lunes, 26 de mayo de 2014

El retrato de Oscar Wilde



     Jorge Luis Borges afirmaba que clásico era un libro que se leía con un fervor previo, pero nunca imaginé hasta qué punto El retrato de Dorian Gray habría de significar la materialización más cabal de esa definición, ahora que he terminado su lectura, saldando una vieja deuda literaria, sumido en un estado de excitación febril, siguiendo el hilo de esta cautivante novela del polémico escritor irlandés Oscar Wilde.
     La historia es conocida: Dorian Gray, joven apuesto y libertino, posa ante su amigo el pintor Basil Hallward, quien le hace un retrato perennizando las facciones frescas y juveniles de sus 20 años. Al ver la reproducción, el mancebo comenta con su mentor, el noble e influyente lord Henry Wotton, que lo que más desearía en este mundo es intercambiar su destino con el del cuadro, para que mientras él permanezca lozano e incorruptible, así pasen los años, fuera el lienzo el que tenga que sobrellevar las pesadumbres y los embates del envejecimiento y sus horrores.
     El anhelo se cumple desde luego, actualizando de otra manera el antiguo mito fáustico que sirviera para dar nacimiento a grandes creaciones del pasado, como la afamada obra del venerado J.W. Goethe. Mientras el joven se lanza a una vida de desenfrenos y extravíos, el retrato es el que sufre los rigores del vicio y del tiempo, en tanto Dorian Gray mantiene la apariencia rozagante que el pintor estampara a través de su arte.
     El relato de la decadencia moral y espiritual de un ser humano, hundiéndose gradualmente en la infamia y el crimen, mientras mantiene las apariencias de una vida civilizada y noble, son descritas por el autor con admirable maestría, llevándonos por los recovecos de la historia con una dosis exacta de expectación y suspenso, haciéndonos vivir la cautivante sensación de asistir a un conjunto de hechos que siempre nos deparan un giro sorprendente. Así, cuando nos enteramos, junto al protagonista, de la muerte de Sybil Vane, la novia de Dorian, no podemos sino reaccionar con estupor y tristeza.
     O cuando Basil visita a su joven amigo para pedirle ver el cuadro que ha pintado y éste se niega rotundamente, y ante la insistencia del artista Dorian no tiene más salida que tomar un cuchillo y asesinarlo por la espalda. Pero el momento más intenso es aquel que presenciamos en el muelle, cuando Dorian pasa de casualidad por una casa de placer y, ante una palabra que le dirige una de las chicas allí reunidas, James Vane lo reconoce y sale inmediatamente para matarlo, mas a quien logra atrapar en medio de las brumas de la noche es a un efebo que no puede ser el mismo que hacía 18 años había ocasionado el suicidio de su hermana. Dorian se sirve de esta estratagema para salvarse, estando a un pelo de ser ejecutado por el hermano enfurecido de la joven actriz que fue su prometida.
     La propia vida de Wilde estuvo marcada por el escándalo y la controversia, acusado de sodomía y condenado a dos años de trabajos forzados; sin embargo, su talento no sufrió mengua alguna, pues a raíz de esta ingrata experiencia, escribiría obras de gran calado reflexivo y espiritual, que han quedado como pruebas irrefutables de su genio y grandeza. Su leyenda ha sido alimentada además por la imagen que de él han dejado sus poses de dandy y su retórica inverosímil, así como sus frases ingeniosas y sus paradojas insuperables.
     La única novela que escribió a lo largo de su corta carrera de escritor se salda con la muerte del protagonista, que en un acto de gran ofuscación, y pretendiendo acabar con el motivo de su perdición, se lanza contra el lienzo blandiendo la misma arma con que había acabado con su amigo Basil, mas en el preciso momento en que el metal hunde su filo en el odiado objeto, un desgarrador grito estremece la vecindad, llamando la atención de los transeúntes y haciendo que un policía decida penetrar la morada del personaje con la ayuda de algunos operarios, encontrando el retrato descolgado tal como lo pintó Hallward hace cerca de dos décadas, y en el suelo los restos de un hombre que es más bien un despojo, al que cuesta reconocer si no es por las sortijas que lleva.
     El sueño de la eterna juventud terminaba convertido en una súbita pesadilla mortal, erigiéndose la historia en una aleccionadora parábola de los trasiegos de la vanidad humana y su pavoroso final.

Lima, 20 de mayo de 2014.

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