Una de las grandes novelas del siglo XX
es, sin duda, La conciencia de Zeno,
escrita por el triestino Italo Svevo, y publicada en 1923. La novedad de la
obra se revela en el hecho de ser una de las pocas creaciones literarias que
abordan directamente el tema del tratamiento psicoanalítico, si bien muchas más
de alguna manera se han visto influidas por las teorías revolucionarias que irrumpieran
en el panorama cultural europeo de la segunda mitad del siglo XIX, gracias a la
clarividencia y el genio del médico austriaco Sigmund Freud.
Efectivamente, desde que Freud formulara
su famosa teoría, ésta ha inficionado todas las disciplinas y artes de la
cultura contemporánea. En más de un siglo de vigencia, su presencia se ha dejado
sentir no sólo en la psicología y la literatura, sino además en las ciencias
sociales, la filosofía, el cine, la pintura, la medicina, dejando su huella
interpretativa en la crítica literaria y en el análisis de toda manifestación
de la vida humana.
Su
protagonista, Zeno Cosini, comienza evocando que robó para comprar cigarrillos.
El paciente hace el recuento de su vida: su madre murió cuando él tenía 15
años, y su padre cuando ya había cumplido los 30 y ya “era un hombre acabado”.
El padre también fumaba. Relata todo el proceso, los prolegómenos de la muerte
de su padre. Ante la inminencia de la muerte, se siente inerme. Al morir éste,
abofetea -¿involuntariamente?- al hijo. Reflexiona Zeno: “La religión verdadera
es precisamente la que no hay que profesar en alta voz para recibir el consuelo
del que a veces -raras veces- no se puede prescindir.”
Conoce a Giovanni Malfenti, quien luego
sería su suegro. En la casa de los Malfenti, debe elegir entre las cuatro
hermanas, cuyos nombres todos comienzan con A: Augusta, Alberta, Ada y Anna.
Aunque él se decide por Ada, a pesar de que ella no da muestras de un interés
particular, sería finalmente Augusta con la que terminará casándose, al verse
rechazado a su vez por Ada y por Alberta. Augusta no era atractiva físicamente,
pero poseía un gran temple moral y afectivo que convencen a Zeno para el paso
decisivo que da.
Poco después conoce a Carla por intermedio
de Copler. Casi inmediatamente la hace su amante. En la primera noche que tiene
ocasión de pasar con ella solos, un arrebato de remordimiento le hace inventar
una excusa para regresar a casa donde, por cierto, no se encontraba su mujer,
que acompañaba a su padre en su lecho de enfermo. Ante ello, decide ir a la
casa de su suegro donde Augusta lo esperaba.
Carla era una aficionada al canto que
recibía lecciones del maestro Copler, pero Zeno le contrata un nuevo maestro de
canto: Vittorio Lali. Éste se enamora de Carla y Zeno siente celos. Un día, son
sorprendidos juntos en el Jardín Público por Tullio, quien enseguida se percata
de que son amantes. Un día Carla le pide a Zeno conocer a Augusta, pero, por un
error de circunstancias, a quien presenta como esposa es a Ada; entonces Carla
decide casarse con el maestro, pues siente que no quiere “traicionar nunca más
a esa mujer tan bella y triste.”
Se despide de Carla escuchando el Adiós de Schubert, ejecutado por Lali,
ahora el prometido de aquella. El narrador desliza en el relato un pensamiento
que trata de aprehender lo inasible: “Para los hombres era difícil entender lo
que las mujeres querían también porque a veces ellas mismas lo ignoraban.”
Después de intentar hacer negocios en la
Bolsa a través de la oficina de Guido -quien entre tanto se había casado con
Ada-, Zeno lleva una doble vida hasta que Carla decide terminar definitivamente
con él. A su vez, Guido mantiene una relación paralela con Carmen, su
secretaria. Guido se ve envuelto en serios problemas financieros de los que
pretende escapar dedicándose a la pesca. Algunas veces lo acompaña Zeno, quien
se convierte en la figura clave para salvar económicamente a los Malfenti.
Guido muere y Ada reprocha a Zeno no haber
ido a su entierro y no haberlo amado,
confesando igualmente su propia incapacidad para quererlo como debía. Ada parte
con sus hijos a Argentina, donde vive la familia de Guido. Teresina aparece al
final para probar la cura de Zeno. Éste trata por todos los medios de burlar el
tratamiento que recibe de su psicoanalista, es consciente de sus males pero no
los asume seriamente porque duda de la eficacia del método.
La ficción juega con la idea de los
cuadernos dejados por el paciente, que el médico decide publicarlos tal cual,
una autobiografía inducida por el enigmático doctor S como parte del
tratamiento psicoanalítico, cuyos resultados no dieron los frutos esperados,
por la resistencia y la antipatía que sentía hacia él el paciente. En el
prefacio explica que los publica como una especia de venganza y que no le
preocuparía dividir los beneficios que por ellos obtuviera con el propio autor
de los manuscritos.
Una magnífica novela que bien vale la pena
leerla.
Lima, 9 de junio
de 2012.
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