Me
ha causado cierta sorpresa, un asombro lleno de gracia e ironía, el encontrarme
en la página central de un diario limeño, con dos columnas diametralmente
opuestas; curiosamente ubicadas a izquierda y derecha, como revelando a través
del símbolo las posturas ideológicas de sus respectivos autores; que condensan,
a mi parecer, las posiciones más definidas del periodismo de opinión actual.
Sus puntos de vista, sus miradas de las
cosas y del mundo, sus perspectivas políticas no pueden ser más antagónicos,
como si el escenario de la hoja de periódico se convirtiera, cotidianamente, en
un campo de batalla donde se libraran los combates más férreos de la prensa de
nuestros días. Ante cualquier acontecimiento o suceso analizado, si el primero
dice a, el segundo dice b; si uno piensa así, el otro piensa asá. Es extraño,
pero conviven respetuosamente en un mismo medio, que los alberga armónicamente.
Demás está decir que la paradoja puede
erigirse en una prueba irrefutable de las maravillas que puede obrar la
libertad de expresión en una sociedad civilizada, de los altos grados de
tolerancia y espíritu de apertura que pueden regir los destinos de la prensa en
un país democrático. Mas también revela los bruscos niveles de encarnizamiento
con que pueden debatirse los temas que más interesan a una ciudadanía ávida de
información y análisis de la noticia.
Guillermo Giacosa es un cazurro periodista
argentino afincado en nuestro país desde hace más de tres décadas, que ha transitado
con gran versatilidad y solvencia por la radio, la televisión y la prensa
escrita, demostrando siempre su talante de hombre bien informado y poseedor de
una vasta cultura, producto de una larga experiencia adquirida en su fructífero
recorrido por diversas regiones y países del mundo. El hecho fortuito de haber
recalado definitivamente en el Perú, lo ha hecho merecedor del cariño y el
afecto de una legión de admiradores que lo siguen con devoción por el medio en que
tenga ocasión de salir.
De Aldo Mariátegui desconozco su trayectoria,
sólo sé que fue director de un diario local, del cual fue defenestrado por
misteriosas razones que muy pocos se han preocupado de hurgar. Tiene presencia
igualmente en la radio y la televisión, donde aseguran los estudios de mercado
que es uno de los periodistas más influyentes, lo cual francamente me asusta. Pero
lo más irónico de su biografía, es que es nieto de José Carlos Mariátegui, el
Amauta, dato que dispara mi estupor hasta la estratósfera. No me puedo imaginar
al gran prensador socialista del Perú y Latinoamérica, al ícono de la izquierda
en el continente, leyendo con placer los farragosos mamotretos reaccionarios de
su descendiente.
Porque en Aldo Mariátegui habla no el
liberal que cree ser, sino la más rancia derecha retrógrada, que aún asoma sus
belfos desde la caverna del pensamiento ultramontano. El fascismo embozado y
militante esgrime sus argumentos de papirote desde cada palabra y cada frase de
los artículos que escribe, con mucho sonido y furia, este aprendiz de Riva
Agüero y de Luis E. Flores.
Si Guillermo Giacosa es, a sus 73 años, un
beligerante y juvenil contestatario del orden de cosas imperante, un rebelde
lúcido y sagaz que busca los mejores rumbos para este planeta lacerado y para esta
humanidad agónica -en el sentido unamuniano del término-; Aldo Mariátegui es, a
sus cuatro décadas y pico, un viejo cascarrabias que despotrica de quienes
encarnan, a su manera, las ideas de progreso y compromiso social con sus
pueblos. Sus invectivas previsibles y marinas -pues tiene una fobia patológica
por los que él llama “caviares”-, se vuelven pétalos de rosas cuando habla de quienes
pisotearon y deshonraron la dignidad de la patria.
Particularmente repugnante es leer una de
sus últimas columnas anatemizando al expresidente brasileño Luiz Inacio Lula da
Silva, de visita por estos días en el Perú. Tratar de esa manera tan grosera y
lumpenesca a una figura indiscutible de la política latinoamericana, revela el
alma retorcida y de mala entraña de un pobre diablo que funge de periodista,
pero que a veces parece ser sólo un vertedero de calumnias y difamaciones.
Todo lo contrario sucede al leer las
columnas de Guillermo Giacosa, siempre precisas, bien escritas y críticas de lo
establecido. Cómo no estar de acuerdo con posiciones inteligentes, agudas y
perfectamente coherentes con la realidad; mientras que al frente rezuman mal
humor y negativismo un puñado de palabras salidas desde los fondos más
miserables de la condición humana.
Lima, 9 de junio
de 2013.
No hay comentarios:
Publicar un comentario