Un episodio extraliterario, un incidente más propio del mundo callejero que de los salones de la tertulia o el arte de las letras, ha servido de comidilla durante más de cuatro décadas, alimentando las especulaciones, desatando las hipótesis de periodistas, críticos, escritores, amigos y todo tipo imaginable de la fauna literaria, sobre los motivos, las razones o sinrazones de un acto violento protagonizado por dos de los autores más representativos de la literatura latinoamericana.
Este hecho ha sido materia de Los genios (Galaxia Gutenberg, 2023), la reciente novela de Jaime Bayly. El contundente derechazo que le propinó Mario Vargas Llosa a su, hasta entonces, mejor amigo, su compadre, el colombiano Gabriel García Márquez, mandándolo a la lona en un teatro mexicano, ha sido reconstruido con todos los pormenores que tanto los testimonios como la imaginación han aportado a su osado autor. La fotografía que Gabo se hizo tomar con el ojo moro con un amigo mexicano, se difundiría por todo el orbe literario y no literario como el símbolo y la seña de aquel incidente desagradable. Pero el colombiano lo tomó con humor y allí está para los anales del anecdotario latinoamericano.
Bayly es un narrador entretenido, cuyas novelas se leen con agrado y curiosidad, pero la mayoría de ellas son de poco calado, exploran minuciosamente la superficie de las cosas, sin profundizar en el trasfondo de la condición humana, ajenas a ese poso subterráneo de la aventura existencial. Sin embargo, esta novela parece ser una de las excepciones.
La novela empieza precisamente con la memorable trompada, luego salta dos años atrás cuando el matrimonio Vargas Llosa se muda de Barcelona a Lima. Aquí precisamente, en el transatlántico que los traía de Europa, se produce el encuentro del escritor con Susana Diez Canseco, la joven modelo por la que abandona a Patricia ni bien arriban al Callao. Mientras ella se establece en la casa que Mario ha edificado en Barranco, él se va con su amante a California, ciudad en la que viven Dorita y Ernesto, los padres del escribidor. El día que se conocieron los futuros compadres, y la mutua admiración que ambos se prodigaban, queda claro, desde las primeras páginas, que fue en Caracas en 1967, cuando el peruano asistía a recibir el Premio Rómulo Gallegos por una de sus novelas, y el colombiano acudía a presenciar la importante ceremonia.
Posteriormente encontramos a las dos familias establecidas en Barcelona, pues el relato no sigue una línea temporal sucesiva, sino que alterna hechos diversos situados en tiempos diferentes. Como, por ejemplo, el feliz encuentro en Londres entre los García Márquez y un joven cantante andaluz llamado Joaquín Martínez, conocido mundialmente como Joaquín Sabina.
Después está el viaje de Mario a República Dominicana, para la filmación de un documental sobre Rafael Leonidas Trujillo, el dictador que más adelante sería el protagonista central de su novela La fiesta del chivo. Empalma con otro proyecto cinematográfico, esta vez a cargo de la Paramount, que ofrece a Carmen Balcells una fortuna por los derechos de Pantaleón y las visitadoras, a la sazón la reciente novela de Mario.
Hay otro salto temporal que nos lleva al casamiento de Mario y Patricia, en una iglesia de Miraflores y con apenas seis invitados. Intercala en este apartado un hecho poco verosímil: la irrupción en plena ceremonia religiosa del padre del novelista, pistola en mano, con el fin de interrumpir la boda alegando su nulidad.
El encuentro de los García Márquez con el poeta chileno Pablo Neruda en Barcelona, a inicios de los años 70, donde lo alojaron unas horas en su casa de paso a Valparaíso, está lleno del risueño humor que compartían el colombiano y el chileno. Sería la última vez que lo verían, pues el poeta regresaría a Chile, luego estaría brevemente en París y finalmente moriría en su país poco después del golpe de Estado de Pinochet.
Mientras tanto, Patricia fue convencida para viajar a Barcelona y pasar unas semanas con los García Márquez. Lo que no sabía era que en la misma ciudad se encontraban Mario y Susana, ella después de su regreso violento de Madrid, rescatada por su novio del tácito secuestro en la que la tenía su esposo Andrés, quien había intentado suicidarse y por eso Susana acudió a verlo.
Es en este escenario donde se habría producido el hecho en cuestión, es decir, a juicio de Mario, el acto de traición de Gabriel al haberse sobrepasado con Patricia en la noche que ella debía partir para Lima desde el aeropuerto de Barcelona. Pues, según la versión de García Márquez, a la que se ciñe el narrador, el suceso no habría tenido la connotación que luego se difundió como la verdad y que fue el motivo central para la furibunda trompada que acabó con una amistad y dio inicio a la mitología, a la leyenda que han tratado de rastrear, al parecer con poca fortuna, los numerosos periodistas y algunos biógrafos de ambas orillas del Atlántico.
No sería
extraño que ahora, Vargas Llosa, a sus 87 años cumplidos, tome un vuelo hasta
Miami, busque al autor de esta novela y le aseste un derechazo, como el que derribó
a García Márquez esa impávida tarde de 1976 en un cine mexicano, diciendo:
"Esto es por lo que le haces a un Premio Nobel". Sería una respuesta
natural de una persona que tiene la costumbre de resolver sus cuestiones
personales, o eso cree él, de manera expeditiva. Es decir, todo este bolondrón
pudo haber nacido de un malentendido, de un hecho que tal vez no ocurrió, pero las
consecuencias ya se presentaron, la realidad ya tomó un rumbo definitivo, los
personajes ya van dejando este mundo y más adelante sólo será una anécdota de
esta singular historia de la cultura del siglo XX.
Lima, 30 de abril de 2023.
No hay comentarios:
Publicar un comentario