Una novela largamente postergada en mi lista de lecturas, de manera evidentemente injusta, ha sido La madre, de Máximo Gorki. La clásica obra del escritor ruso ha debido esperar este preciso momento para ser apreciada en su justa medida. Desde las primeras líneas, como sucede con las grandes creaciones, seduce de forma espontánea y concluyente al lector, envolviéndolo con su persuasiva y sugerente trama.
La historia
del joven estudiante Pável Vlásov y su madre, nos presenta el panorama previo a
los grandes acontecimientos que transformaron, para bien y para mal, a la
esclerótica sociedad rusa de comienzos del siglo XX. Son los prolegómenos de la
denominada gran Revolución de Octubre de 1917, que a la luz del tiempo y de una
correcta interpretación histórica, no fue sino, como lo ha reafirmado varias
veces el mismo Noam Chomsky, un anodino golpe de Estado, protagonizado por unos
perspicaces políticos encabezados por Vladímir Ilich Ulianov, el legendario
Lenin.
A la muerte del padre, un hombre violento e irascible que maltrata a la madre y oprime de manera autoritaria al hijo, la actitud de Pável da un vuelco radical. Cuando la madre lo ve un día leyendo un libro que había traído, una vaga inquietud estremece su alma. El joven ha comenzado a frecuentar los círculos revolucionarios y se involucra en la distribución de unas hojas sueltas con proclamas rebeldes.
Se reúne en casa con un grupo de amigos que comparten sus mismos objetivos, ante la mirada suspicaz de la madre, quien al principio recela de todos. Lentamente los va conociendo y va entendiendo que no son gente de mala entraña, sino jóvenes imbuidos de un espíritu purificador, que buscan cambiar la forma de vida de la gente más humilde, que vive sometida a una rutina vil y degradante.
Un día llega la policía y registra la casa de Pável. Se llevan detenidos a dos camaradas, entre ellos a Andréi, alias el Jojol, quien vivía con ellos. Pelagueia sufre cada vicisitud de cada miembro del grupo, su grado de identificación con ellos es cada vez más acusado, sus sentimientos maternales se extienden a quienes participan y colaboran con el hijo en su loable objetivo de alcanzar la verdad y la justicia para sus hermanos.
En los siguientes capítulos asistimos al lento pero seguro proceso de transformación de la sensibilidad de la madre hacia los quehaceres de agitación revolucionaria de su hijo. Esa mujer que vivía en función de su marido, principalmente, sometida a sus caprichos y dictámenes, se va emancipando moral y espiritualmente de sus fuertes lazos y va tomando consciencia de una realidad que en su rutina enceguecedora no veía. La prédica de Pável, las pláticas domésticas de su grupo, le han abierto el camino para su gradual ascensión a la cumbre de la consciencia social.
Es así que la madre, primero por devoción al hijo, pero luego por propia convicción, va propagando las nuevas ideas en una labor de proselitismo político por las aldeas y pueblos circunvecinos, llevando el mensaje de verdad y justicia a los mujiks que por siglos vivían bajo el régimen opresivo de los zares.
Cada vez más convencida de la causa que abrazan su hijo y sus camaradas, la madre ha perdido el miedo y se expone a todos los riesgos con tal de propagar la nueva fe en la verdad. Cuando ve que cada uno de los integrantes de la célula van cayendo, comprende que ese destino puede ser el suyo también.
Durante el
juicio a Pável y los suyos, se muestra serena y reflexiva, anticipándose a lo
que puede suceder. Y cuando los jueces dictaminan que todos deben marchar al
destierro, comprende que esa es la lógica con que se maneja este mundo. El
discurso de Pável ante el tribunal ha sido brillante, la madre está orgullosa
de él y se apresta a distribuir ese mensaje por todos los rincones de la
región. Pero la policía secreta le sigue los pasos, la va cercando cuando se encamina
a propalar las palabras justas de Pável describiendo una realidad de iniquidad
e injusticia. Al fin cae bajo el zarpazo de la autoridad, de los agentes que
fungen de guardas del orden establecido. La madre es sometida al escarnio de la
fuerza bruta que no repara en ninguna condición personal, que actúa ciegamente
obedeciendo a una orden superior, que se ceba siempre con los más humildes y
desprotegidos de este mundo.
Exponente
mayor de la escuela rusa del llamado realismo socialista, corriente literaria
erigida por el régimen soviético como la más idónea para propalar los principios
y los dogmas de la revolución, la novela logra esquivar las trampas maniqueas y
binarias de dicho movimiento gracias a la trama verosímil del autor y a una
prosa que alcanza en muchos momentos ciertas alturas líricas que no se
compaginan con la preponderante sequedad y utilitarismo de los preceptos de aquella.
La pluma versátil y cautivadora de Gorki, puesta de manifiesto en sus hermosos
textos autobiográficos, preside la ficción de cabo a rabo.
Ha
sido sin duda una lectura reconfortante, más allá del final abierto donde vemos
a la madre, que se ha convertido en una pieza fundamental en la labor de los
jóvenes rebeldes, caer en las sucias garras de un poder abusivo y embrutecedor.
Lima, 30 de mayo de
2023.
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