Creo que es la primera vez que las
circunstancias me han deparado la ocasión de ensayar la lectura de dos novelas
en simultáneo, cuando lo normal en mis hábitos lectores es que las diversifique
entre novelas, ensayos, poesía, teatro, periódicos y revistas. Se trata de dos
obras absolutamente disímiles: Doña
Bárbara, del escritor venezolano Rómulo Gallegos, y El sabueso de los Baskerville, del insigne Arthur Conan Doyle. Como
todos saben, la primera pertenece al ciclo novelístico de América Latina que los
críticos han denominado la literatura de la tierra; mientras que la segunda es
una de las novelas de detectives, o del llamado género policial, del cual el
escritor escocés es su más preclaro representante.
Hay notables puntos de contacto entre ambas
obras de ficción que no han dejado de sorprenderme, lo cual me hace pensar que
no existen casualidades casi en ninguna actividad humana, pues todo pareciera
obedecer a un designio secretamente determinado, haciendo que el entendimiento
del hombre constantemente se ejercite en desentrañar los arcanos que envuelven
sus actos más imprevisibles.
Siendo narraciones tan diferentes, poseen
una asombrosa coincidencia de inicio, pues ambas comienzan con la llegada a una
comarca, respectivamente, de dos jóvenes herederos de bienes y tierras que casi
no conocían. Santos Luzardo y Henry Baskerville comparten en la ficción ese
destino común. Pero pronto saltarán las disparidades. Sin embargo, no debo
dejar de hacer notar que la sabana y el páramo, dos zonas geográficas muy
próximas en sus características, son los escenarios respectivos de estas
fascinantes historias.
El arribo del joven abogado Santos Luzardo
a Altamira, la hacienda de la familia en el cajón del Arauca, provoca un
revuelo entre los personajes de la región, especialmente en una mujer dotada de
poderes que los hombres comentan sotto
voce en sus tertulias cotidianas. La llaman doña Bárbara, y la conocen como
la bruja del lugar, así como por la devoradora de hombres, una leyenda
extendida por los llanos y tejida cuidadosamente por las incontables historias
de sus designios y aventuras. Mientras tanto, cuando Henry Baskerville llega a
Devonshire, previo paso por Londres, donde tiene ocasión de conocer a Sherlock
Holmes y a su acompañante el doctor Watson, la región estaba conmocionada por
la misteriosa muerte del anciano Charles Baskerville.
Mientras la novela venezolana se sitúa en
la disyuntiva clásica de barbarie y civilización, planteada por el argentino
Domingo Faustino Sarmiento en su célebre obra Facundo, la obra del médico escocés discurre por los laberintos y
acertijos del género policial, donde destaca la esclarecida mente del detective
más famoso de todos los tiempos y su brillante dominio de la ciencia de la
deducción. Si Doña Bárbara se yergue
como un relato de los avatares del proceso de desarrollo de nuestros pueblos
después de su independencia, la novela policial alcanza su epifanía cuando
Sherlock Holmes calza definitivamente todas las piezas de su puzzle personal, y
da con el misterio que encerraba tanto la muerte del viejo Baskerville, como
con otros asuntos oscuros que terminan diseccionados por la fría razón del
escrutinio lógico de este amante de los casos raros que devanan los sesos de
los demás seres humanos.
Y así he llegado al final de ambas obras,
aunque en verdad –siempre las confesiones serán preferibles-, lo que realmente
ha sucedido es que he abierto un paréntesis para leer una de ellas; mientras
leía la novela de la sabana, ha caído en mis manos la historia detectivesca,
entonces he dejado en receso por breves días a Rómulo Gallegos, y me he visto
inmerso en la vorágine apasionante del relato de Conan Doyle sobre un suceso
criminal que buscaba aclararse.
Gran experiencia en el arte del cotejo
inconsciente de dos historias, dejándose llevar por dos caminos distintos,
trazados por manos maestras que no dejan sosiego. Final sorprendente de la
novela llanera, desaparecida la poderosa mujerona y vencedor de la barbarie el
joven Luzardo enamorado de Marisela. También final asombroso del relato
policial, con la muerte del culpable de toda esa parafernalia de horror y
desvelado al fin el macabro ardid de un sabueso infernal para acabar con la
vida los Baskerville.
Lima,
1 de noviembre de 2014.
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