CPI. ¿Cómo puede hacerlo, pues, un gobierno
criminal y genocida como el del actual Primer Ministro, un gobierno que cree
tener patente de corso para actuar impunemente en el Medio Oriente?
¿Puede aceptar el mundo civilizado que un
gobierno como el de Netanyahu amenace con derrocar al gobierno de la Autoridad
Palestina y no mueva ni una pestaña? ¿No pueden actuar la ONU, la UE o los
EE.UU. para detener tanto descaro, insolencia e impunidad? No quieren hacer
nada, la verdad. Tal vez creen que los horrores sufridos por el pueblo judío
durante el Holocausto, los inmuniza contra todo reproche o sanción que pudiera
merecer algún despropósito suyo, razón por la que el gobierno de turno, en
manos ahora de los halcones del Likud, se pueden zurrar tan abiertamente en el
derecho internacional.
La respuesta inmediata de Israel a la
histórica votación en Nueva York ha sido la acelerada construcción de colonias
judías en Cisjordania y de asentamientos en Jerusalén oriental, estrategia que
sigue sistemáticamente con el deliberado propósito de hacer mucho más compleja
la solución a la partición acordada hace más de seis décadas y pendiente de
concretarse en el terreno de los hechos.
Todos quienes han apoyado al pueblo palestino
en su justa causa, son conscientes de que la única salida a este impase secular
radica en el establecimiento de un Estado palestino con las fronteras que
poseía en 1967, antes de la violenta guerra de rapiña del estado hebreo. Es lo
que avalan España y Francia en Europa, muchos países latinoamericanos -incluido
el Perú-, otros tantos de Asia y África. Quizá no debe sorprender el voto en
contra de Panamá, un gobierno afecto a los intereses de Washington; apena lo de
Colombia y su abstencionismo; pero entusiasma que México haya dado su respaldo
a pesar de no haber reconocido todavía al gobierno de Ramallah.
Lima, 3 de
diciembre de 2012.
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