Los
sucesos de Ucrania son seguidos por el mundo entero en un estado de tensión
extrema, pues podría estarse jugando el destino de la paz y el del género
humano en esa región álgida del planeta. El ajedrez de la política
internacional despliega sus movimientos más peligrosos en la histórica
península, que es actualmente escenario de la confrontación de fuerzas entre
las potencias de Occidente y el heredero político de quien fuera la otra
superpotencia hasta el final de la Guerra Fría.
Los acontecimientos se iniciaron a
principios del año pasado, cuando la capital ucraniana fue el terreno candente
de las manifestaciones más exaltadas de ciudadanos que exigían la salida del
poder de Víktor Yanukóvich, el ex presidente prorruso que intempestivamente dio
un giro de ciento ochenta grados a la política exterior de incorporación a la
Unión Europea que había iniciado su gobierno. Presionado sin duda por Vladimir
Putin, el inefable presidente ruso, la Rada estatal canceló el proyecto
respectivo que apuntaba en esa dirección, desatando las masivas protestas en
las calles de Kiev, que han cobrado aproximadamente más de cien muertes.
La importancia geopolítica de Ucrania es
de primera magnitud para Moscú, así como lo es desde el punto de vista
económico y estratégico también para Occidente, pues no debemos olvidar que por
el territorio ucranio cruzan tres de los más importantes gaseoductos que
abastecen de gas ruso a los países europeos, especialmente Alemania, pivote del
crecimiento industrial y del desarrollo económico en medio de una crisis que se
arrastra desde hace más de un lustro.
Sabido es igualmente el significado
histórico y simbólico que encarna Ucrania para Rusia, pues no sólo estuvieron
unidos durante los años que estuvo en vigencia la Unión Soviética, sino que al
ser el Rus de Kiev la primera comunidad política moderna del mundo eslavo,
posee un valor especial para los rusos, al constituirse en algo así como la
cuna de la rusidad. Y desde los tiempos de los Zares, y luego desde la
revolución bolchevique, el país ha sido clave para el despegue y el desarrollo
ruso tanto en el terreno estrictamente económico y político, como en el
militar. Para nadie es un secreto que el puerto de Sebastopol, precisamente en
la península de Crimea, es la sede de la poderosa flota naval rusa en el Mar
Negro.
Un dato a tenerse en cuenta es también la
cesión de Crimea a Ucrania que realizó Jruschev en 1954, sin la consulta
respectiva a la población y en un acto que tal vez nadie avizoraba lo que
habría de acarrear en el futuro. Un acto de la más inocente liberalidad es la
fuente de un entredicho que hoy tiene en vilo al mundo.
Las revueltas de la plaza del Maidán, en
Kiev, exigiendo el ingreso de Ucrania en el conglomerado europeo, fue
indudablemente un desafío mayor para el Kremlin, que jamás permitiría perder la
influencia que tiene en Ucrania, dejando escaparla a los brazos de la UE.
Largos meses duró el forcejeo entre el régimen de Yanukóvich y las fuerzas de
oposición, hasta que el pasado febrero llegaron a un acuerdo para adelantar su
salida del poder a través de nuevas elecciones, pero un día después de esto, en
un golpe de dados insólito, la Rada destituía al presidente y elegía un
gobierno transitorio hasta la celebración de una consulta popular en un plazo
más breve. Esto fue interpretado como un auténtico golpe de estado por las
autoridades rusas.
El presidente derrocado quiso huir a Rusia,
fue detenido en la frontera e impedido de salir del país, mientras tanto los
sectores que asumían la conducción del gobierno decretaban la liberación de
Yulia Timochenko, ex Primera Ministra encarcelada por el régimen defenestrado,
acusada de actos de corrupción. Así estaban las cosas, cuando el gobierno ruso
ha decidido intervenir en Crimea, aduciendo razones de seguridad, enviando
importantes contingentes a la península con el fin, según reza la declaración
oficial, de proteger a la población rusa que vive en la región, y que
constituye más del cincuenta por ciento del total, compartiendo el territorio
con un 25% de ucranianos y un 12% de tártaros.
Ya hubo en el pasado, exactamente a
mediados del siglo XIX, una guerra que tuvo como escenario la península del Mar
Negro que ahora es materia de controversia. En esa ocasión Inglaterra y Francia
se enfrentaron a las tropas del Zar, derrotándolas en sendas batallas debido a
su evidente superioridad numérica y bélica. Esto quiere decir que la región
siempre ha sido una zona decisiva en esa parte de Europa, situación que la ha
llevado a estar en permanente foco del interés estratégico de los países más
poderosos de la tierra.
Finalmente, y como colofón de la
intervención rusa en Crimea, se planteó la posibilidad de realizar un
referéndum, donde los crimeos decidirían si seguir perteneciendo a Ucrania o
pasar a formar parte de la Federación Rusa, lo cual consolidaría el poder y la
injerencia que posee Vladimir Putin en una zona altamente sensible del globo. Esta
decisión fue respondida por los Estados Unidos y la Unión Europea con el
argumento de que se trataría de un acto ilegal, ilegítimo y contrario al
derecho internacional, que ellos desconocerían el resultado que fuera, pues
todo apunta además a un triunfo apabullante de la opción por la incorporación
de Crimea a Rusia. Las amenazas de las sanciones económicas ya han empezado a
rondar las decisiones occidentales, a lo que Rusia ha contestado que en todo
caso los daños serían mutuos, al saberse poseedor de un arma contundente: el
gas que suministra a varias naciones europeas.
Y bien, la consulta -contra las
declaraciones y los pedidos de los principales gobiernos de Occidente,
especialmente el de los Estados Unidos, situación que inclusive ha llevado a
una cita cumbre en Londres entre el Secretario de Estado John Kerry y el
ministro de exteriores ruso Seguéi Lavrov, terminada en el fracaso-, se ha
llevado a cabo este último domingo, con los resultados más o menos previsibles,
donde un contundente 95% de la población ha votado por la anexión a la
Federación Rusa, hecho que va a desencadenar otra ola de crisis en esta región
del mundo donde las potencias disponen sus piezas como en un laberíntico
ajedrez en el que ponen en juego sus intereses y sus más caras ambiciones. El
mundo respira alerta ante lo que se avecina en los próximos tiempos.
Lima, 17 de
marzo de 2014.
No hay comentarios:
Publicar un comentario