Un libro fundamental para entender el
origen de uno de los movimientos políticos más letales y violentos de la
historia del Perú es, qué duda cabe, El
surgimiento de Sendero Luminoso (IEP, 1990) de Carlos Iván Degregori, un estudio
que tiene como marco temporal la década que va entre el año 1969, cuando se
suscitan los primeros alzamientos estudiantiles por la gratuidad de la
enseñanza, hasta 1979, año previo al inicio de la llamada lucha armada por las
huestes de Abimael Guzmán.
Articulado en cuatro partes, el trabajo de
investigación intenta responder por qué un grupo fundamentalista como SL, con
las características que tuvo y en esa época, surgió precisamente en Ayacucho,
una de las regiones más empobrecidas del país, inmersa aún en esa “estructura
arcaica” que describe el autor. Entre otras causas, la Reforma Agraria vino a
romper o quebrar esa estratificada e injusta estructura que separaba a indios y
mistis en una relación muchas veces de monstruosa dependencia entre siervos y señores.
Otro factor importante en la explicación de
la violencia en Ayacucho, aparte de la pobreza, aunque ligada de alguna manera
a ella, es la educación, con altos índices de analfabetismo en relación al
promedio nacional. La conjunción de la élite intelectual provinciana y mestiza
y la juventud estudiantil de similares características, reavivada con la
reapertura de la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga en 1959,
constituyó el factor decisivo para impulsar una toma de conciencia entre el
sector emergente de una ciudad que vivió en los años 60 su esplendor en cuanto
a la vida universitaria.
La eliminación de la gratuidad de la
enseñanza para los alumnos que hayan desaprobado un curso, decretado por el
gobierno militar en 1969, desata una serie de movilizaciones, protestas y
huelgas por todo el país, agudizándose en las ciudades de Ayacucho y Huanta,
donde se producen incluso muertos como consecuencia del enfrentamiento entre la
policía y los estudiantes y los campesinos. La refriega recrudece con la
intervención de los sinchis –un
cuerpo de élite de la policía–, quienes penetran en Huanta atacando a los
manifestantes, dejando la cifra oficial de 14 muertos. Varios testigos aseguran,
sin embargo, que fueron muchos más. El PCP denuncia la presencia de miembros
infiltrados del ala pro-china disidente en la incitación a los disturbios,
mientras el gobierno recibe el respaldo de los principales actores económicos
del país. El 24 de junio de ese año el gobierno deroga el DS 006 y promulga simultáneamente
la Ley de Reforma Agraria, algunos creen que para ensombrecer su derrota ante
el frente estudiantil.
Los protagonistas de aquellas luchas fueron
esencialmente el campesinado, los sectores urbanos-populares, las mujeres y los
estudiantes secundarios. Luego de los trágicos sucesos del 21 de junio de 1969,
donde perdieron la vida tres estudiantes, comienza a configurarse el escenario
que daría origen a SL, conformado en base a la “fracción roja” del Partido
Comunista de tendencia pekinesa. La escisión del PCP en 1964 –el partido había
sido fundado como Partido Socialista por José Carlos Mariátegui en 1928– es el primer
eslabón de una larga cadena de desgajamientos de esa agrupación que tendría en
el PCP-SL su versión más cruenta. Esto último sucede en 1969, luego de los
sucesos del 13 de junio, cuando el movimiento por la gratuidad de la enseñanza
desborda a los grupos de izquierda como el propio SL, derivando este a una línea dura a partir de lo que
algunos han denominado “ocultismo”, esa tendencia a la clandestinización de la
lucha.
En los años setenta, cuando SL tuvo que
rivalizar con otros grupos políticos como el Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR) y Vanguardia Revolucionaria (VR), su influencia
decreciente en el movimiento popular y universitario no se manifestó, sin
embargo, entre el sector educación, tanto a nivel de estudiantes como de
docentes. Al perder contacto con las masas, se endureció ideológicamente,
pasando a ser, como apunta el autor, un partido “de cuadros” antes que “de
masas”.
Ese alejamiento de las masas, dando la
espalda al movimiento social marcaron su rumbo en el 70, derivando en una secta
fundamentalista que preconizaba, en contra de sus alardes de vanguardia y
revolución, una vuelta al pasado, es decir una reacción, lo cual terminaba por
convertirlo en un movimiento retrógrado, postulando una especie de arcaización
de la sociedad. En la historia oficial contada por SL, ellos aparecen liderando
todas las luchas de los años 60, asumiendo una verdad que en el libro se
cuestiona a través del simple recuento de los hechos.
Es pues, una obra valiosa que ilumina un tema
muchas veces tabú en la sociedad peruana, un fenómeno que bajo el genérico y
temible nombre de “terrorismo” no es muy bien comprendido al nivel de sus
orígenes, causas y factores determinantes, puesto que acentuando la mirada en
el aspecto del método empleado por sus actores, se soslaya un grado de
entendimiento que nos llevaría a explicarnos cómo ciertas condiciones sociales
y económicas son capaces de desencadenar una fuerza insurgente de carácter
subversivo que termina convirtiendo al país en un campo de batalla que estalla
en un baño de sangre.
Lima,
31 de octubre de 2019.
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