miércoles, 27 de diciembre de 2023

Los podridos

 

El destape de los arreglos y las componendas políticas entre la destituida Fiscal de la Nación y un grupo importante de congresistas, a través del nexo de su asesor, ha sacado a la luz por enésima vez la podredumbre moral donde está empantanado el Perú desde hace varios años. La actuación valiente y honesta de la fiscal Marita Barreto nos ha dado la punta del ovillo que va a desenredar todo este tinglado mafioso de la que la señora Patricia Benavides era presuntamente la cabecilla. Es decir, una auténtica organización criminal instalada en las oficinas del Ministerio Público, que servía como arma perfecta para los intereses y los enjuagues de quienes fungen de líderes políticos, siendo en verdad delincuentes de saco y corbata.

Con un Congreso en manos de pandillas de mafiosos que usan el mascarón de proa de partidos políticos, un Ejecutivo a cargo de sujetos sin escrúpulos que se siguen hundiendo en la impunidad, la desaprobación ciudadana y la ineptitud, sólo faltaba que la entidad pública directamente ligada a la administración de justicia fuera tomada por una persona que lideraba una operación de limpieza convenida y conveniente de los prontuarios de una decena de delincuentes que van disfrazados de congresistas, a cambio de sus votos decisivos que les permita capturar todas las instituciones posibles, comenzando por el Tribunal Constitucional (TC), la Defensoría del Pueblo (DP) y el Sistema Electoral, con el fin de garantizar sin trabas de ningún tipo el acceso al poder de otra incriminada por la justicia, para quien el juez respectivo ya ha citado a audiencia. Es decir, todo un entramado nauseabundo para protegerse entre ellos y salvarse de la cárcel, mientras la población se debate entre las consecuencias de la recesión económica y el espectáculo obsceno de una clase política con papeles de hampa.

Cuando ese lunes 27 de noviembre los fiscales del equipo especial que ve los casos de corrupción develaron la podredumbre que campaba en el Ministerio Público, Patricia Benavides, la suspendida exfiscal, respondió con una movida reptiliana, decretando en el acto la remoción de quien lideraba justamente dicho equipo fiscal. Sin embargo, quien fuera su asesor principal ya había sido detenido y comenzaba a revelar algunos detalles de la actuación de esta señora que confirmaban la sospecha que muchos tenían desde hace tiempo. Y ahora que se ha acogido a la condición de colaborador eficaz, entre otras razones para evitarse la cárcel, las pruebas empiezan a cantar por sí solas, desnudando las protervas intenciones y ejecuciones de esta auténtica banda de forajidos.

Consiguieron, bajo esta modalidad, copar el TC, tomar por asalto la Defensoría del Pueblo, destituir sin pruebas a la exfiscal Zoraida Ávalos, y se encaminaban a traerse abajo a toda la Junta Nacional de Justicia (JNJ), bajo acusaciones febles y sin sentido, sólo por el temor de que dicha institución no les permita llevar adelante todas sus cochinadas. Lo que a éstos les conviene es tener siempre a incondicionales a su servicio, cómplices serviles a sus propósitos delictivos. Y para que su coartada sea perfecta, hizo venir a Lima a todos los fiscales de provincias para que le cubran las espaldas y salga ante las cámaras de la televisión victimizándose y propalando una sarta de mentiras, negando en todo momento la delicada situación en la que se encuentra y desconociendo las evidencias que la incriminan.

Gracias a esas primeras declaraciones del inculpado directo es que confirmamos también las suspicacias que despertaba en algunos el proceder de esta señora. Ni bien accedió al cargo, por ejemplo, apartó a la fiscal a cargo de investigar a su hermana por haber recibido coimas de narcotraficantes para liberar a miembros de sus bandas. Enseguida, las movidas apuntaron a bajarse uno por uno los casos emblemáticos de lucha contra la corrupción, como el que encabezaba el fiscal Rafael Vela Barba, desbancado por la Autoridad Nacional de Control (ANC) del Poder Judicial, institución liderada precisamente por un integrante de su red mafiosa.

Y para coronar su aventura de inmundicia, el TC decreta la libertad del jefe de la tribu, en una movida de sospechosa coincidencia con todo este destape de la alcantarilla mafiosa. Pasando por alto las alertas de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), infringiendo de un modo flagrante las normas del Derecho Internacional, el más alto tribunal peruano que interpreta la Constitución, obedeciendo al entramado delincuencial que se venía abajo, decide colocar al país en una condición de desacato, situación que le acarreará efectos nefastos en el contexto de la comunidad latinoamericana y mundial. Quisieron ocultar la podredumbre descubierta, en una clara intención de crear una cortina de humo para desviar la atención pública, pero el hedor es tan grande que es imposible esta vez que la gente no se dé cuenta de la real dimensión de este tinglado de corrupción.

Jorge Basadre los describió con gran precisión en una pincelada de hace tiempo como los “podridos”, aquellos que “han hecho y hacen todo lo posible para que este país sea una charca”. Pues es en la inmundicia donde medran estos sujetos sin ética ni moral, y pretenden arrastrar a todo un país a sus chiqueros que les sirven de guarida. Ya son muchos años los que seguimos chapoteando en este pantano de corrupción y miseria, mientras la ciudadanía parece haber caído en la catatonia, atada de manos y tapada la boca para hacer frente a esta andanada mafiosa. Sólo unos cuantos colectivos se manifiestan en las calles para gritarles a los podridos que deben largarse, pero no es suficiente. El temor entendible a la respuesta del gobierno, que es con balas y a matar, hace que muchos quizá se abstengan de manifestar su protesta. Pero es en la acción decidida de todos donde se encuentra la clave para sacarlos de sus puestos de privilegio, como se ha demostrado en otras jornadas valiosas de lucha multitudinaria y coordinada. La llamada Generación del Bicentenario tiene todavía una tarea pendiente, no podemos dejar que los que han encharcado nuestra patria se salgan con la suya, ya no es posible seguir soportando tanta ignominia, la voz y la acción del pueblo, el auténtico soberano, debe hacerse sentir para iniciar la urgente labor de profilaxis que el Perú necesita.

 


Lima, 16 de diciembre de 2023.   

sábado, 25 de noviembre de 2023

José Carlos, el cronista

En una era preinternet, antes de que el mundo estuviera conectado de manera instantánea como ahora, José Carlos Mariátegui escribió sabrosas crónicas internacionales ya estando de regreso en el Perú, después de una valiosa estadía y aprendizaje de cuatro años por Europa. Haciendo acopio del servicio cablegráfico de noticias, aquel que utilizaban todos los diarios del mundo para informar lo que sucedía en el planeta, el Amauta analizó y diseccionó la realidad del Viejo Mundo y del Oriente con la experiencia y el amplio dominio que poseía de la escena mundial.

Asombra y admira la sagacidad y agudeza con que se mueve por entre los sucesos y los personajes que hicieron la historia de esos continentes hace cien años. José Carlos escudriña la realidad internacional con una versación y puntillosidad insuperables. Nada escapa a su perspicaz mirada de cazurro observador de los vaivenes políticos de una época signada por la insurgencia del fascismo, la consolidación del comunismo en la Unión Soviética, el problema de las reparaciones de la posguerra, la dictadura de Primo de Rivera en España y también de los sucesos del lejano Oriente, como el conflicto ruso-chino y la lucha por la independencia de la India.

El ensayista peruano, muerto de manera prematura a los 36 años, publicaba sus crónicas en las revistas de entonces, como Variedades y Mundial. Tenía una sección, que titulaba “Lo que el cable no dice”, pues era consciente de que los servicios cablegráficos de las agencias de prensa daban un enfoque a las noticias con un sesgo ideológico definido. Todo ese conjunto de artículos periodísticos se publicó posteriormente en la colección de obras completas del autor, en tres volúmenes y bajo el título de Figuras y aspectos de la vida mundial. José Carlos se detiene en cada país para auscultar su devenir político, su práctica parlamentaria, la dinámica de los partidos y coaliciones luchando por el poder, lo mismo si es Alemania o Francia, Suiza o Grecia. Casi ningún país europeo está ausente de sus lúcidos análisis.

Los artículos van desde el año 1923 cuando, como decía líneas arriba, el Amauta regresa de su periplo europeo al Perú, habiendo desposado, como afirmaba en algún texto autobiográfico, una mujer y algunas ideas, hasta marzo de 1930, semanas previas a su deceso en abril de aquel año. Fue fecunda la estadía en el Viejo Mundo de este hombre dotado de una curiosidad infinita, dueño de una mente preclara que le permitía abarcar con gran clarividencia la menuda marcha de un continente que venía de atravesar por un conflicto bélico que lo había dejado devastado. También están los asuntos económicos y sociales, por supuesto, pero supeditados a la constante de los forcejeos políticos que hacen la vida de todo país moderno.

Premunido de una ideología y una fe, sus apuntes sobre la confrontación entre capitalismo y socialismo en el panorama mundial no lo distraen de los particularismos que subyacen en cada movimiento que, bajo la bandera de una lucha ideológica, pueden esconder intereses contradictorios, que conspiran a la larga contra la propia dirección de su mandato doctrinario, como es el caso de los partidos socialistas europeos, arropados muchos de ellos de prácticas reformistas, concesivas y abiertamente contemplativas frente al avance de la extrema derecha. Los tiempos siguientes le darían la razón, cuando el fascismo y su encarnación alemana, el nazismo, tomarían la dirección de una Europa que desembocaría pocos años después en una de las conflagraciones más fatídicas del siglo XX.

Con una prosa transparente, periodística en el mejor sentido del término, pues yo creo también que el periodismo es uno de los modernos géneros literarios, Mariátegui va desgranando ante nuestros perplejos ojos, todo un paisaje que el mundo vivía hace exactamente un siglo y que, según constan en los sucesos de estos días, parece que volviera como en un reflujo cíclico, como es el caso, por ejemplo, del resurgir de los partidos de ultraderecha que vienen alcanzando el gobierno en varios países de Europa y América.

Una relectura que, en estas semanas, ha sido gratificante y enriquecedora como siempre.


Lima, 24 de noviembre de 2023.   

sábado, 4 de noviembre de 2023

Mujeres, vida, libertad

 

El 16 de septiembre del 2022 fue asesinada Jina Mahsa Amini, una joven iraní de origen kurdo detenida en las calles de Teherán por la policía de la moral -un anacronismo flagrante- por no llevar correctamente el hiyab, el velo islámico de uso obligatorio para todas las mujeres según lo dictamina la sharía. Estuvo algunos días en manos de sus captores, hasta que repentinamente se anunció su muerte. Al parecer, todo indica que en la comisaría fue maltratada, torturada de tal manera que perdió cruelmente la vida.

Al revelarse la noticia, miles de jóvenes iraníes se volcaron a las calles para expresar su protesta por el crimen. Fueron semanas enteras en que hombres y mujeres tomaron las vías públicas, culpando al régimen fundamentalista que los gobierna, por el a todas luces alevoso asesinato de una chica de 22 años que sólo había cometido la falta de no usar como debía la prenda que el poder identifica con la moral y las buenas costumbres. Es increíble que, a estas alturas de los tiempos, todavía existan países donde alguien puede ser penalizado por la forma como va vestido.

Por otro lado, la primera semana de octubre la Academia sueca anunció que la ganadora de este año del Premio Nobel de la Paz era Narges Mohammadi, una activista iraní por los derechos humanos, encarcelada en la prisión de Evin de la capital, por su lucha de tantos años en favor de los derechos y las libertades de las mujeres que viven bajo el opresivo régimen teocrático del país islámico, una realidad que precisamente saltó a la vista de todo el mundo a raíz de la muerte de Mahsa Amini.

Los dos hechos guardan una estrecha relación, no sólo porque la activista promovió desde la cárcel -donde purga una pena injusta impuesta por las autoridades judiciales, que obedecen al poder omnímodo del Ayatola Ali Jamenei-, una valiente protesta quemando el bendito velo islámico junto a sus compañeras de cautiverio, sino porque al ser reconocida por un premio de categoría mundial, se coloca su caso en un lugar visible para escarnecer la política autocrática y ortodoxa que caracteriza a la dictadura religiosa del país persa.

La situación de las mujeres en los países del Medio Oriente, específicamente en Irán, parecen ancladas en la Edad Media, donde una férrea legislación perseguía todo atisbo de libertad para cierto grupo de personas en la sociedad. Es de no creerse que en pleno siglo XXI, cuando en buena parte del planeta se van conquistando gradualmente los derechos a una plena participación de las mujeres en la vida nacional, haya remanentes de una visión estrecha y restrictiva en torno a la forma cómo el género femenino debe regir sus vidas. Me recuerdan, a veces, a esas disposiciones absurdas que imperan aún en algunos centros de enseñanza de Occidente, donde con el pretexto de la disciplina, se obliga a los estudiantes a cumplir reglamentos obsoletos en materia de libertades humanas.

Cómo puede ser posible, además, que, por exigir la plena vigencia de estos elementales derechos humanos, un ser humano, una mujer como Narges Mohammadi en este caso, sea encarcelado en nombre de una moral que fija sus parámetros en aspectos externos, superficiales, de las personas. Todo indica que las concepciones religiosas que pretenden normar la vida secular de los ciudadanos en cualquier sociedad, pecan de ingenuidad o ridiculez, o ambas cosas a la vez, para no mencionar los caprichos inverosímiles que pueden nacer de supuestos textos sagrados escritos hace siglos.

La familia de Narges ha tenido que huir del país hace varios años, víctima del acoso permanente y la hostilidad de las autoridades. Su esposo y sus dos hijos, a quienes no ve desde hace catorce años, viven actualmente en Francia, esperando el momento en que el gobierno de los ayatolas, presionado por la comunidad internacional, por los organismos de derechos humanos, por galardones como el mencionado, decida conceder la libertad a una mujer víctima de disposiciones retrógradas y totalmente desfasadas de época. Esto en paralelo al esclarecimiento de la muerte de Mahsa Amini, cuyos ejecutores deberían terminar en los tribunales y finalmente condenados por el delito cometido. Apuntala esta exigencia, la reciente concesión del Premio Sájarov a esta enésima víctima de la censura, la persecución, la opresión, que desgraciadamente aún imperan en algunos países de nuestro planeta.

 



 

Lima, 1 de noviembre de 2023.

viernes, 20 de octubre de 2023

Ojo por ojo

 

La violenta incursión del sábado 7 de octubre en Israel, perpetrada por el grupo radical islámico Hamás, ha sorprendido al propio sistema de inteligencia israelí, uno de los más sofisticados del mundo. La magnitud del ataque ha sido de tal envergadura, que un ministro del Estado judío lo ha comparado con lo que significó el 11 de septiembre para los Estados Unidos. Burlando unas fronteras con gran control militar, los milicianos palestinos han entrado por aire, mar y tierra a territorio hebreo. Se cree que sólo una preparación de mucho tiempo puede haber producido algo así, y lo curioso es que el servicio de inteligencia de Tel Aviv no lo haya detectado a tiempo, pues el control que ejerce el gobierno de Benjamín Netanyahu sobre la franja de Gaza es total. Lo tiene bloqueado de un modo absoluto, convirtiendo al pequeño territorio de 40 kilómetros por 15 en la prisión abierta más extensa del mundo.

Miles de cohetes y misiles han sido lanzados hacia territorio israelí desde Gaza, donde domina desde 2007 el grupo que ejecuta métodos terroristas. Pero la respuesta del país no se ha hecho esperar. Israel aplica a Palestina los métodos que los nazis utilizaron contra ellos. Una nueva shoá está en camino, o una nakba como dirían los palestinos, un exterminio masivo de la población gazatí a manos de estos verdugos que, validos de su condición de víctimas en el pasado, actúan ahora impunemente ante la vista y paciencia de Occidente, ante la pasividad de las llamadas democracias más avanzadas del mundo.

El señor Antony Blinken, secretario de Estado de Washington, ha tenido el impudor de declarar que su país siempre apoyará a Israel. No necesitaba decirlo, pues es bien sabido que la nación más poderosa del planeta ha estado siempre del lado del régimen sionista. Mientras tanto, el ejército se prepara para una invasión al norte de Gaza. Los palestinos huyen como pueden tratando de evitar una inevitable masacre. El único corredor habilitado para la salida, sin embargo, es bombardeado por las tropas israelíes, matando decenas de personas, entre niños, mujeres y ancianos. Si la acción de Hamás el sábado 7 es execrable por donde se le mire, cómo se puede calificar esta respuesta inicua y criminal de las fuerzas armadas judías, sobre todo si pensamos en las vidas de tantos inocentes que están atrapados en un callejón sin salida. El bombardeo de un hospital en Gaza, donde han muerto cerca de 500 personas, por ejemplo, es de una bestialidad sin nombre, un acto que nos devuelve de un solo plumazo a las cavernas.

Si el mundo sigue en este plan de ojo por ojo, la humanidad se quedará ciega, como dijo alguna vez el líder Mahatma Gandhi, figura capital de los derechos civiles del siglo XX, muerto también a manos de un fanático religioso. Ejercer el supuesto derecho a la venganza nos retrotrae a los tiempos en que las ciencias jurídicas estaban aún en pañales. Han pasado sus buenos siglos y, al parecer, hay naciones o individuos que las representan que siguen creyendo que esa es la mejor forma de hacer justicia. No podemos equiparar el accionar de una facción terrorista que tiene como objetivo aniquilar al adversario, con la de un Estado democrático moderno que, por lo menos en teoría, debe guiar sus políticas por valores que respeten los derechos humanos. Quienes arguyen que la contraofensiva israelí se justifica en su derecho a la defensa, no pueden pasar por alto los estándares del derecho internacional que están en juego.

La solución es aparentemente bien sencilla, ideada desde el inicio del litigio, a la caída del Imperio Otomano en 1917 y cuando, como consecuencia del reparto de las potencias vencedoras de la primera guerra mundial, todo el territorio de la Palestina pasó al poder del Imperio Británico, bajo la condición de un mandato. Y no es otra que la creación de dos estados, uno judío en Israel y otro árabe en Palestina. Sin embargo, tras 75 años de la creación del estado hebreo, no ha sucedido lo mismo con uno palestino. La complejidad del problema tiene que ver con los intereses de las grandes potencias en Medio Oriente, tal vez la región más convulsa del planeta.

El más monstruoso engendro creado por Israel, aquel que le sirvió para arrinconar al ala más moderada de la comunidad palestina, la recordada Organización para la Liberación de Palestina (OLP) cuyo líder histórico fue Yasser Arafat, y cuyo partido Al Fatah gobierna la zona de Cisjordania, es nada menos que este Hamás, la banda terrorista que ahora se alza contra su benefactor del pasado, como suelen hacerlo las entidades cuya existencia sólo se explica por razones utilizarías y pragmáticas.

El camino para encontrar una salida a este antiguo problema es peliagudo y espinoso, a pesar de su sencillez, como señalé antes. Lo terrible es que mientras tanto seguirán muriendo inocentes de uno y otro lado, se seguirá derramando sangre de manera inútil y descabellada, poblaciones enteras continuarán viviendo presas del miedo y la angustia, sobreviviendo en la peor de las incertidumbres, no sabiendo en qué momento un arma letal acabará con sus vidas ni cuándo serán empujados otra vez a la estampida. La sociedad occidental, que blasona de su condición de civilizada y cristiana, no puede permitirse esta barbarie en pleno siglo XXI. La situación humanitaria en Gaza es una afrenta inaceptable para los pocos rasgos de humanidad que aún nos quedan en este mundo.

 

Lima, 16 de octubre de 2023.



lunes, 16 de octubre de 2023

El camarada Eudocio

 

Yo era un muchacho de catorce años cuando los diarios publicaron la noticia de la muerte de Eudocio Ravines, una figura fascinante de la historia política del Perú. En uno de esos diarios, que ya leía con cierta frecuencia, fueron apareciendo fragmentos, a modo de capítulos por entregas, de la biografía del personaje. Como tenía la costumbre de leer todo el periódico, pues de esa manera me fui enterando de la vida y aventuras de quien ahora es el principal protagonista de la novela El camarada Jorge y el Dragón (Alfaguara, 2023), del escritor peruano Rafael Dumett. Era 1979 y tal vez en ese momento no reparé lo suficiente en la peripecia de este periodista y político de sinuosa y controvertida trayectoria.

La novela empieza con un Eudocio Ravines deambulando por el centro de Ciudad de México, pensando en volver a casa y llevar al circo a su mujer y a su hijo. Ha salido del periódico donde trabaja y siente que unas miradas lo siguen. Trata de escabullirse, para confundir a su hipotético perseguidor, internándose por las callejuelas que desembocan en la Av. Reforma, a la vez que busca un teléfono público para hacer una llamada y anunciar su llegada a su familia.

En el segundo capítulo la narración se desplaza a la infancia del protagonista en Cajamarca, donde vive con sus padres y sus hermanos. Un día su padre, Víctor, debe partir en busca de mejores oportunidades laborales, mientras su madre se ocupa de las labores caseras y se queda a cargo de los niños. Su abuelo José Manuel los visita con regularidad, y cuando éste muere, un pariente le consigue a su madre un puesto de preceptora en el pueblo de Matara, a algunos kilómetros de Cajamarca. Allí, mientras lidia con los abusos del hacendado, llega un día a la escuela la tía Adela, hermana de Víctor, para comunicarles que su hermano ha fallecido en una reyerta de caucheros en la frontera con Brasil.

Es el momento en que la vida de Shito, como lo llaman todos en casa, adquiere un rumbo que lo va a llevar por diversos escenarios que van preparando el increíble destino que tuvo. Pronto lo encontramos viviendo en la casa familiar de los Ravines en Cajamarca, con el tío Belisario a la cabeza. Por su intermedio ha conseguido un trabajo en la Casa Sattui, el centro comercial más importante de la ciudad. Shito ocupa la pieza de la biblioteca, donde pasará largas horas hurgando y leyendo la copiosa colección que aguarda en los anaqueles. Un libro que lo sorprenderá, y que será su texto de cabecera, es la Vida de Jesús, del escritor e historiador francés Ernest Renán.

También vive en aquella mansión la tía Laura y sus hijas, así como tía Adela, con quien vivirá y descubrirá aspectos perturbadores de la vida adulta, siendo todavía un joven que no ha pasado de los veinte años de edad, a pesar de los breves escarceos amorosos con Cuchita, una joven que conoce en la tienda y que un buen día le anuncia que no quiere verlo más porque su padre le ha dicho que no puede salir jamás con el sobrino del asesino de Llaucán. Conoce igualmente a Segundo, el hijo indio del tío Belisario, a quien imparte lecciones por encargo de este tío que goza en la localidad del prestigio y la gloria al haber sido uno de los héroes de las batallas de San Pablo y de Chorrillos durante la Guerra del pacífico. Exhibe ufano las medallas con que fue condecorado por el gobierno de Piérola.

La narración se centra luego en la figura de este soldado que ahora es una personalidad relevante en la vida política del departamento, como que ocupa el cargo de Prefecto. Siendo la primera autoridad de la región será partícipe de un hecho luctuoso que su sobrino tratará de soslayar cuando haga más adelante el recuento de su vida en su libro autobiográfico La gran estafa. Se trata de la denominada matanza de Llaucán, donde un grupo de campesinos arrendatarios del poderoso hacendado Don Eleodoro Benel, son reprimidos violentamente por las fuerzas del orden cuando expresan su protesta por el abusivo proceder del potentado, quien pretende subirles el alquiler de las tierras que él controla. Hay decenas de muertos que la prensa y los amigos del hacendado tratan de ocultar.

Cuando Belisario Ravines empieza a sentir los estragos de la enfermedad que lo carcome, la casa experimenta un remezón que pone de cabeza el orden establecido. El cancro va minando vertiginosamente la salud del oficial que combatió en las históricas jornadas épicas de la guerra contra el invasor. Shito contempla con pasmo el deterioro del hombre que se había erigido en su protector. Sabe que, en simultáneo con la desaparición física de su mentor, se vienen grandes cambios en su vida personal.  

La obra es la primera parte de un proyecto que formará una saga de la vida de quien fue en su juventud militante de los primeros movimientos revolucionarios del Perú, integrando alguna célula aprista cuando Haya de la Torre proclamaba su singular ideología. Luego pasaría a integrar el Partido Socialista de José Carlos Mariátegui, para, a la muerte del Amauta, convertirse en la figura número uno de la izquierda peruana y rebautizar su partido como Partido Comunista del Perú, organización que formó parte de la Tercera Internacional, bajo la égida de Moscú. Luego vendría el desencanto con el comunismo, a raíz de una visita a la Unión Soviética de Stalin, y su giro radical hacia la extrema derecha como anticomunista furibundo. Sus simpatías con los regímenes militares fascistoides de América Latina y su relación muy estrecha con la CIA, terminan por redondear esta imagen poliédrica y contradictoria del personaje central del proyecto novelístico de Dumett.

 

Lima, 19 de agosto de 2023.



Devorados por la selva

A casi cien años de su publicación, he tenido la oportunidad de leer una de las novelas que los críticos han considerado entre las cinco que fundaron la denominada narrativa de la tierra. Se trata de La vorágine, de José Eustasio Rivera, poeta, escritor y diplomático nacido en 1928 en Neiva, en el departamento de Huila, Colombia. Desde muy joven dio a sentir su inclinación por la poesía, siendo reconocido pronto como uno de los autores más prometedores en dicha carrera literaria. Estudió educación y posteriormente derecho y ciencias políticas. Como abogado, integró la delegación colombiana designada por el gobierno para el trazado de la frontera con Venezuela. Allí es donde tiene la ocasión de internarse por primera vez en las selvas del Orinoco y del Amazonas, sufriendo también los embates de una región inhóspita y salvaje.

También integró la representación de su país para la celebración de los centenarios de la independencia de México y el Perú, en 1921. Ese mismo año publicó su primer libro, Tierra de promisión, un volumen de 55 sonetos de estirpe modernista, a contrapelo de lo que en ese momento se imponía en el continente con la irrupción de los movimientos de vanguardia. Luego de visitar algunos países de Latinoamérica, se dirigió a los Estados Unidos, donde lo sorprendió la muerte en Nueva York mientras gestionaba la traducción de su novela al inglés. Los informes médicos diagnosticaron derrame cerebral ocasionado por la fiebre palúdica, enfermedad que habría contraído en sus incursiones por la jungla amazónica. Pero recientes estudios de su caso hablan de la posibilidad de una cisticercosis, una infección de los tejidos causada por parásitos.

La novela narra la aventura de Arturo Cova, un poeta bogotano que se enreda sentimentalmente con Alicia, una muchacha cuya familia la había prometido a un hombre mayor. Ante el escándalo que suscitaría en la familia y en la ciudad, ambos deciden huir, iniciándose la peripecia que primero los llevaría a la región de los llanos, para después penetrar en los bosques densos de la manigua, donde serían testigos de la explotación del caucho, que por esos años hacían de las suyas empresarios inescrupulosos como el peruano Arana. El relato combina de esta manera la denuncia social y la descripción lírica del paisaje; la vil explotación a que son sometidos hombres y mujeres para extraer la goma de los árboles, así como la cruda presentación de una realidad geográfica con el lenguaje refinado de un poeta citadino.

Al poco tiempo de errar juntos, un incidente separa a la pareja. Otros personajes se van sumando a la trama, haciendo de esta travesía una especie de inmersión en los infiernos para el protagonista, quien va conociendo a tipos diversos como el coronel Funes, el Cayeno, Barrera, Ramiro Estévanez y Clemente Silva, por un lado; y por el otro, a mujeres como la nativa Griselda, la turca Zoraida Ayram y la cautiva Clarita. Cada quien tiene asignado un papel en este tejido enmarañado de ambiciones y traiciones, de venganzas y crímenes. Por ejemplo, cuando Cova se entera de que Alicia ha caído en manos de Barrera, todo su derrotero apuntará a encontrarla y tomar venganza de su captor. Simultáneamente conoce a Clemente Silva, viejo conocedor de la intrincada región, quien vive con el objetivo de encontrar a su hijo Lucianito, perdidas casi las esperanzas de hallar a su hija, también extraviada desde que se fugó con un fulano.

El sorprendente relato de la leyenda de la Mapiripana, realizada por un personaje de la novela, simboliza todo el embrujo y el destino de quienes caen en las redes misteriosas de la floresta. Esta deidad fluvial subyuga y pierde a los hombres, los imanta con su poder irresistible, como a ese misionero abusador de niñas indígenas que, seducido por la belleza de la mujer, cae cautivo en sus brazos. Luego ella alumbra un ser monstruoso, vampiro y lechuza, que martiriza hasta la muerte al desgraciado. En ese mismo sentido se sitúa Zoraida Ayram, la turca que encarna en su salvaje sensualidad a la selva agreste y devoradora. Es el último escalón adonde desciende Arturo Cova, en esta odisea ctónica en la que es atrapado por la manigua.

Cuando al final se produce el reencuentro de la pareja inicial, Alicia está encinta y próxima a dar a luz, mientras en feroz contienda se produce la muerte atroz de Barrera, devorado por los caribes, peces carnívoros de los ríos amazónicos. Se separan definitivamente de don Clemente, a quien el protagonista deja sus manuscritos donde está contando su peripecia. Su decisión es dramática, pues significa adentrarse en lo más profundo del bosque. Y cuando el texto llega a las manos del cónsul, el único comentario telegráfico es que nuestros personajes se perdieron para siempre, devorados por la selva.

La vorágine es una narración que se lee como sugiere el título, lenta y pausadamente al comienzo, para hacerse al final vertiginosa, precipitándose el lector en un vórtice de hechos y acontecimientos que lo conducen al desenlace en un trágico final. Al filo de su centenario, la novela se yergue como un hito referencial de la novelística desmitificadora de la naturaleza, lejos de la visión idílica y bucólica del romanticismo e incluso del modernismo en boga.

Lima, 6 de agosto de 2023. 



domingo, 2 de julio de 2023

La madre de Pável


Una novela largamente postergada en mi lista de lecturas, de manera evidentemente injusta, ha sido La madre, de Máximo Gorki. La clásica obra del escritor ruso ha debido esperar este preciso momento para ser apreciada en su justa medida. Desde las primeras líneas, como sucede con las grandes creaciones, seduce de forma espontánea y concluyente al lector, envolviéndolo con su persuasiva y sugerente trama.

La historia del joven estudiante Pável Vlásov y su madre, nos presenta el panorama previo a los grandes acontecimientos que transformaron, para bien y para mal, a la esclerótica sociedad rusa de comienzos del siglo XX. Son los prolegómenos de la denominada gran Revolución de Octubre de 1917, que a la luz del tiempo y de una correcta interpretación histórica, no fue sino, como lo ha reafirmado varias veces el mismo Noam Chomsky, un anodino golpe de Estado, protagonizado por unos perspicaces políticos encabezados por Vladímir Ilich Ulianov, el legendario Lenin.


A la muerte del padre, un hombre violento e irascible que maltrata a la madre y oprime de manera autoritaria al hijo, la actitud de Pável da un vuelco radical. Cuando la madre lo ve un día leyendo un libro que había traído, una vaga inquietud estremece su alma. El joven ha comenzado a frecuentar los círculos revolucionarios y se involucra en la distribución de unas hojas sueltas con proclamas rebeldes.

Se reúne en casa con un grupo de amigos que comparten sus mismos objetivos, ante la mirada suspicaz de la madre, quien al principio recela de todos. Lentamente los va conociendo y va entendiendo que no son gente de mala entraña, sino jóvenes imbuidos de un espíritu purificador, que buscan cambiar la forma de vida de la gente más humilde, que vive sometida a una rutina vil y degradante.

Un día llega la policía y registra la casa de Pável. Se llevan detenidos a dos camaradas, entre ellos a Andréi, alias el Jojol, quien vivía con ellos. Pelagueia sufre cada vicisitud de cada miembro del grupo, su grado de identificación con ellos es cada vez más acusado, sus sentimientos maternales se extienden a quienes participan y colaboran con el hijo en su loable objetivo de alcanzar la verdad y la justicia para sus hermanos.

En los siguientes capítulos asistimos al lento pero seguro proceso de transformación de la sensibilidad de la madre hacia los quehaceres de agitación revolucionaria de su hijo. Esa mujer que vivía en función de su marido, principalmente, sometida a sus caprichos y dictámenes, se va emancipando moral y espiritualmente de sus fuertes lazos y va tomando consciencia de una realidad que en su rutina enceguecedora no veía. La prédica de Pável, las pláticas domésticas de su grupo, le han abierto el camino para su gradual ascensión a la cumbre de la consciencia social.

Es así que la madre, primero por devoción al hijo, pero luego por propia convicción, va propagando las nuevas ideas en una labor de proselitismo político por las aldeas y pueblos circunvecinos, llevando el mensaje de verdad y justicia a los mujiks que por siglos vivían bajo el régimen opresivo de los zares.

Cada vez más convencida de la causa que abrazan su hijo y sus camaradas, la madre ha perdido el miedo y se expone a todos los riesgos con tal de propagar la nueva fe en la verdad. Cuando ve que cada uno de los integrantes de la célula van cayendo, comprende que ese destino puede ser el suyo también.

Durante el juicio a Pável y los suyos, se muestra serena y reflexiva, anticipándose a lo que puede suceder. Y cuando los jueces dictaminan que todos deben marchar al destierro, comprende que esa es la lógica con que se maneja este mundo. El discurso de Pável ante el tribunal ha sido brillante, la madre está orgullosa de él y se apresta a distribuir ese mensaje por todos los rincones de la región. Pero la policía secreta le sigue los pasos, la va cercando cuando se encamina a propalar las palabras justas de Pável describiendo una realidad de iniquidad e injusticia. Al fin cae bajo el zarpazo de la autoridad, de los agentes que fungen de guardas del orden establecido. La madre es sometida al escarnio de la fuerza bruta que no repara en ninguna condición personal, que actúa ciegamente obedeciendo a una orden superior, que se ceba siempre con los más humildes y desprotegidos de este mundo.

Exponente mayor de la escuela rusa del llamado realismo socialista, corriente literaria erigida por el régimen soviético como la más idónea para propalar los principios y los dogmas de la revolución, la novela logra esquivar las trampas maniqueas y binarias de dicho movimiento gracias a la trama verosímil del autor y a una prosa que alcanza en muchos momentos ciertas alturas líricas que no se compaginan con la preponderante sequedad y utilitarismo de los preceptos de aquella. La pluma versátil y cautivadora de Gorki, puesta de manifiesto en sus hermosos textos autobiográficos, preside la ficción de cabo a rabo.

Ha sido sin duda una lectura reconfortante, más allá del final abierto donde vemos a la madre, que se ha convertido en una pieza fundamental en la labor de los jóvenes rebeldes, caer en las sucias garras de un poder abusivo y embrutecedor.

 

Lima, 30 de mayo de 2023.

lunes, 15 de mayo de 2023

El ojo moro

 

Un episodio extraliterario, un incidente más propio del mundo callejero que de los salones de la tertulia o el arte de las letras, ha servido de comidilla durante más de cuatro décadas, alimentando las especulaciones, desatando las hipótesis de periodistas, críticos, escritores, amigos y todo tipo imaginable de la fauna literaria, sobre los motivos, las razones o sinrazones de un acto violento protagonizado por dos de los autores más representativos de la literatura latinoamericana.

Este hecho ha sido materia de Los genios (Galaxia Gutenberg, 2023), la reciente novela de Jaime Bayly. El contundente derechazo que le propinó Mario Vargas Llosa a su, hasta entonces, mejor amigo, su compadre, el colombiano Gabriel García Márquez, mandándolo a la lona en un teatro mexicano, ha sido reconstruido con todos los pormenores que tanto los testimonios como la imaginación han aportado a su osado autor. La fotografía que Gabo se hizo tomar con el ojo moro con un amigo mexicano, se difundiría por todo el orbe literario y no literario como el símbolo y la seña de aquel incidente desagradable. Pero el colombiano lo tomó con humor y allí está para los anales del anecdotario latinoamericano.

Bayly es un narrador entretenido, cuyas novelas se leen con agrado y curiosidad, pero la mayoría de ellas son de poco calado, exploran minuciosamente la superficie de las cosas, sin profundizar en el trasfondo de la condición humana, ajenas a ese poso subterráneo de la aventura existencial. Sin embargo, esta novela parece ser una de las excepciones.

La novela empieza precisamente con la memorable trompada, luego salta dos años atrás cuando el matrimonio Vargas Llosa se muda de Barcelona a Lima. Aquí precisamente, en el transatlántico que los traía de Europa, se produce el encuentro del escritor con Susana Diez Canseco, la joven modelo por la que abandona a Patricia ni bien arriban al Callao. Mientras ella se establece en la casa que Mario ha edificado en Barranco, él se va con su amante a California, ciudad en la que viven Dorita y Ernesto, los padres del escribidor. El día que se conocieron los futuros compadres, y la mutua admiración que ambos se prodigaban, queda claro, desde las primeras páginas, que fue en Caracas en 1967, cuando el peruano asistía a recibir el Premio Rómulo Gallegos por una de sus novelas, y el colombiano acudía a presenciar la importante ceremonia.

Posteriormente encontramos a las dos familias establecidas en Barcelona, pues el relato no sigue una línea temporal sucesiva, sino que alterna hechos diversos situados en tiempos diferentes. Como, por ejemplo, el feliz encuentro en Londres entre los García Márquez y un joven cantante andaluz llamado Joaquín Martínez, conocido mundialmente como Joaquín Sabina.

Después está el viaje de Mario a República Dominicana, para la filmación de un documental sobre Rafael Leonidas Trujillo, el dictador que más adelante sería el protagonista central de su novela La fiesta del chivo. Empalma con otro proyecto cinematográfico, esta vez a cargo de la Paramount, que ofrece a Carmen Balcells una fortuna por los derechos de Pantaleón y las visitadoras, a la sazón la reciente novela de Mario.

Hay otro salto temporal que nos lleva al casamiento de Mario y Patricia, en una iglesia de Miraflores y con apenas seis invitados. Intercala en este apartado un hecho poco verosímil: la irrupción en plena ceremonia religiosa del padre del novelista, pistola en mano, con el fin de interrumpir la boda alegando su nulidad.

El encuentro de los García Márquez con el poeta chileno Pablo Neruda en Barcelona, a inicios de los años 70, donde lo alojaron unas horas en su casa de paso a Valparaíso, está lleno del risueño humor que compartían el colombiano y el chileno. Sería la última vez que lo verían, pues el poeta regresaría a Chile, luego estaría brevemente en París y finalmente moriría en su país poco después del golpe de Estado de Pinochet.

Mientras tanto, Patricia fue convencida para viajar a Barcelona y pasar unas semanas con los García Márquez. Lo que no sabía era que en la misma ciudad se encontraban Mario y Susana, ella después de su regreso violento de Madrid, rescatada por su novio del tácito secuestro en la que la tenía su esposo Andrés, quien había intentado suicidarse y por eso Susana acudió a verlo.

Es en este escenario donde se habría producido el hecho en cuestión, es decir, a juicio de Mario, el acto de traición de Gabriel al haberse sobrepasado con Patricia en la noche que ella debía partir para Lima desde el aeropuerto de Barcelona. Pues, según la versión de García Márquez, a la que se ciñe el narrador, el suceso no habría tenido la connotación que luego se difundió como la verdad y que fue el motivo central para la furibunda trompada que acabó con una amistad y dio inicio a la mitología, a la leyenda que han tratado de rastrear, al parecer con poca fortuna, los numerosos periodistas y algunos biógrafos de ambas orillas del Atlántico.  

No sería extraño que ahora, Vargas Llosa, a sus 87 años cumplidos, tome un vuelo hasta Miami, busque al autor de esta novela y le aseste un derechazo, como el que derribó a García Márquez esa impávida tarde de 1976 en un cine mexicano, diciendo: "Esto es por lo que le haces a un Premio Nobel". Sería una respuesta natural de una persona que tiene la costumbre de resolver sus cuestiones personales, o eso cree él, de manera expeditiva. Es decir, todo este bolondrón pudo haber nacido de un malentendido, de un hecho que tal vez no ocurrió, pero las consecuencias ya se presentaron, la realidad ya tomó un rumbo definitivo, los personajes ya van dejando este mundo y más adelante sólo será una anécdota de esta singular historia de la cultura del siglo XX.

 

Lima, 30 de abril de 2023.

domingo, 23 de abril de 2023

Decir la verdad

 

Mitsusaburo asiste a los funerales de su amigo, quien se ha suicidado colgado desnudo en su habitación, la cara pintada de bermellón y con un pepino en el ano. Al regresar a su casa encuentra a su mujer ebria con una botella de whisky en la mano. Su hijo, que padece una severa afección mental, lo mira impertérrito con ojos inexpresivos. Al salir con el perro a la calle tropieza y cae en un pequeño pozo, desde donde se lanza en meditaciones y recuerdos sobre el amigo muerto y sobre su hermano Takashi que vive en los Estados Unidos. Este es el comienzo, como un cuadro naturalista de un paisaje existencial, de la afamada novela El grito silencioso, del escritor japonés Kenzaburo Oé, Premio Nobel de Literatura 1994, recientemente fallecido a los 88 años.
Al regresar Takashi del extranjero, lo esperan en el aeropuerto sus amigos Hoshio y Momoko, aparte de Mitsu y su mujer. El vuelo se ha retrasado y todos deciden alojarse en un hotel próximo al campo de aterrizaje, desde donde se contempla la atmósfera gris y fría de la ciudad. Takashi llega con nuevos planes que piensa compartir con su hermano, empezando por instalarse en Shikoku.
La prosa de Kenzaburo es descarnada y frontal, despojada de todo atributo retórico, sus descripciones realistas poseen atisbos naturalistas. Están presentes en sus escenarios los espacios típicos y tradicionales del Japón y retratos vivos y nada complacientes de los más variados tipos humanos.
Los dos hermanos se ponen a evocar la muerte de S, el hermano mayor que murió en el ataque a la colonia de coreanos. Sus recuerdos difieren, como si cada quien describiera las imágenes de un sueño, del propio sueño dentro de ese gran sueño general que es la existencia humana.
Hay otro episodio en la familia de los Nedokoro que constantemente es evocado en la narración: la revuelta de Man'en, protagonizado por el bisabuelo de Mitsu y Takashi y su hermano menor, quien al parecer logró escapar vivo de la ejecución que sufrieron los rebeldes, llegando luego a Osaka y Tokio, según se dice. Levantamiento que también trataría de imitar Takashi en contra del Emperador de los Supermercados, cuyo dueño es coreano, de acuerdo a los comentarios de la gente del pueblo.
Mitsu no se siente identificado con el valle, adonde ha sido llevado por Taka con la promesa y la esperanza de una nueva vida. Pero luego se entera de que su hermano ha dispuesto de las tierras y los bienes de la familia para el trato con el Emperador de los Supermercados. Está decidido a volver a la ciudad, a pesar de que su mujer le haya dicho que piensa quedarse con el grupo de Taka y sus amigos.
Takashi y su grupo promueven una revuelta contra el Emperador de los Supermercados, saqueando la tienda del pueblo, en un intento por evocar los sucesos de Man'en del pasado. Mitsu se mantiene al margen, a pesar de los intentos de su mujer y los hijos de Jin -la mujer que los crió siendo niños- de involucrarlo. La noticia que ha exacerbado los ánimos de la gente es saber que el dueño del gran establecimiento no sólo es coreano, sino que piensa visitar el pueblo con sus matones para escarmentarlos.
Como era lógico suponer, Mitsu se entera en algún momento, por boca de Hoshi, de que su mujer se ha enredado con su hermano, revelación que lo desconcierta evidentemente, pero ante la cual adopta una postura de resignada clemencia. Sin embargo, cuando una tarde Natsumichan llega apresurada a buscarlo al almacén, para informarle que Taka ha tratado de violar a una chica en el valle y que debe acompañarla, Mitsu comprende lo disparatado y absurdo que puede mostrarse a veces el destino.
A continuación vendrá el testimonio más desgarrador y violento de la novela, el relato que hace Takashi a Mitsu de cómo abusó de su hermana discapacitada, el aborto al que fue sometida y el suicidio con el que acabó su vida. Todo contado con una perturbadora frialdad, casi como alardeando de su crimen, por lo demás muy común en él, después de lo sucedido en otras ocasiones. La narración se precipita hacia un final trágico con la muerte de Taka, quien también se ha suicidado en el almacén donde vivía apartado Mitsu para realizar sus trabajos de traducción. Una característica del hermano menor era su propensión ineludible de decir la verdad, así ello signifique su propia condena. Todos los intentos del mayor por ayudarlo, se estrellaban contra esta invulnerable pared de su personalidad.

En paralelo a la llegada del coreano Pek Sun Gi, el dueño del negocio más importante del pueblo, conocido como el Emperador de los Supermercados, para dirigir los trabajos de demolición del almacén y su consiguiente reubicación, Mitsu recibe otra noticia de parte de su mujer. Le dice que está embarazada, y que el hijo será de Taka, instándolo a que acepte el trabajo de traductor en el África, mientras ella se va a vivir con sus padres con el hijo de ambos y el nuevo bebé. Con gran sutileza también le inquiere si los dos podrían tener una nueva posibilidad. Mitsu primero se niega, después de todo lo sucedido, pero luego cede y acepta el puesto de profesor que le ofrece una universidad.

Es el final de una narración donde el novelista japonés rastrea la historia de una revuelta protagonizada por el hermano menor del bisabuelo de Mitsu y Taka, movimiento que éste quiso resucitar en su intento de enfrentarse al todopoderoso magnate del comercio en el valle. El hallazgo de un sótano ignorado debajo del almacén, donde son encontrados papeles reveladores del abuelo relatando la insurgencia de sus antepasados, arrojan luces sobre el proceder de Taka y su luctuoso fin. Hay varios elementos claves que el personaje principal va descifrando para entender sus esperanzas frustradas y el nuevo mundo que insurge de tantos hechos aparentemente inconexos.

 

Lima, 22 de abril de 2023.

domingo, 9 de abril de 2023

¿Quién mató a Rosalino Flórez?

 Se han cumplido, hace poco, los cien días de este gobierno presidido por la señora Dina Boluarte, tiempo en que el país estuvo envuelto en una serie de marchas de protesta, manifestaciones callejeras, paralizaciones y bloqueos de carreteras que no eran sino expresiones de una crisis política y social que estalló cuando el expresidente Castillo decidió, en un acto desesperado, dar un golpe de Estado, para salvarse de una hipotética vacancia que el Congreso cocinaba para ese mismo día.


Durante estos más de tres meses, las poblaciones del Perú, preferentemente las del sur, han demostrado su profundo descontento por la forma cómo se han desarrollado los hechos a partir de ese día, pues si bien la sucesión presidencial se ha cumplido según manda la ley, por lo que se puede decir que la presidenta posee legalidad, en realidad lo que ha sucedido es que el poder ha vuelto a manos de las fuerzas de la oposición, de los sectores que desde el parlamento se dedicaron a sabotear sistemáticamente al gobierno elegido el 2021, independientemente de los errores y las falencias que éste pudiera exhibir. Es decir, los partidos de la derecha conservadora y reaccionaria, que detentaron el poder desde hace doscientos años, no podían soportar ser desbancados de un sitial que fue para ellos su coto de caza preferido durante toda la república.

Los rostros conocidos del fujimorismo ramplón y sus corifeos volvieron a ocupar los ministerios y los puestos claves de la administración pública, ante el silencio y la vista gorda de cierta prensa que también fue parte del cargamontón que arrinconó al gobierno de Castillo. No digo que éste mereciera quedarse, por todo lo que se fue descubriendo en el tiempo que ocupó palacio de Pizarro, sino que la salida estaba más en consonancia con lo que exigían los hombres y las mujeres del país todos los días en las calles y las plazas: la inmediata convocatoria a nuevas elecciones y la renovación total del Congreso, recinto que la gran mayoría de representantes convirtieron en su guarida para perpetrar todas las fechorías que conviniera a sus mezquinos intereses.

Pero lo realmente macabro vino enseguida, con la represión más brutal de que se tenga memoria en el Perú y aun en el mundo. Más de sesenta muertos, decenas de heridos, muchos ellos de gravedad y de por vida, es el saldo luctuoso de un gobierno que no tiene más argumentos que los gases lacrimógenos, los perdigones y las balas, arrojados a mansalva contra ciudadanos inocentes cuyo único delito es ejercitar su derecho a la protesta. Cuántos jóvenes, adultos y niños han sido víctimas de la insania homicida de las fuerzas del orden, que actuaron con absoluta impunidad disparando a matar con el aval y la anuencia de sus respectivos comandos policial y militar, así como de los ministros del ramo que hasta ahora se pasean campantes y orondos como si nada hubiera ocurrido.

A los numerosos nombres de hombres y mujeres que han caído en las jornadas de lucha de estos meses, se suma el de Rosalino Flórez, la última víctima del criminal régimen que ostenta el poder en el Perú. Este joven de 22 años, estudiante de gastronomía, fue herido gravemente el 11 de enero en el Cuzco, en una manifestación que era reprimida, como siempre, a balazos y perdigonazos por una policía desatada y sin control. El cuerpo de Rosalino recibió más de veinte perdigones cuando se encontraba escondido tras de un árbol en una avenida céntrica de la ciudad imperial y corrió al ver que un efectivo venía hacia él con el arma en ristre. Fue traído a Lima, donde estuvo internado en el Hospital Loayza hasta el pasado 21 de marzo, cuando falleció al tener comprometidos varios órganos vitales por la criminal arremetida policial.

El asesinato de Rosalino Flórez tiene obviamente un culpable. Hallarlo es el objetivo de sus familiares, de sus padres sumidos ahora en el dolor más inaudito, para que se pueda cumplir lo mínimo exigible en estas circunstancias: justicia, pues su vida le fue arrebatada de una manera artera, absurda e injusta. Que se identifique al hombre uniformado que disparó contra el joven estudiante, y que después puedan ir también a los tribunales los responsables mediatos, el ministro y la presidenta, a quienes les espera al final de su mandato juicios no sólo por este crimen, sino por todos los otros que igualmente claman justicia.

El Ejecutivo y el Legislativo poseen un alto nivel de rechazo ciudadano, lo demuestran las encuestas que a nivel nacional sondean las preferencias del pueblo peruano. La legitimidad de este régimen está por los suelos, lo cual exige una respuesta acorde a la realidad, una democracia no puede sostenerse en medio de un cuestionamiento permanente al gobierno de parte de la ciudadanía, con los funcionarios gubernamentales atrincherados en la Casa de Pizarro, pues a donde quiera que van reciben el repudio explícito de la gente, que los ve propiamente como usurpadores que han hipotecado el poder a personas que no fueron elegidas por el pueblo y como cómplices de todas las muertes habidas hasta ahora.

Lo que no se puede tolerar es la indiferencia de algunos sectores de la población, que creen que el pueblo se cansará de manifestarse y las aguas volverán a su nivel, para dar continuidad a un gobierno que no posee un ápice de comprensión, que vive en una realidad paralela con el convencimiento de que pueden quedarse hasta el 2026, lo que sería francamente inaceptable. Peor todavía, hay quienes justifican la actuación policial, con el razonamiento falaz de por qué tenían que salir a protestar los que murieron en la lucha, que tal vez fueron los que lanzaron piedras a la policía y ésta tenía que defenderse para imponer el orden. En fin, una imperdonable falta de empatía con las víctimas, con quienes están en inferioridad de condiciones físicas frente a aquellos que poseen armas de fuego.

 

Lima, 26 de marzo de 2023.   

jueves, 23 de febrero de 2023

Edgardo

 He recibido el hermoso volumen Edgardo, siempre Edgardo (2022), dedicado a mantener fresca la memoria del escritor Edgardo Rivera Martínez, donde Betty Martínez, su leal esposa, ha tenido el amoroso cuidado de reunir los recuerdos, estampas, evocaciones, homenajes, palabras de amigos y lectores que Edgardo cosechó en una dilatada existencia dedicada a cincelar en oro los vaivenes y vicisitudes, las venturas y desventuras del ser humano a través de la magia de su escritura.

Recuerdo la vez en que, con mucho temor y temblor, le envié los textos que conformarían mi primer libro. Pasó un tiempo y no obtenía respuesta, pero cuando volví a escribirle, muy avergonzado, para decirle qué le habían parecido, su réplica fue inmediata. Me confirmó que los estaba leyendo muy complacido, por ello la demora, comentando luego a quien estaba con él en ese momento, que no se explicaba cómo había aparecido ese joven jaujino que escribía de tal manera y, sin embargo, no era conocido.

Tuvo la generosa deferencia de escribir unas palabras para la contraportada de mi libro. Cuando éste se publicó, finalmente, hacía unas semanas que Edgardo había partido. Ya no pudo estar en la presentación del mismo, como me hubiera encantado. Su muerte me dolió de una manera especial, era como si uno de esos tíos queridos y respetados de la familia dejaran un vacío insondable en la casa del alma.


Me imagino a Edgardo sentado en su silla de mimbre en el centro del patio de su casa de Jauja, contemplando la luz diamantina de la mañana, o en su espaciosa habitación observando por la ventana en actitud meditativa, sumido en hondos pensamientos que luego él revestiría de sutiles imágenes poéticas. El sol espléndido del mediodía andino reverbera en los cristales de los grandes ventanales de la fachada principal. El tiempo discurre con una parsimonia singular, única, casi metafísica.

Me gusta pensar que Edgardo habría tenido la misma perspectiva de la ciudad desde el balcón de la segunda planta de su casa que la que yo tengo ahora desde otro balcón a apenas cien metros del suyo. Las mismas cúpulas plateadas de la Iglesia Matriz, los mismos furtivos tejados y el mismo cielo en lontananza; este crepúsculo inverosímil que contemplo con arrobo, el sol jugando a las escondidas con las nubes, el incendio melancólico del poniente, lo habrían encandilado.

Ahora que lo pienso mejor, esa famosa dicotomía entre lo andino y lo universal, del que tanto ha hablado la crítica, en Jauja no se vivía como tal, pues en su talante cultural, en su idiosincrasia de ciudad cosmopolita, lo andino era lo universal, así como lo universal era lo andino, sin oposiciones ni conflictos. Ese abrazo cultural se vivía como algo natural, era el mismo oxígeno que se respiraba en el aire benéfico de la ciudad.

De él se puede decir sin temor a equivocarse, como tal vez de pocos del mundo literario o artístico en general, que, a la par que un gran escritor, era una gran persona. Su bonhomía, su trato de caballero, su decencia y cordialidad, así como su carencia absoluta de petulancia o soberbia, lo pintaban de cuerpo entero como un hombre a carta cabal. Siempre tuve esa impresión de las pocas veces que lo vi y lo traté. Toda su figura despedía un aura de serenidad y mesura. Se podría decir que en su talante convivían armoniosamente la apostura flemática de un caballero inglés y la serenidad apolínea de un héroe griego. Su legado es interminable.

 

Lima, 14 de febrero de 2023.

sábado, 11 de febrero de 2023

Una revolución frustrada


La historia de los movimientos revolucionarios en América Latina es un fenómeno fascinante, de donde se extraen enseñanzas valiosas para entender los proyectos que se han ideado y puesto en práctica con el fin de imponer los cambios que nuestras sociedades necesitan para alcanzar los niveles de vida que los pueblos se merecen desde hace siglos. Uno de esos levantamientos guerrilleros, el primero llevado a cabo en el Perú, que tuvo como escenario la ciudad de Jauja en el año 1962, es recreado por el novelista Mario Vargas Llosa en Historia de Mayta (Seix Barral, 1984), obra que he releído después de casi cuarenta años, en mi afán por comprender y abarcar ese hecho singular, materia también de otras publicaciones que he consultado con gran interés.

El autor se permite, como en toda obra de ficción, algunas licencias con respecto al hecho histórico, como por ejemplo situarla en un tiempo anterior al real. Los sucesos narrados transcurren en 1958, es decir, antes del acontecimiento que fue capital para todos los intentos revolucionarios del continente: la Revolución Cubana. Asimismo, construye su personaje protagónico, Alejandro Mayta, a partir de un personaje secundario en los hechos reales de Jauja. Así, el narrador es condiscípulo de Mayta del Colegio Salesianos. Sabemos también que está recopilando toda la información posible sobre éste, pues, aunque es un novelista que está escribiendo una ficción, quiere conocer la verdad, “para mentir con conocimiento de causa”. No es su pretensión escribir “la verdadera historia de Mayta”, sino una inventada.

La narración inicia cuando el escritor-personaje corre una mañana por el malecón de Barranco y recuerda a Mayta. El relato va alternando los recuerdos del amigo y la visita que hace a Josefa Arrisueño, la tía madrina que crió al revolucionario. Allí, en la casa de esta mujer de setenta años, se conocieron Mayta y Vallejos -el líder de la asonada-, durante la fiesta de cumpleaños de la dueña de casa. La decisión del narrador de reconstruir la historia de Mayta lo lleva también a entrevistarse con el Dr. Moisés Barba Leyva, quien integrara junto con Mayta el comité de una de las facciones en que se escindió el Partido Obrero Revolucionario (POR), de tendencia trotskista.

Luego visita a Juanita, la hermana de Vallejos. Es una monja y vive en una modesta casa en lo que ahora es San Juan de Lurigancho, por la Av. Los chasquis, a la entrada de Zárate. Ella conoció a Mayta muy escasamente. En cambio, en su diálogo con el senador Campos, éste le revela que Mayta era agente de la CIA, es decir, un soplón, y que por eso fue expulsado del POR(T), antes de la revuelta de Jauja. Anatolio Campos fue uno de los camaradas más cercanos de Mayta, con quien incluso vivió un delicado y tenso momento, alguna vez que lo visitó en su cuartucho del Jirón Zepita, en el centro de Lima, debido a la homosexualidad de éste. Más adelante el narrador revela que le asignó esta característica para acentuar la marginalidad del protagonista.

El narrador viaja a Jauja con el fin de entrevistarse con el profesor Ubilluz, un hombre fornido y bajito que se había jubilado después de enseñar treinta años en el Colegio San José de la provincia. De la estación de ferrocarril, donde lo espera éste, se dirigen al Jirón Alfonso Ugarte, casi al frente de la cárcel, donde vive el profesor. Se dice que es la persona que más sabe de marxismo en la ciudad, con una biblioteca completa de libros de autores comunistas.

En su encuentro con el estalinista Blacquer, el narrador va sacando en limpio los pormenores de la expulsión de Mayta del POR(T), una expulsión disfrazada de renuncia. La razón verdadera habría sido la traición cometida por Mayta al reunirse con Blacquer, un conspicuo miembro del comunismo en su vertiente moscovita. Van saliendo también a la luz otros detalles de la conspiración, como que el rebelde solicitó la ayuda de los otros partidos de izquierda para desatar la revolución, una vez iniciada con la toma de la cárcel de Jauja, cuyo jefe era nada menos que el alférez Vallejos.

Adelaida, la mujer con la que se casó Mayta y con la que tuvo un hijo, Julián, le revela algunos otros aspectos de su vida conyugal con el revolucionario. Por ejemplo, que ese matrimonio fue sólo una máscara que utilizó Mayta para ocultar su verdadera orientación sexual. De la misma manera, don Ezequiel, el dueño de una tienda de artefactos eléctricos en plena plaza principal de Jauja, brinda su testimonio a regañadientes, pues guarda un mal sabor de ese recuerdo. Es un hombre irascible, enojado todavía con todo y con todos, descrito por el narrador como un personaje arcimboldiano.

El español Pedro Bautista Lozada; el comerciante japonés, y ocasional taxista, Onaka; los josefinos Felicio Tapia, Gualberto Bravo, Perico Temoche, Cordero Espinoza y los comuneros Condori y Zenón Gonzáles, componen la galería de personajes que, de alguna manera, fueron testigos y protagonistas de aquella asonada que remeció los Andes centrales a mediados del siglo pasado. En la novela se explica el fracaso de la revuelta, entre otros factores, debido a la traición de Ubilluz, quien el mismo día en que los guerrilleros tomaban las armas y se disponían a desatar el polvorín de la revolución, viajaba sin remilgos a Lima llevando un cargamento de habas para venderlo en los mercados de la capital. Otra perspectiva de los hechos nos informa que Vallejos habría decidido adelantar el levantamiento por un incidente desagradable con militantes apristas, lo cual podría acarrearle un castigo de parte de la superioridad y un posible cambio de puesto.

Don Eugenio Fernández Cristóbal, Juez de Paz de Quero al momento de la insurgencia, rinde gustoso su versión de los hechos. La persecución de los rebeldes se inició en Huancayo, pues el teniente Dongo había logrado salir del calabozo donde fue confinado por Vallejos, y se comunicó con sus superiores de la capital del departamento a través de la línea telefónica de la estación del ferrocarril, la única que olvidaron cortar los guerrilleros en su precipitada huida a la montaña.

Al final, Vallejos y Condori fueron abatidos por el contingente de guardias civiles comandados por un oficial, todos llegados desde Huancayo. Vallejos cayó en la quebrada de “Huayjaco”, grafía que emplea el autor para designar el lugar que en Jauja se conoce simplemente como Huajaco. Los demás fueron tomados prisioneros, quienes pasaron a la cárcel de Jauja y después a la de Huancayo. Los josefinos fueron liberados por ser menores de edad. Zenón Gonzáles y Mayta fueron llevados al Sexto de Lima, enseguida al Frontón y nuevamente al Sexto.

La obra es también, de modo subterráneo, la descripción de la gesta de una novela, de una obra de ficción, consciente el autor de cuáles fueron los sucesos que conoce, cuáles son los que inventa y cuáles son lo que no podrá conocer jamás. Es curioso comprobar cómo el propio Vargas Llosa estuvo una temporada en Jauja indagando por aquellos acontecimientos y entrevistándose con todos quienes podían brindarle información sobre los pormenores de un hecho que muchos ya han olvidado, pero que sigue removiendo la memoria de quienes buscan encontrar las claves de un fenómeno que se repetiría, en otras regiones del Perú, en esa década crucial para la historia de nuestro país.

En el último capítulo, el autor-narrador se encara con el “verdadero Mayta”, quien después de varios años de prisión, se dedica a vender en una heladería en Miraflores. Es interesante contrastar a los dos Maytas, el ficticio que protagoniza las vicisitudes de la novela, y el real -para la novela- que recuerda, en una entrevista con aquél, los episodios donde participó hace tantos años. Es bueno decir que en la vida real Mayta fue uno de los fallecidos en la refriega, cuyo nombre verdadero es Humberto y era un dirigente comunal de Quero que estaba recluido en la cárcel de Jauja en el instante en que estalla el levantamiento, siendo liberado por Vallejos para sumarse a la lucha. Esta es otra licencia que se toma el escritor, pues quien figura en la novela con estas características es Condori.

Como siempre, estamos ante una obra de gran factura, narrada con soltura, fluidez y versatilidad. El empleo de modernos recursos de la narrativa contemporánea, como el simultaneísmo y el salto de puntos de vista, le dan esa dimensión extraordinaria y excepcional que hacen de la lectura de las novelas de este escritor una experiencia única y enriquecedora.   

 

Jauja, 28 de enero de 2023.

sábado, 4 de febrero de 2023

Piedras preciosas

 

Era el año 1978 y acababa de salir "Azurita" (Lasontay, 1978), el primer libro de cuentos de Edgardo Rivera Martínez que leí. Yo estaba en segundo de secundaria y la profesora de Literatura nos mandó a leer el reciente libro del escritor jaujino. Inmediatamente lo adquirí y comencé a conocer a un autor que era novísimo para mí. Cuando tuve que abandonar la ciudad, cuatro años después, por razones de estudio, el volumen quedó en el pequeño estante que mi madre compró para guardar los pocos libros que ya empezaba a coleccionar. Cada vez que regresaba de la capital a visitar a mi familia, allí seguía el libro esperándome para una segunda lectura. Pasaron los años y se produjeron algunos cambios en la casa grande donde vivíamos con los abuelos, tíos y primos. La casona tuvo que ser traspasada a sus nuevos dueños y, entre muchos otros objetos, mis libros corrieron una suerte desconocida. Antes había sucedido algo parecido con mis colecciones de diarios y revistas. Entre esos libros que perdí estaba, justamente, éste que ahora comento. En mis frecuentes visitas a Jauja, especialmente en los meses de vacaciones, suelo acercarme a los lugares de ventas de libros para indagar por aquellos que me interesan. En una incursión de éstas, divisé, elocuente entre otros, el texto que acompañó mi época escolar y por quien guardaba un cariñoso recuerdo. No me resistí a dejarlo solo en el anaquel.
En el primer cuento, que da título al volumen, un buscador y negociante de piedras raras llamado Tadeo Pomasunco, descubre una cueva al pie de una laguna y, al internarse por sus galerías, encuentra una piedra con iridiscencias minerales: es la azurita. Pero más que la anécdota, lo que asombra del relato es la prosa concisa, labrada con suma delicadeza y gran sentido del ritmo. La postura introspectiva que asume el personaje, imaginando los diversos caminos en que se bifurca el futuro, le dan a la narración una dimensión psicológica que caracteriza la escritura de Rivera Martínez. Al final, Tadeo decide reintegrar la piedra preciosa a su medio natural, después de haber barajado todo lo que podría haber hecho con la venta de dicho objeto.


En el segundo relato, "Marayrasu", Alfonso es un jovencito de alrededor de trece años que llega desde Pariahuanca hasta las minas de Jiullacocha buscando trabajo. Como no consigue emplearse se inicia, con la ayuda de Magdalena, como vendedor de panes, chicha y café en la placita del pueblo. El imponente nevado, el Marayrasu, presidía las actividades de la Compañía en el centro minero. Su presencia era serena y omnívora. Recorría por las noches el campamento, así como buscaba a su amiga para charlar con ella. Un día se presentó una niña con sus animalitos y lo invitó a irse con ellos. Enigmática aparición que dejó intrigado a Alfonso. Hay una íntima comunión de sentimientos, una solidaridad entrañable del narrador con los mineros, con esos hombres que se sumergen en las profundidades de la tierra para extraerle las riquezas, sufriendo con ella los rigores del trabajo duro y lacerante. Algo de crítica social se aprecia también en el relato, cuando es testigo de la búsqueda que dos policías realizan del dirigente sindical Alejandro Catari, en la casa de su amante, Magdalena. La huelga se ha decretado en la mina y los guardias detienen a los líderes, así como a Alfonso, por haber servido de correo. Pasa tres semanas en la cárcel, y observa cómo traen a los detenidos, muchos de ellos heridos o enfermos. Un día traen el cuerpo de Catari. Alfonso experimenta el dolor, la compasión, la pena y la rabia mezcladas. Días después Magdalena se marcha del pueblo. Como en un sueño, regresa otra vez la imilla, la presunta hija del Wamani. Lo invita nuevamente a irse con ellos, pero Alfonso rehúsa por segunda vez. Se queda en Jiullacocha para tentar un puesto en la mina.
En el cuento "El Unicornio" percibo un aire de Juan Ramón Jiménez, específicamente de sus prosas poéticas; la impronta de "Platero y yo" planea en el relato, con la presencia de Azor, el perro de negra silueta que acompaña al narrador. Miguel es un niño que revela al maestro que ha visto un unicornio, y ambos deciden ir a conocerlo. Van a ir con Azor. También hay un aura de égloga y evocación virgiliana, asoma por allí Garcilaso insuflando su talante lírico a la descripción del paisaje. El animal es llevado a casa del maestro, pero cuando un lunes regresa de su trabajo descubre, con pesar, que el unicornio había desaparecido. Al parecer se fue con Luscinda, la hermana mayor de Miguel y quien ha despertado los efluvios amorosos de carácter platónico en el maestro. El unicornio es un mito de procedencia europea atiborrado de simbolismos, que ha sido, sin duda, recreado por el autor. Según la tradición, para cazar al unicornio se utiliza una doncella, quien a través de su olor atrae al animal fabuloso, también llamado monocironte. Otro rasgo que distingue a este ser es su capacidad de purificar las aguas con su cuerno, que ha sido interpretado por algunos teólogos como la figura de Cristo, pues si la serpiente es la culpable de haber envenenado el mundo trayendo el pecado, el unicornio puede limpiarlo de él. En el siglo XIII, para algunos poetas del amor cortés, el unicornio es el amante, que cae rendido y preso de los encantos perfumados de la amada. En otras interpretaciones el unicornio simboliza la muerte.
"Ave Fénix" es un relato espeluznante. El loco Isaías, poeta y taumaturgo, ha decidido que sea el Viernes Santo el día escogido para llevar el Ave Fénix que ha elaborado con paciencia a la iglesia del pueblo. Mientras el cura, el subprefecto, el comisario y demás autoridades son parte de la liturgia ante una feligresía contrita, el lunático, el astroso, espera el momento, subido a una banca, para acercarse al atrio y prender el ala de su ofrenda en los cirios encendidos y ver cómo el fuego consume hasta las cenizas todo rastro de vida para que el renacer del mítico personaje se cumpla.
"Vilcas" es un cuento conmovedor, describe la marcha de un muchacho desde Atusbamba, la hacienda donde trabajaba como pastor, hasta Vilcas, con la promesa de hallar mejores posibilidades ante la llegada de la sequía y la hambruna en las tierras que lo habían cobijado. Su larga caminata está poblada de incidentes y anécdotas diversas, y cuando al fin está a punto de llegar a su destino las fuerzas se le van agotando, observando cómo el cóndor, que lo había acompañado casi todo el camino, sobrevuela cada vez más cerca de su cuerpo, exangüe y presa de una orfandad absoluta.
El enigma, la extrañeza y el suspenso presiden los hechos que se narran en "Adrián", que es el nombre del protagonista, quien llega un buen día a la casa del narrador, donde vive con su abuelo déspota, su abuela parsimoniosa y sus tíos y primos, más los sirvientes y pongos. La afanosa búsqueda de un "tapado" lleva al viejo avaro a destruir el horno de la casa y quedar él mismo sin habla e inerte, más el desconocido fin de Adrián, de quien no logra saberse qué ha pasado, siendo el principal artífice del descubrimiento de aquel tesoro maldito.
"Las candelas" describe con una parsimonia distante y llena de misterio, la transformación de Felicia, una muchacha que vive con su padre y su tío abuelo en un pueblo en decadencia en medio de las punas andinas. Un día, en medio de la fiesta del pueblo, llega un extraño forastero portando unas lamparillas de fuegos de colores. La niña obtiene una de ellas, y repentinamente experimenta un cambio que es percibido por sus parientes. De pronto, una lucidez y belleza inusuales la engalanan.
El último cuento, "Amaru", es propiamente un poema en prosa, el extenso soliloquio de la mítica sierpe, una auténtica exhibición del virtuosismo del que hace gala el autor para obsequiarnos una pieza de depurada poesía.
En todos los cuentos, por lo demás, permea un delicado lirismo; deslumbra la paciente orfebrería con que Rivera Martínez ha labrado una prosa con intensos ribetes poéticos, donde lo que seduce de los relatos, lo reitero otra vez -amén de las sugestivas tramas-, es el amoroso trato que le ha brindado al lenguaje. Piedras preciosas del idioma que me aguardaban bajo ese discreto manojo de hojas que he disfrutado como un demonio feliz.

Jauja, 3 de febrero de 2023.