Mucho tiempo había postergado la lectura de la obra de
ficción del escritor español Javier Marías, quien falleciera hace casi
exactamente dos años. He comenzado a resarcirme de aquel olvido con la novela El
hombre sentimental (1986), que narra una historia de pasiones al filo de
las cornisas de la razón. He pasado noches espléndidas leyendo a este
formidable autor contemporáneo, demorándome en su escritura tan envolvente,
llena de meandros, muy próxima a la de Proust, semejanza que evidentemente
extrañaría si no fuera porque el francés es uno de sus autores favoritos. Es
difícil, al leer a Javier Marías, no evocar al autor de En busca del tiempo
perdido, sobre todo en lo de sus largas sucesiones de oraciones
subordinadas.
Narrado en primera persona, su protagonista es un cantante
de ópera llamado el León de Nápoles. Ha tenido un sueño esa mañana y, antes de
desayunar, pues cree que si lo hace ya no recordará los detalles del sueño, se
propone contarlo a la luz de lo que ha sido su vida en los últimos cuatro años.
Su prosa es seductora, de una plasticidad excepcional, que se mueve por
vericuetos introspectivos de gran calado. El narrador va mostrando todos sus
pliegues interiores, sus rincones ocultos, sus preferencias, sus gustos, sus
deseos, que va contrastando con los de la heterogénea muchedumbre que lo rodea.
Desde un presente evanescente, nos va contando las peripecias de su ajetreada
vida, hecha de continuos desplazamientos, viajes, presentaciones en ciudades
diversas, aeropuertos, aviones, hoteles, calles distintas e iguales, gente del
mundillo de la música y del arte en general.
Viajando en un tren de París a Madrid, donde debe hacer el Otello
de Verdi, se pone a observar a sus tres acompañantes en el camarote. Los
describe minuciosamente y se pone a conjeturar sobre sus identidades.
Coincidentemente, los tres se van a hospedar en el mismo hotel que él. Es así
que se producirá el primer encuentro con el tipo que no dejaba de mirar por la
ventanilla del tren. Su nombre es Dato, de ocupación acompañante, dos cosas que
deben admirar a cualquier mortal. Por su intermedio conoce a Natalia Manur, la
misteriosa mujer que dormía en aquella ocasión, quien será el fruto de la
discordia en este trepidante triángulo de pasiones encontradas. Ella está
casada con un rico banquero belga de nombre Hieronimo Manur. Dato tiene la
misión de acompañar a la dama mientras el marido se ocupa en sus infinitas
labores financieras.
De esta manera, lentamente, el afamado tenor se va rindiendo
a los encantos de la bella señora. Sus encuentros siempre serán, sin embargo,
en presencia de Dato, cuando juntos se reúnen a desayunar o almorzar. Una idea
va surgiendo en la mente del artista: aniquilar o desaparecer al banquero, para
así estar él solo con Natalia Manur, por quien se siente poderosamente atraído.
Mientras tanto, otros recuerdos van surgiendo en la mente del protagonista,
como por ejemplo su breve relación con Berta Viella, con quien ha vivido una
corta temporada, que ahora recuerda sin pesar. Ha recibido la noticia de su
muerte y la sorprendente oferta del viudo flamante de devolverle sus libros
dejados cuando vivió con ella.
El autor escarba, hurga en el alma de sus personajes, a
través de sus gestos y sus palabras, de sus insinuaciones y sus equívocos,
descubriéndonos los entresijos laberínticos de un típico triángulo amoroso, tan
común entre los seres humanos, subrayados por la excelencia literaria de su
factura, como bien lo dice Juan Benet en el epílogo.
He estado pensando en un aire de familia con la forma de
narrar de Ernesto Sábato, esa misma prolijidad en la descripción psicológica, esa
misma inclinación por las suposiciones, las especulaciones, las divagaciones y
la introspección del narrador, así como las pinceladas existenciales -o
existencialistas-, que tiñen el conjunto de la historia.
En el desenlace se sugiere el intento de suicidio del hombre
de negocios, cuando comprueba que su mujer lo ha abandonado. La desesperación
del cantante también será notoria al perder la pista de quien ha sido el
vértice intrincado de esta enigmática geometría del amor. Se ha deshecho la
figura más enrevesada de la historia de las pasiones humanas, sus tres mitades
yacen separadas tal vez para siempre, cortadas por el imprevisible destino que
se complace trazando caminos desconocidos para la diminuta comprensión humana.
Lima, 29 de septiembre de 2024.
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