sábado, 26 de octubre de 2024

Las tres mitades de Afrodita

Mucho tiempo había postergado la lectura de la obra de ficción del escritor español Javier Marías, quien falleciera hace casi exactamente dos años. He comenzado a resarcirme de aquel olvido con la novela El hombre sentimental (1986), que narra una historia de pasiones al filo de las cornisas de la razón. He pasado noches espléndidas leyendo a este formidable autor contemporáneo, demorándome en su escritura tan envolvente, llena de meandros, muy próxima a la de Proust, semejanza que evidentemente extrañaría si no fuera porque el francés es uno de sus autores favoritos. Es difícil, al leer a Javier Marías, no evocar al autor de En busca del tiempo perdido, sobre todo en lo de sus largas sucesiones de oraciones subordinadas.

Narrado en primera persona, su protagonista es un cantante de ópera llamado el León de Nápoles. Ha tenido un sueño esa mañana y, antes de desayunar, pues cree que si lo hace ya no recordará los detalles del sueño, se propone contarlo a la luz de lo que ha sido su vida en los últimos cuatro años. Su prosa es seductora, de una plasticidad excepcional, que se mueve por vericuetos introspectivos de gran calado. El narrador va mostrando todos sus pliegues interiores, sus rincones ocultos, sus preferencias, sus gustos, sus deseos, que va contrastando con los de la heterogénea muchedumbre que lo rodea. Desde un presente evanescente, nos va contando las peripecias de su ajetreada vida, hecha de continuos desplazamientos, viajes, presentaciones en ciudades diversas, aeropuertos, aviones, hoteles, calles distintas e iguales, gente del mundillo de la música y del arte en general.

Viajando en un tren de París a Madrid, donde debe hacer el Otello de Verdi, se pone a observar a sus tres acompañantes en el camarote. Los describe minuciosamente y se pone a conjeturar sobre sus identidades. Coincidentemente, los tres se van a hospedar en el mismo hotel que él. Es así que se producirá el primer encuentro con el tipo que no dejaba de mirar por la ventanilla del tren. Su nombre es Dato, de ocupación acompañante, dos cosas que deben admirar a cualquier mortal. Por su intermedio conoce a Natalia Manur, la misteriosa mujer que dormía en aquella ocasión, quien será el fruto de la discordia en este trepidante triángulo de pasiones encontradas. Ella está casada con un rico banquero belga de nombre Hieronimo Manur. Dato tiene la misión de acompañar a la dama mientras el marido se ocupa en sus infinitas labores financieras.

De esta manera, lentamente, el afamado tenor se va rindiendo a los encantos de la bella señora. Sus encuentros siempre serán, sin embargo, en presencia de Dato, cuando juntos se reúnen a desayunar o almorzar. Una idea va surgiendo en la mente del artista: aniquilar o desaparecer al banquero, para así estar él solo con Natalia Manur, por quien se siente poderosamente atraído. Mientras tanto, otros recuerdos van surgiendo en la mente del protagonista, como por ejemplo su breve relación con Berta Viella, con quien ha vivido una corta temporada, que ahora recuerda sin pesar. Ha recibido la noticia de su muerte y la sorprendente oferta del viudo flamante de devolverle sus libros dejados cuando vivió con ella.

El autor escarba, hurga en el alma de sus personajes, a través de sus gestos y sus palabras, de sus insinuaciones y sus equívocos, descubriéndonos los entresijos laberínticos de un típico triángulo amoroso, tan común entre los seres humanos, subrayados por la excelencia literaria de su factura, como bien lo dice Juan Benet en el epílogo.

He estado pensando en un aire de familia con la forma de narrar de Ernesto Sábato, esa misma prolijidad en la descripción psicológica, esa misma inclinación por las suposiciones, las especulaciones, las divagaciones y la introspección del narrador, así como las pinceladas existenciales -o existencialistas-, que tiñen el conjunto de la historia.

En el desenlace se sugiere el intento de suicidio del hombre de negocios, cuando comprueba que su mujer lo ha abandonado. La desesperación del cantante también será notoria al perder la pista de quien ha sido el vértice intrincado de esta enigmática geometría del amor. Se ha deshecho la figura más enrevesada de la historia de las pasiones humanas, sus tres mitades yacen separadas tal vez para siempre, cortadas por el imprevisible destino que se complace trazando caminos desconocidos para la diminuta comprensión humana.

 

Lima, 29 de septiembre de 2024. 


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