Todavía resuenan en los medios de prensa del mundo los vestigios de la
polémica y los debates que suscitaron los acontecimientos de Lampesuda hace
poco más de un mes. Ese 3 de octubre, alrededor de 500 inmigrantes sin papeles
viajaban en una barcaza por el Mediterráneo, que terminó incendiándose y
naufragando cerca a las costas de la isla italiana, con el saldo trágico de 366
muertos, muchos heridos y desaparecidos, y un grupo de sobrevivientes que ahora
se recuperan en hospitales del Estado italiano.
El hecho ha reavivado en Europa y otras partes del planeta la vieja discusión
sobre el problema de los inmigrantes, directamente ligado a los temas del
racismo, la gitanofobia y la islamofobia. Pues en el caso que comentamos, ese
contingente de desesperados que huían de sus países de origen, buscando mejores
oportunidades en el continente europeo, han perecido víctimas de las odiosas
políticas antiinmigratorias que sustentan las legislaciones de los principales
gobiernos del Viejo Mundo.
Ciudadanos provenientes de Eritrea y Somalia en el Cuerno de África, de
Libia, Siria y otros Estados en el norte del continente negro, sometidos a
condiciones infrahumanas de existencia, por la incapacidad de sus países de
proveerles las satisfacciones a sus más elementales derechos que como seres
humanos merecen, no han tenido más remedio que salir de sus territorios,
abandonándolo todo, para tentar una vida diferente lejos de su tierra y de los
suyos.
Pero el drama se hace concreto y real cuando encarna en seres con nombre
y apellido, identificables entre la masa anónima del número, visibles por la
historia singular que protagonizan, como es el caso de los gemelos Yara y
Joseph de tres años, rescatados del naufragio junto a su hermanito de 18 meses,
Salvatore, bautizado así haciendo alusión al simbolismo. Han sobrevivido a la
tragedia, pero tendrán que enfrentar la otra tragedia de tener que vivir y
crecer sin sus padres, quienes están hasta ahora desaparecidos.
Uno de los culpables de la desgracia de Lampedusa es la ley llamada
“Bossi-Fini”, promulgada durante el gobierno del controvertido Silvio
Berlusconi, que prohíbe rescatar de la muerte a los inmigrantes, so pena de ser
acusado de complicidad. Es lo que lamentablemente ha impedido que embarcaciones
cercanas al naufragio hayan podido acudir en su auxilio. La ley ha sido objeto
de serios reparos y observaciones por agudos analistas italianos, calificándola
sin medias tintas de racista, por ser francamente discriminatoria y desalmada.
El papa Francisco ha terciado
pertinentemente en el asunto, exhortando a una vuelta a los valores cristianos,
que presiden teóricamente la civilización occidental, para comportarse con el
prójimo con solidaridad y acogida en medio de situaciones de crisis como las
que vivimos en estos tiempos. No es concebible que una sociedad que ha nacido
bajo la tutela moral y ética de los principios del cristianismo, demuestre su
desprecio y su indiferencia hacia el otro simplemente por ser diferente y
provenir de lugares que están en la periferia de la tan cacareada civilización
europea.
Hace diez años sucedió algo parecido en la Bahía de Cádiz, conocido como
el naufragio de Rota, donde murieron 37 personas. Se calcula que desde 1990 ha
habido 8000 muertos, una cifra que cada vez se incrementa y se seguirá
incrementando merced a las políticas inhumanamente protecciones que implementan
los regímenes de las democracias occidentales, tanto de derecha como de
izquierda, pues el signo ideológico es lo que menos importa a la hora de
erigirse en supuestos gendarmes de las fronteras nacionales, un concepto tan
estrecho de miras como reduccionista y reaccionario, a contrapelo de la voceada
globalización que se esgrime para los asuntos del comercio y la economía en
general.
Curiosamente, hace unos años el escritor sueco Henning Mankell, publicó
una obra de teatro titulada precisamente Lampedusa,
donde abordaba los problemas que acarrea la inmigración y la definía como el
“centro de Europa”, pues es en la isla italiana donde literal y metafóricamente
se representan los más conmovedores dramas de un fenómeno que no ha hecho sino
crecer y agudizarse en los tiempos actuales.
Lima,
5 de noviembre de 2013.
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