sábado, 28 de mayo de 2011

El otro rostro del fujimorismo

La primera vez que escuché mencionar, en los medios de comunicación, que la hija del dictador Alberto Fujimori pretendía postular a la Presidencia de la República, lo tomé como una humorada de mal gusto. Pero cuando esa pretensión fue tomando cuerpo y se hizo realidad, mi sonrisa escéptica se trocó en estupor. No cabía en mi pensamiento la sola idea de que quien ejerciera el decorativo cargo de Primera Dama, durante buena parte del gobierno de su padre, se creyera capaz de tentar un cargo para el que evidentemente se necesitan más credenciales democráticas que los de ser simplemente la hija de un ex presidente o la congresista más votada.


Y ahora que estamos ad portas de presenciar la mayor indecencia política del siglo XXI, el bochorno monumental que significaría el retorno al poder de esa gavilla de ladrones, corruptos y criminales que detentaron el poder entre el año 1990 y el 2000, mi asombro indignado se dispara a las nubes. Pues siguiendo la lógica monstruosa inaugurada en la primera vuelta, si, según es el consenso, en esa ocasión se eligieron a las dos opciones que poseían los más altos índices de rechazo entre la población, en esta ocasión correspondería votar por la peor de ellas.


La vuelta a Palacio de Gobierno de un régimen que se asentó en pilares de mugre, como el asistencialismo barato, la corrupción generalizada, la ausencia absoluta de ética, la violación sistemática de los derechos humanos, la esterilización forzosa de miles de campesinas en las zonas andinas, el auspicio de una banda paramilitar para cometer asesinatos selectivos, la compra impúdica de políticos, periodistas, empresarios, dueños de medios de comunicación, por parte del gemelo siniestro que purga sus delitos en la Base Naval, no puede producir sino el rechazo más enérgico de quienes, desde la dignidad, la decencia y la ética, se oponen tajantemente a ese despropósito.


Los mismos rostros y nombres de la década nefasta regresan -cual una versión tragicómica de los muertos vivientes-, empezando por el impresentable Rafael Rey, candidato a la vicepresidencia y vocero deslenguado del fujimorismo ramplón y cómplice de asesinos. Carente de principios y valores auténticamente democráticos, el camaleónico personaje se desliza entre la ciénaga de sus prejuicios y estereotipos ideológicos, y la matonería bravucona y grosera de sus desplantes a la prensa independiente. Posee la misma catadura moral de otro personajillo proveniente de las canteras de la prensa, que hoy actúa impunemente de mercenario privilegiado de los sectores más recalcitrantes de la derecha que temen perder sus privilegios y gollerías.


Desde su patético papel de bufón de la pantalla chica, ese señor Bayly cree que puede orientar el voto del elector peruano sumándose a la campaña de albañal que practica el fujimontesinismo.


La supuesta denuncia de Bayly no es sino una muy interesada y muy interesante -como decía Nietzsche- toma de posición a favor de quien es infinitamente peor para el pueblo peruano: la opción que encarna la hija del ladrón y asesino de la Diroes; la cómplice directa de la dictadura del tandem Fujimori-Montesinos; la mala hija que avaló todas las vejaciones y tropelías que sufrió su madre por parte del verdadero felón de nuestra historia: el japonés Alberto Kenya Fujimori. El real traidor sinvergüenza es el mismo que envía ahora a su hija para cumplir su cometido mayor: salir de la cárcel junto con toda la pandilla que saqueó el país en la década ignominiosa de los 90. Yo no me trago ese inmenso sapo que el señor Bayly va a engullir con gusto el próximo 5 de junio.


Otra figura medular de esa pandilla es el desbancado vocero Jorge Trelles, quien en un rapto de vocación confesional afirmó que ellos “habían matado menos” que otros. Esta manifestación del inconsciente colectivo de esa agrupación nefanda, se ha visto confirmada luego con la negativa, por parte del mismo Rey, de reconocer que Montesinos es un asesino. Dizque no le constan sus crímenes, lo que en buen romance quiere decir que presume su inocencia, a pesar de la condena del Poder Judicial, y que en un eventual gobierno de la hija del felón, bien podría ser revisado su caso -valiéndose de mil leguleyadas y triquiñuelas jurídicas, para lo que se pintan los fujimoristas- y salir libre de polvo y paja. Eso como corolario de la otra máxima pretensión del fujimorismo: la liberación del sentenciado por delitos contra el patrimonio del Estado y lesa humanidad y de todos sus compinches que hoy purgan prisión.


El fujimorismo es, pues, una recua de ganapanes sin principios ni valores democráticos, una horda de filisteos desprovistos de toda noción de cultura y decencia, una manga de forajidos que predican el pragmatismo más simplón y plebeyo. Tras el rostro dulcificado y la voz melosa de su candidata, se agazapa en verdad la bestia más feroz del autoritarismo y el oprobio como formas de gobierno. Alguien ha recordado a propósito lo que alguna vez dijera la propia Susana Higuchi: que su hija tenía la “cara de ángel” para la gente de afuera, y “cara de diablo” para ella. Elegir a la candidata del fujimorismo sería revivir a la dictadura putrefacta inaugurada por el cabecilla de la banda, la vuelta a escena de nombres archiconocidos como Jaime Yoshiyama, Martha Chávez, Luz Salgado y otros -además de los ya mencionados-, que en la última década del siglo XX convirtieron nuestro país en un auténtico chiquero moral.


En suma, la libertad, la justicia, la dignidad, la decencia y todos los valores democráticos que en ese régimen fueron pisoteados y escarnecidos, deben constituirse en los principales baluartes de nuestra conducta cívica este 5 de junio. No podemos pensar -como muchos lo hacen desde la alcantarilla-, sólo con los bolsillos, teniendo en cuenta únicamente mezquinos intereses materiales; una nación también posee alma y espíritu, que no podemos permitir que sean mancillados nunca más, dejándolos en manos de una caterva de pillos y bribones.



Lima, 28 de mayo de 2011.

sábado, 21 de mayo de 2011

El caso DSK

Una verdadera conmoción en los círculos políticos internacionales, y específicamente franceses, ha ocasionado la repentina detención en el aeropuerto John Fitzgerald Kennedy de Nueva York, del Director Gerente del FMI, el socialista galo Dominique Strauss-Kahn. Minutos antes de despegar el avión de Air France que lo llevaría a París, la policía estadounidense lo ha capturado por los cargos de agresión sexual e intento de violación.


Dominique Strauss-Kahn -o simplemente DSK, como es conocido en los ambientes políticos de su país- era el más serio aspirante a la candidatura del Partido Socialista para las próximas elecciones presidenciales de abril de 2012. Su voceada participación en las primarias del legendario partido del recordado Francois Mitterrand, para hacer frente a las pretensiones reeleccionistas del actual mandatario Nicolás Sarkozy, lo había situado en una posición expectante en el escenario de la renovación de la cúpula dirigencial de la nación francesa.


Los hechos, que al principio estaban rodeados de cierta ambigüedad y malos entendidos, se han ido aclarando poco a poco. Al parecer, DSK habría atacado a una camarera del elegante hotel Sofitel de Nueva York, en circunstancias en que esta se aprestaba a cumplir su servicio en la habitación que ocupaba el jerarca de las finanzas mundiales. Tras el forcejeo, la denunciante habría logrado huir de las manos de su agresor, no sin antes haber sufrido el humillante y condenable embate de quien se aprestaba a someterla por la fuerza.


Luego del fallido intento, el funcionario ha salido presuroso del hotel rumbo al aeropuerto, donde debía emprender el vuelo a Francia. Pero al abandonar el lugar del crimen, ha dejado su teléfono móvil en la suite en que se alojaba. Inmediatamente ha llamado a la administración del mismo para pedir que se lo remitieran al aeropuerto. Quizás fue su error más garrafal, pues le dio servida la pista de su fuga a la policía que le ha puesto el guante instantes previos al decolaje de la nave.


Los detalles de lo sucedido pertenecen tanto a la crónica policial como a los anales -nunca mejor utilizada esta palabra- de la psiquiatría. Lo que interesa dilucidar en primer lugar es el grado de culpabilidad -se habla incluso de un complot en su contra- de este economista y abogado que ocupaba uno de los cargos más altos de la burocracia del planeta, nada menos que jefe de un organismo que ha tenido en los últimos años un papel decisivo en el rescate de numerosas economías a raíz de la crisis del sistema capitalista del año 2008. Los abogados de ambas partes, el fiscal que ha planteado la denuncia y los jueces que evaluarán los delitos por los cuales está confinado en prisión, tendrán un papel protagónico en los próximos meses.


Pero el hecho, evidentemente, trasciende lo meramente judicial y adquiere la dimensión de un auténtico caso que concita el interés de diversos planos y ángulos de la realidad. Se sabe por ejemplo que el personaje es muy proclive al sexo opuesto, hasta el punto que su conducta ha sido calificada de “patología de tipo compulsiva”, lo cual le ha acarreado muchos problemas, de los que hasta ahora ha salido curiosamente librado. Por lo menos, posee dos denuncias serias que constituyen los antecedentes más graves de lo ocurrido en Nueva York. En ambas ocasiones, su comportamiento ha sido como la de un “chimpancé en celo”, según ha declarado una de las agraviadas. Se trata pues, a todas luces, de un serio problema de carácter, de una pulsión incontrolable que arrastra al individuo hacia actitudes muchas veces irracionales, de las cuales tal vez él mismo se asombra como enseguida arrepiente. Una fuerza superior que brota de los sustratos del inconsciente, que se posesiona por breves instantes de la persona más cuerda y racional, empujándola a cometer los actos más reprobables.


A ello se agrega ese elemento cultural que impregna a la sociedad estadounidense: el puritanismo, aspecto central de la ética protestante que, a diferencia de la ética católica que permea a las sociedades latinas, persigue la vida recta antes que la penitencia. Mas lo paradójico del asunto es que ello vale sobre todo para la vida sexual, mas no, verbi gratia, para el robo, ante el cual suelen ser más permisivos y laxos. Hablo del robo a gran escala, por supuesto.


Si la acusación sigue su curso y se llegan a probar los hechos, asistiremos a la incineración pública de un prominente personaje de la política francesa; al hundimiento de esta suerte de Titanic de la escena electoral del país de la Revolución Francesa y de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Mientras tanto, surgen repotenciadas –unas más que otras- las aspiraciones presidenciales de otros líderes del socialismo francés, como es el caso de Martine Aubry, Sègolene Royal y Francois Hollande. Uno de ellos tendrá que lidiar con el actual presidente y con la candidata ultranacionalista Marine Le Pen, hija del tenebroso Jean Marie Le Pen, en las elecciones del año venidero.



Lima, 20 de mayo de 2011.


sábado, 14 de mayo de 2011

Operación Gerónimo

La cacería aparatosa y descomunal, en el poblado de Abbottabad, del líder de Al Qaeda por parte de un comando de élite de la Armada estadounidense, ha producido una serie de reacciones en el mundo entero, desde aquellas que en Occidente celebraron el hecho como una estricta acción de justicia -por lo de las Torres Gemelas-, hasta aquellas que en el mundo islámico se han levantado para amenazar con represalias por lo que consideran llanamente un crimen.


Lo que primero ha llamado la atención de los analistas y del público en general han sido las versiones contradictorias que ha emitido tanto la Casa Blanca como el Pentágono sobre los detalles de la operación, afirmando una cosa en un primer comunicado, y luego desdiciéndose y afirmando lo contrario en declaraciones posteriores. Si primero decían que Osama Bin Laden, al momento de su captura, poseía un arma y esa fue la razón por la que fue ultimado, después se han corregido reconociendo que el líder rebelde iba desarmado. Simultáneamente, se ha tratado de presentar una imagen caricaturesca y absolutamente desfavorable del personaje, cuando se ha dicho que habría utilizado a su propia mujer como escudo ante la incursión armada de estos campeones de la paz y los derechos humanos que, en son de justicieros, venían a tan lejanas e inhóspitas tierras sólo para cumplir con un designio sagrado.


Otro detalle interesante de la actuación ha sido la preparación de la misma, mantenida en secreto al más alto nivel y sin la participación ni de la policía ni del ejército paquistaní, un país formalmente aliado de los Estados Unidos en el Lejano Oriente en su cruzada contra lo que ellos llaman, de forma altisonante, el terrorismo internacional. Es decir, que el gobierno de Zardari, así como sus eficientísimos servicios de inteligencia, desconocían lo que cocinaba el gobierno norteamericano a sus espaldas. Ello quizá se deba a las crecientes suspicacias que experimenta la administración del presidente Obama ante la actuación del gobierno de Islamabad, pues para muchos funcionarios y personajes ligados a la Casa Blanca, es evidente la complicidad del mismo con los grupos alzados en armas.


Resulta igualmente curioso, desde una perspectiva histórica y hasta psicoanalítica, que la acción de los comandos haya sido bautizada como Operación Gerónimo, en alusión al nombre de uno de los últimos líderes indígenas que resistió en el Lejano Oeste la invasión y posterior consolidación de la presencia blanca en territorios que secularmente pertenecieron a una multitud de tribus y etnias aborígenes que poblaban lo que hoy es el territorio del país más poderoso del orbe. El escurridizo Gerónimo, efectivamente, fue un constante dolor de cabeza para los colonos yanquis que aspiraban al dominio total de unas tierras que no eran suyas.


Se sabe que Osama Bin Laden vivía a escasos metros de la principal escuela del ejército del país, a menos de cien kilómetros de la capital, y que su fortín era un complejo habitacional que estaba premunido de un sofisticado sistema de seguridad, aunque no contara con los servicios de telefonía y de internet. Hacían como cinco años que vivía en ese refugio, luego de que fugara de las montañas de Tora Bora y se convirtiera en un trashumante fugitivo por las hostiles fronteras de Afganistán y Pakistán, convirtiéndose así en el ermitaño de Waziristán, una leyenda que fue alimentada por su ubicuidad y por sus increíbles dotes de sobrevivencia.


Se equivocan y pecan de inocentes quienes creen, desde las altas esferas del poder en el gobierno de Washington, que la muerte del número uno de la organización terrorista más temible del planeta, va a significar que éste sea más seguro. Al revés; lo que va a propiciar esta ejecución del millonario saudí, es el revitalecimiento de la yihad en el mundo islámico, despertando con más ardor que nunca la rabia y la sed de venganza de los miles de muyahidines que, esparcidos en numerosos países árabes, van a tratar de aplacar su cólera atacando objetivos directamente relacionados con Estados Unidos y sus aliados.


Otro aspecto que resulta cuestionable desde el punto de vista del derecho internacional, es la forma cómo ha actuado el gobierno estadounidense, violando de manera flagrante el territorio de Pakistán, aún cuando se tratara de capturar al terrorista más sanguinario del mundo. ¿Cómo es posible que la nación que se considera la abanderada de la democracia y la civilización, pueda haber actuado con métodos que ella misma reprueba, en teoría? Al terror no se le combate con el terror, sino con las armas de la ley y del derecho, con la noción clara de lo que diferencia a la civilización de la barbarie. Expertos y juristas consultados al respecto consideran lo ocurrido como un acto de ejecución extrajudicial, pues lo correcto hubiese sido capturar a Bin Laden y someterlo a la justicia, tal como se hizo por ejemplo con Sadam Hussein y con Slobodan Milosevic, dos bestias negras para el mundo civilizado. Bestias negras que, paradójicamente, recibieron el apoyo, en algún momento, de los mismos que ahora los anatematizan, por lo menos en el caso del ex presidente iraquí y del asesinado cabecilla de Al Qaeda.


Por lo pronto ya el movimiento talibán ha iniciado las represalias en Pakistán, donde luchadores suicidas han hecho estallar artefactos explosivos en lugares neurálgicos de las fuerzas armadas paquistaníes. Las naciones de Occidente han tomado todas las precauciones ante eventuales respuestas por la muerte del máximo líder del terror mundial.


Es cuestionable desde todo punto de vista el proceder de la gran superpotencia para tratar de protegerse de aquello mismo que ellos sembraron, y sobre todo por comportarse al mismo nivel de lo que con tanto recelo recusan y condenan. Tal pareciera que los halcones que otrora campearon por los pasillos del Pentágono todavía dirigieran la política exterior y de defensa del país de las barras y las estrellas.



Lima, 14 de mayo de 2011.

sábado, 7 de mayo de 2011

Ernesto Sábato: el último trágico

Los romanos clasificaban los días, según los dioses designaran para su provecho o castigo, entre fastos y nefastos. En la última semana de abril, las letras de América Latina han experimentado una de aquellas jornadas nefastas, pues en apenas unos días dejaban este mundo el poeta chileno Gonzalo Rojas, el narrador peruano Carlos Eduardo Zavaleta y el escritor y ensayista argentino Ernesto Sábato. Pero es la figura y la dimensión de este último, sin duda, quien tiene ribetes especiales.


Con la muerte de Sábato, desaparece el último de los iconos de la gran literatura argentina del siglo XX. Su concepción de la literatura como un ejercicio serio -en el mejor sentido de la palabra-, para explorar esos insondables misterios de la condición humana, alejada de ese banal juego de artificios que es para muchos la vocación literaria, lo han colocado entre aquellos escritores que asumen el oficio de escribir, tanto como una vocación, como un compromiso moral.


Frente a esa legión de escritores que privilegian -al momento de plantearse el proceso creativo, en la clásica disyuntiva del qué y el cómo- el cómo decir, antes que el qué decir, mejor dicho el simple regodeo de la forma, Sábato diría que un artista fidedigno nunca debe dudar en preferir el primero al segundo. Que uno no debería escribir sino cuando tiene algo que decir, cuando una idea, un pensamiento, una obsesión nos acorralan hasta el límite y no nos dejan otra escapatoria.


Premunido de una lucidez implacable, Sábato ha consagrado su quehacer literario -a contrapelo incluso de su propia voluntad racional-, a develar los arcanos y los enigmas que se esconden en el mismo corazón de la existencia humana, así como a revelar aquellas verdades terribles a la que todos nos enfrentamos en algún momento de nuestras vidas. Sus inicios en el mundo de la ciencia, le proveyeron de ese rigor y esa concisión que caracterizan su prosa.


“No soy un filósofo, y Dios me libre de ser un literato”, ha repetido más de una vez este ser humano singular que ha mostrado siempre su compromiso con el destino del hombre; pues a la vez que dudaba de sus propias condiciones para el ejercicio académico de la filosofía, más por parecerle una actividad abstrusa y abstracta que por lo que impone la tarea del pensar, también mostraba su fastidio por aquello que implica el mero hecho de escribir, despojado de esa necesidad ontológica que impulsa al auténtico artista.


Su famosa dicotomía entre lo diurno y lo nocturno sirve también para explicar su propia evolución intelectual, pues habiendo tenido un comienzo prometedor en los terrenos de la física, donde llegó a doctorarse y a trabajar en el centro más importante de dicha ciencia de su época, como lo fue el Laboratorio Curie de París, pronto derivó en los campos menos exactos y simétricos de la literatura, al compás de su cercanía con el movimiento surrealista y de sus acuciosas lecturas de los más importantes autores del existencialismo, filosofía en boga a mediados del siglo pasado y que tuvo una repercusión decisiva en su obra.


Su ejemplar actitud de no transigir ante la ignominia, el abuso y la opresión, le valieron el reconocimiento afectivo y ético de sus millones de lectores, así como el haberse convertido, sin buscarlo él deliberadamente, en el referente intelectual y espiritual de toda una época que ya concluye. Su legado literario, quizás escaso cuantitativamente hablando, pero inmenso y valioso desde la calidad y el significado, seguirá alimentando a las sucesivas generaciones de los hombres que se detengan ante ella para abrevar y saciar esas ansias metafísicas de consuelo, esa necesidad última de una voz que comparta con nosotros su propio desgarro, para a su vez enfrentarnos con el nuestro, y así juntos, desde las soledades compartidas de dos seres que se conduelen mutuamente de su destino, surjan unos destellos de sabiduría, la conciencia final del sentido de nuestra presencia en este mundo.


Se ha ido el último de los escritores trágicos de nuestro tiempo; pero nos deja su obra, esa voz que perdurará en el tiempo iluminando los numerosos túneles de la existencia humana, para que estos héroes cotidianos que transitan por el planeta, puedan llegar al final dignamente a esas tumbas que los esperan de manera inexorable, sin sentir que su peripecia ha sido un estéril apocalipsis anunciado por ningún Abbadón, el exterminador.



Lima, 7 de mayo de 2011.