sábado, 21 de mayo de 2011

El caso DSK

Una verdadera conmoción en los círculos políticos internacionales, y específicamente franceses, ha ocasionado la repentina detención en el aeropuerto John Fitzgerald Kennedy de Nueva York, del Director Gerente del FMI, el socialista galo Dominique Strauss-Kahn. Minutos antes de despegar el avión de Air France que lo llevaría a París, la policía estadounidense lo ha capturado por los cargos de agresión sexual e intento de violación.


Dominique Strauss-Kahn -o simplemente DSK, como es conocido en los ambientes políticos de su país- era el más serio aspirante a la candidatura del Partido Socialista para las próximas elecciones presidenciales de abril de 2012. Su voceada participación en las primarias del legendario partido del recordado Francois Mitterrand, para hacer frente a las pretensiones reeleccionistas del actual mandatario Nicolás Sarkozy, lo había situado en una posición expectante en el escenario de la renovación de la cúpula dirigencial de la nación francesa.


Los hechos, que al principio estaban rodeados de cierta ambigüedad y malos entendidos, se han ido aclarando poco a poco. Al parecer, DSK habría atacado a una camarera del elegante hotel Sofitel de Nueva York, en circunstancias en que esta se aprestaba a cumplir su servicio en la habitación que ocupaba el jerarca de las finanzas mundiales. Tras el forcejeo, la denunciante habría logrado huir de las manos de su agresor, no sin antes haber sufrido el humillante y condenable embate de quien se aprestaba a someterla por la fuerza.


Luego del fallido intento, el funcionario ha salido presuroso del hotel rumbo al aeropuerto, donde debía emprender el vuelo a Francia. Pero al abandonar el lugar del crimen, ha dejado su teléfono móvil en la suite en que se alojaba. Inmediatamente ha llamado a la administración del mismo para pedir que se lo remitieran al aeropuerto. Quizás fue su error más garrafal, pues le dio servida la pista de su fuga a la policía que le ha puesto el guante instantes previos al decolaje de la nave.


Los detalles de lo sucedido pertenecen tanto a la crónica policial como a los anales -nunca mejor utilizada esta palabra- de la psiquiatría. Lo que interesa dilucidar en primer lugar es el grado de culpabilidad -se habla incluso de un complot en su contra- de este economista y abogado que ocupaba uno de los cargos más altos de la burocracia del planeta, nada menos que jefe de un organismo que ha tenido en los últimos años un papel decisivo en el rescate de numerosas economías a raíz de la crisis del sistema capitalista del año 2008. Los abogados de ambas partes, el fiscal que ha planteado la denuncia y los jueces que evaluarán los delitos por los cuales está confinado en prisión, tendrán un papel protagónico en los próximos meses.


Pero el hecho, evidentemente, trasciende lo meramente judicial y adquiere la dimensión de un auténtico caso que concita el interés de diversos planos y ángulos de la realidad. Se sabe por ejemplo que el personaje es muy proclive al sexo opuesto, hasta el punto que su conducta ha sido calificada de “patología de tipo compulsiva”, lo cual le ha acarreado muchos problemas, de los que hasta ahora ha salido curiosamente librado. Por lo menos, posee dos denuncias serias que constituyen los antecedentes más graves de lo ocurrido en Nueva York. En ambas ocasiones, su comportamiento ha sido como la de un “chimpancé en celo”, según ha declarado una de las agraviadas. Se trata pues, a todas luces, de un serio problema de carácter, de una pulsión incontrolable que arrastra al individuo hacia actitudes muchas veces irracionales, de las cuales tal vez él mismo se asombra como enseguida arrepiente. Una fuerza superior que brota de los sustratos del inconsciente, que se posesiona por breves instantes de la persona más cuerda y racional, empujándola a cometer los actos más reprobables.


A ello se agrega ese elemento cultural que impregna a la sociedad estadounidense: el puritanismo, aspecto central de la ética protestante que, a diferencia de la ética católica que permea a las sociedades latinas, persigue la vida recta antes que la penitencia. Mas lo paradójico del asunto es que ello vale sobre todo para la vida sexual, mas no, verbi gratia, para el robo, ante el cual suelen ser más permisivos y laxos. Hablo del robo a gran escala, por supuesto.


Si la acusación sigue su curso y se llegan a probar los hechos, asistiremos a la incineración pública de un prominente personaje de la política francesa; al hundimiento de esta suerte de Titanic de la escena electoral del país de la Revolución Francesa y de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Mientras tanto, surgen repotenciadas –unas más que otras- las aspiraciones presidenciales de otros líderes del socialismo francés, como es el caso de Martine Aubry, Sègolene Royal y Francois Hollande. Uno de ellos tendrá que lidiar con el actual presidente y con la candidata ultranacionalista Marine Le Pen, hija del tenebroso Jean Marie Le Pen, en las elecciones del año venidero.



Lima, 20 de mayo de 2011.


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