No siempre nos es dado encontrar en este
mundo a seres dotados de ciertas cualidades que los hacen singulares y únicos;
la mayoría de quienes conocemos se desenvuelven dentro de cauces ciertamente
previsibles o poseen características comunes que no los destacan del resto y
que los hacen pasar por la vida con ese aire fantasmal que caracteriza a quien
transita casi inadvertidamente.
Conozco desde hace dieciocho años a uno de
estos seres excepcionales en muchos sentidos; quizá no porque posea la
inteligencia más preclara, pues muchos de sus colegas disfrutan igualmente de
esa cualidad, o porque sus conocimientos
rebasen ampliamente el de muchos de su entorno, pero esa inteligencia y esa
sabiduría se logran armonizar en su caso de un modo extraordinario.
Es el profesor más carismático del colegio
donde enseña; cada vez que ingresa a un aula, los alumnos prorrumpen en
aplausos y vítores de alegría totalmente espontáneos. Es que sus clases del
área que domina, las tan temidas y distantes matemáticas, él tiene la virtud de
convertirlas en maravillosos pretextos para un diálogo amical y fraterno con
los jóvenes que lo escuchan, donde a la par que van recibiendo sus lecciones
específicas de los temas de esa ciencia, van escuchando una disertación
simultánea de experiencias personales y de reflexiones muy sesudas sobre los
variados aspectos de la existencia humana.
Su parsimonia y dedicación le han
granjeado el cariño y la admiración de sus pupilos, así como de todos quienes
tienen la suerte de trabajar a su lado. Es servicial en grado sumo, siempre
atento a las necesidades y aprietos de los otros y presto a acudir en su ayuda.
Sus inflexiones de profeta laico, dirigiéndose a un ávido público, compuesto
por alumnos y profesores, transmiten toda esa calidez humana que sus palabras
encarnan de manera indubitable.
Quién no ha oído de sus labios un consejo
inteligente en sus horas más cruciales, o una palabra amiga para calmar alguna
angustia, o una reflexión lúcida para paliar antiguas penas humanas, demasiado
humanas. Quién no ha comparecido ante el altar de su generosidad para escuchar de
su voz balsámica un lenitivo para los dolores de esta vida, para los
sufrimientos y las desventuras que nos asaltan a cada paso por este valle de
lágrimas.
Hombre curtido en los avatares de este
mundo, ha sabido afrontar, con la fortaleza y el temple de los estoicos, los
rigores que a muchos abatirían inexorablemente. De esta su vasta experiencia y
sabiduría en las lides de la condición humana, sabe sacar el diamante precioso
de una filosofía escanciada en las vivencias y el entendimiento de nuestra
presencia en el reino de este mundo.
Su bonhomía y don de gentes le han
permitido también hacer frente a todas aquellas circunstancias adversas en que
algo o alguien quisieron cebarse en su extraño carácter hecho de firmeza y
ternura, de convicciones profundas y de una fina sensibilidad.
No es raro verlo en las horas libres de su
magisterio formal, impartiendo lecciones de vida a todo quien lo necesite, como
si fuera el agua fresca que todo sediento busca afanosamente. Se da tiempo para
todos, a pesar de las múltiples cargas personales que debe sobrellevar y que
han minado su salud en los últimos tiempos de forma preocupante. Pero como buen
guerrero de las batallas de la vida, asume la lucha como una condición
existencial ineludible, sabiendo que, como decía el poeta, la vida se paga
viviendo.
Su acendrado cristianismo lo asemeja a esos
legendarios pastores de los tiempos bíblicos, derramando sus enseñanzas por los
lugares más inusitados, a un ministro de Dios sin templo ni parroquia, pues le
basta el lugar más sencillo y humilde para su prédica bienhechora.
No conozco figura de padre más ejemplar,
por eso en estas fechas en que se recuerda y celebra la imagen de aquel que
también da la vida, he querido simbolizar en el caso concreto del profesor Nué
este homenaje a la persona que, conjuntamente con la madre, es vital para el
crecimiento y la sana evolución del ser humano. Pues aun quienes no son sus
hijos en el sentido más estricto, sin embargo han sido tocados muchísimas veces
por su cóncavo afecto paternal.
Lima, 16 de
junio de 2012.
Walter:
ResponderEliminarEs toda una fortuna contar con la presencia cercana de tan insigne persona.
Hay personas de un carisma extraordinario, que a través del tiempo lo han perfeccionado al grado sumo de ser poco menos que un imprescindible punto de referencia.
Para que haya perdurado tal conducta, deberemos pensar que se trata de un don, que se perfeccionó con la práctica, que es sincero y que no busca recompensas, más allá de ver la felicidad entre quienes lo rodean.
Una entrada motivadora.
Saludos.