miércoles, 31 de octubre de 2012

El camino hacia sí mismo


     Después de más de dos décadas, he releído una de las novelas más queridas de ese entrañable gurú de Occidente que se llamó Hermann Hesse, experiencia que ha despertado en mi memoria sentimientos y circunstancias vividas en esa primera juventud que, como la de todos, esta llena de momentos decisivos, de encrucijadas que el tiempo irá despejando, y de una voluntad que se afirmará, a veces de modo ciego e inconsciente, para determinar lo que finalmente seremos.
     Se trata de Demian (1919), o la historia de la juventud de Emil Sinclair, como reza el subtítulo, obra que se sitúa en lo que comúnmente se llama novela de aprendizaje, y que muy bien puede constituir un auténtico derrotero del drama existencial del hombre contemporáneo.
     Lo primero que salta a la vista y es motivo de honda y detenida reflexión, son las palabras de inicio, donde meditando sobre la vida del ser humano se concluye que ésta es “el punto único y especial, en todo caso importante y curioso, donde, una vez y nunca más, se cruzan los caminos del mundo de una manera singular.”
     Si bien “la vida de cada hombre es un camino hacia sí mismo”, como afirma el narrador en otra parte de esas palabras liminares, “unos no llegan nunca a ser hombres; se quedan en rana, lagartija u hormiga”, graficando de esta manera la titánica y compleja lucha de este extraño ser por conquistar su condición elevada. Una verdad que la antropología filosófica ha  sondeado a través del tiempo y razón  también de arduas disquisiciones de pensadores y filósofos.
     En el primer capítulo se nos plantea ya la presencia de los dos mundos, lo diurno y lo nocturno de la existencia. Cuando Emil Sinclair conoce a Franz Kromer, intuye perfectamente que este pertenece a ese otro mundo, distinto y distante del suyo. Los silbidos del muchacho eran el santo y seña de ese lado oscuro al que resbalaba peligrosamente Sinclair. Mientras que sus padres y hermanas representaban la claridad y el orden, Franz simbolizaba el caos y las tinieblas.
     Luego conoce a un nuevo alumno, Max Demian, quien le predica la teoría de Caín, pero dándole una interpretación diferente, lejos de la convencional. Gracias a Demian, a quien por cierto admira y teme simultáneamente, logra liberarse de la sujeción a Kromer, quien lo mantenía bajo su órbita en base al chantaje y la amenaza.
     El rostro de Demian le parece extraño, “inexplicablemente distinto a todos nosotros”, subraya Sinclair, a la vez que lentamente se va a producir el despertar de la sexualidad y el conocimiento del otro lado de su amigo, a quien un día lo ve petrificado en su pupitre, como un ídolo de piedra, volcado hacia un mundo interior desconocido, imagen que conmociona a Sinclair.
       Posteriormente Sinclair ingresa a un internado, allí conoce a Alfons Beck. Ambos van a una taberna donde, bajo los efectos del vino, logra desahogarse y se muestra locuaz. Regresa ebrio al internado y siente que algo en su vida se ha quebrado. En el mismo parque en que había conocido a Beck ve a una muchacha alta y delgada, de la que se enamora; su vida cambia desde ese momento. Era el sacerdote de un nuevo santuario, donde se rendía culto al amor profundo a Beatrice. Se dedica a pintar, quiere hacer un retrato de su musa, pero termina pintando a Demian; mientras tanto lee a Novalis, poeta que lo impresiona, y envía el dibujo a Demian.
     Recibe la respuesta de Demian interpretando el dibujo del pájaro saliendo de un cascarón que le había enviado. En la clase, el joven profesor que guiaba la lectura de Herodoto, pronuncia en nombre de Abraxas, que Sinclair leyó por primera vez en el papelito que anteriormente le había hecho llegar Demian. El sueño definitivamente lo inclina hacia Abraxas, esa deidad mitad dios y mitad demonio, símbolo de la nueva perspectiva que asume Sinclair.
     Un día, caminando por la ciudad, se detiene ante una iglesia para escuchar la música que un organista ejecutaba dentro. Pero será otro día en que se anime a seguir al músico a su salida del recinto, abordándolo en una taberna; habla con él de Abraxas, a quien el organista conocía. En el siguiente encuentro van a la casa del artista, allí Pistorius le cuenta que vive con sus padres y que ha estudiado teología, pero que se ha descarriado.
     Sinclair posee el gusto de contemplar las extrañas formas que adopta la naturaleza. Pistorius le explica que todos llevamos el mundo entero en nosotros mismos, pero que pocos tienen conciencia de ello. Así fue rompiendo Sinclair el cascarón y a sacar la cabeza del pájaro amarillo del sueño. Su nuevo amigo interpreta el sueño del vuelo que había tenido.
     El sueño recurrente consistía en que entraba a su casa, quería abrazar a su madre y en su lugar era una mujer grande, con rasgos masculinos, que le inspiraban miedo y atraían a la vez. Pistorius aconseja a Sinclair seguir sus sueños y no tenerles miedo. Se le acerca Knauer, un compañero de clase que le habla de la castidad y la pureza. Le pide ayuda, y como Sinclair no le dice nada, prorrumpe en improperios contra él. Una fuerza oscura impulsa a Sinclair a ir en busca de Knauer, hallándolo en una casa abandonada pretendiendo suicidarse. Luego de aparta de él y conversando con Pistorius llega a herir su ideal “arqueológico.” Acaba el colegio, se va de vacaciones y su padre decide que estudie un semestre de filosofía.
     De visita en la casa en que había vivido Demian, la dueña le muestra fotografías donde reconoce el gran parecido de la madre de su amigo con la imagen del sueño. Luego se matricula en la universidad y queda muy ilusionado. Encuentra a Demian y hablan del espíritu gregario, del miedo y la solidaridad; llegan a la casa de éste y conoce a su madre, por quien se sentirá irresistiblemente atraído, naciendo en su alma un extraña afecto por ella, la que se hace llamar Frau Eva, como sólo la llamaban los amigos íntimos.
     Al final, temiendo nuestro héroe la separación de Frau Eva, se concentra para que ella llegue hasta él; pero quien llega es Demian, enviado por su madre. Éste le comunica el inicio de la guerra, situación que hará que ambos marchen al frente, desencadenándose una serie de visiones de carácter místico apocalíptico que prefiguran el destino trágico de la humanidad. Son los prolegómenos de la hecatombe bélica, el principio del fin de una era y el anuncio del comienzo de otra, todavía desconocida, que surgirá de las cenizas de la conflagración.

Lima, 29 de octubre de 2012.

viernes, 26 de octubre de 2012

Independentismo


     Una nueva oleada de movimientos separatistas recorre Europa, alentada quizá por el tambaleo de los pilares y parámetros del llamado estado de bienestar, sacudidos por el fuerte ventarrón de la crisis económica que azota el Viejo Continente desde hace algunos años, o tal vez por el lento resurgir de los nacionalismos de todo tipo que, ante una coyuntura difícil como ésta, tienen la perfecta coartada para remover viejas ideas políticas en busca de un camino totalmente a contrapelo de la cacareada globalización.
     Tres casos recientes ejemplifican esa insurgencia en la escena política europea: la aspiración de Escocia de alcanzar la independencia del Reino Unido; el sueño de Flandes de constituir una región autónoma desligada de Bélgica; y la renovada lucha de Cataluña por conseguir su tan ansiada soberanía separada de España.
     El pasado lunes 15 suscribieron un acuerdo el Primer Ministro del Reino Unido, David Cameron, y su par escocés Alex Salmond, por el cual se prevé la realización de un referéndum en 2014, con una pregunta simple e inequívoca, consultando a la población si deseaban la independencia o no, objetivo que ha despertado el Partido Nacionalista Escocés en el poder.
     Después de más de tres siglos de haberse suscrito el Acta de Unión entre Inglaterra y Escocia, la región más septentrional de la Gran Bretaña, y una de las cuatro que conforman el Reino Unido, emprende el camino oficial de la escisión, a pesar de que actualmente sólo un 35 a 40% de la población está a favor de la medida, situación que los nacionalistas esperan remontar en los dos años que restan para la realización de la consulta.
     Cameron se ha allanado estratégicamente al pedido escocés, pues una negativa hubiera significado incitar el independentismo, confiando a su vez en su poder de convencimiento para evitar una indeseada segregación para la corona inglesa. Sibilinamente, ha deslizado el comentario de que una Escocia fuera del Reino Unido tendría múltiples problemas -amén de los económicos- para adecuarse a las exigencias de los diversos organismos que existen en Europa; inmediatamente ha replicado el líder nacionalista escocés recordando las importantes industrias del petróleo y el gas en territorio nacional, así como las ventajas de caminar sin los compromisos ni las ataduras a una entidad supranacional.
     En el caso de Flandes, que convive con los valones en esa precaria unidad llamada Bélgica, la situación no es tan diferente, pues se trata también de una marcada división tanto lingüística como étnica, elementos culturales que evidencian una nítida voluntad de marchar por rumbos distintos. Aunque los términos del objetivo político de los flamencos no tienen fecha específica, se percibe una tendencia muy fuerte hacia la autonomía desde el triunfo el 2010 de los independentistas en las elecciones nacionales.
     La Flandes neerlandófona y la Valonia francófona deberán tamizar  sus diferencias si quieren mantener la unidad dentro de Bélgica, país sede además de la Unión Europea, mas será arduo convencer al poderoso movimiento separatista de la región flamenca que deponga su meta central de conformar una región independiente, objetivo que han visto hacerse realidad a partir del triunfo reciente del partido independentista flamenco.
     Pero sin duda que el caso más picante en la actualidad es el de Cataluña, donde ha renacido con bríos el anhelo de independencia que tiene vieja data. El presidente de la Generalitat, Artur Mas, ha planteado la convocatoria de un referéndum donde los catalanes, al igual que los escoceses, se pronunciarán por la independencia o no. En las próximas elecciones del 25 de noviembre se pondrán en juego los afanes soberanistas del líder de Convergencia i Unió (CiU).
     Las principales autoridades de la península, encabezados por el actual presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, han enfilado sus baterías contra la pretensión catalana, arguyendo razones de diversa índole; mas la vorágine de los hechos parece tener la fuerza suficiente para arrasar toda oposición a la consulta.
     Los rasgos identitarios son tan sólidos e inconfundibles para los catalanes, que un porcentaje considerable de la población ve con gran expectativa la posibilidad de materializar el antiguo anhelo soberanista. Parece que ha llegado el momento, y España toda, y Europa también, deberán estar preparados para este vuelco político que puede cambiar la faz del Viejo Mundo en el porvenir inmediato.

Lima, 22 de octubre de 2012.
       

sábado, 13 de octubre de 2012

Canto ceremonial para un oso hormiguero


     Han pasado ya algunos días de la muerte de Antonio Cisneros, y aún sigo aturdido por este hecho que me imaginaba remoto para alguien como él. El sábado pasado oí por la radio un comentario fúnebre en el que era aludido el poeta y de pronto se agolparon en mis recuerdos una serie de imágenes en los que fui testigo de la vertiginosa y fructífera existencia de uno de los creadores más formidables que ha dado la poesía peruana en el último medio siglo.
     Premiado en diversos países de nuestra vasta Latinoamérica, menos en el suyo, multifacético espíritu que descolló nítidamente en cada cosa que hizo, Toño Cisneros, como le decían sus amigos, ha tenido que someterse también al inexorable ritual que impone nuestra condición humana. Cuando aún podía acompañarnos algunos años más, puesto que apenas frisaba los 69 -cabalística cifra-, la horrible parca lo ha cercado alevosamente, metamorfoseada en el temible cangrejo de la muerte.
     El nombre de Cisneros no fue absolutamente desconocido para esa gavilla de jóvenes letraheridos, apandillados en una de las numerosas capillas literarias que pululaban en los salones y patios de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de los años 80 -atrabiliaria década de las rebeldías, las revueltas y las revoluciones frustradas-, que transitaban por la urbe tironeando su trashumancia y sus inagotables búsquedas estéticas cual una pequeña tribu de insensatos y dementes cultores de la poesía.
     Fue así que en una ocasión supimos que habría un recital de poesía en el local del Centro cultural peruano-soviético de la Avenida Salaverry (que me imagino ya no existirá), y esa fue la primera vez que vi y escuché al ya mentado “oso hormiguero” leyendo su disímil y controversial poesía ante una muchedumbre de ávidos oyentes, en su gran mayoría jóvenes universitarios que provenían de esos grupos dispersos que se solían formar por esa época para tener presencia en el flamante mundo de las letras.
     A pesar de que ya conocía algo de la poesía de Antonio Cisneros, por mis lecturas de revistas y libros prestados, no dejó de sorprenderme su desenfado, su frescura, su límpido discurso poético exento de retórica, despojado de toda ampulosidad, desprovisto de todo ese andamiaje lírico modernista o posmodernista, liberado para siempre del molde decimonónico, desnudo de cualquier lirismo vacuo, que a pesar de las vanguardias seguía tratando de sobrevivir en nuestro medio; en suma, un estilo suelto, coloquial, libre y sin mayores pretensiones ni afectaciones.
      Pero al primer Antonio Cisneros que conocí fue al periodista, al sagaz y agudo cronista que dirigió ese legendario y emblemático suplemento dominical del Diario de Marka, llamado El Caballo Rojo, que en los años finales de la década del 70 y comienzos del 80 hizo las delicias de lectores que como yo podíamos disfrutarlo desde nuestras lejanas provincias. En sus páginas se me harían conocidos nombres como los de Sinesio López, Carlos Iván Degregori, Santiago Pedraglio, José María Salcedo y otros, referentes todos ellos luego en las ciencias sociales y el periodismo nacionales.
     Tampoco puede olvidarse su paso por la radio, a través de una breve secuencia diaria en una emisora de la capital, donde comentaba con singularísima chispa, estilo zumbón y donaire criolla, conjugados con un lenguaje sembrado de iridiscencias poéticas, los asuntos más variados del quehacer nacional.
     Por último, en la Feria del Libro del 2011, el año pasado nomás, cuando nada presagiaba este desenlace fatal, el “oso hormiguero” estuvo en el stand correspondiente a Chile firmando ejemplares de un libro editado por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de ese país, en razón del reciente Premio Iberoamericano de Poesía “Pablo Neruda” otorgado a nuestro compatriota. El volumen, titulado Diarios de naufragio, es una antología de toda la obra poética de Antonio Cisneros; libro que obsequiaron los hermanos del sur y que me fue autografiado por el poeta y del cual me solacé grandemente leyéndolo en los días siguientes.
     La voz y la huella de Antonio Cisneros quedarán en sus delirantes y curtidos versos, como una sombra benéfica que aletea con su espíritu desafiante. Su retador desplante a la convención y el lugar común, su humor corrosivo y sarcástico, dicho en el tono más irreverente, su fáustica celebración de la vida en todas sus formas, se instalarán para siempre en la memoria y en el alma de quienes admiraron su talento y amaron su poesía.

Lima, 13 de octubre de 2012.         

lunes, 8 de octubre de 2012

Ética y verdad


     El desenlace trágico de la desaparición de una concursante de un polémico programa de televisión, suscita diversas reflexiones en torno a uno de los valores éticos concernidos en el hecho: la verdad.
     Lo primero es que la verdad no debería surgir bajo la presión de un chantaje pecuniario, sino como un proceso natural de evolución de las cosas, pues de lo contrario se termina pervirtiendo su esencia, convirtiéndola en una simple mercancía, signo de una sociedad que ha asumido el consumo como el supremo bien.
     El precio de la verdad nunca puede ser la muerte, pues su valor trasciende tanto los groseros cálculos crematísticos como su metafísica negación. Sobre todo una muerte como la Ruth Thalía Sayas Sánchez, la joven cuyo cadáver fue encontrado enterrado en un silo en la zona de Jicamarca, en las afueras de la ciudad.
     Se envilece el valor de la verdad cuando se la vuelve mero y puro exhibicionismo de escenario, una impudicia tosca y banal, una función pornográfica para saciar el morbo y la malsana avidez colectiva.
     Sin necesidad de caer en el extremo de hacer un elogio y defensa de la mentira, debemos aceptar que no siempre la verdad, en términos absolutos, es un valor que  debe mostrarse en toda su desnudez.
     Queremos comprar valores éticos, principios, dignidades, como si fueran bienes de intercambio comercial, objetos de consumo, cosas desprovistas de cualidades humanas y pasibles de ser traficadas como cualquier abarrote de tendero.
     Se trata, a todas luces, de un episodio más, en este caso siniestro y macabro, de lo que Vargas Llosa ha llamado la civilización del espectáculo, una era signada por los perversos dictados del mercado, donde la sociedad de consumo impone sus fríos y mezquinos intereses por sobre todo vestigio de humanidad y sentimiento. Importa vender y lucrar –el bendito rating-, sin importar si con ello arrasamos lo más precioso de nuestra existencia, o hasta a ella misma.
     Lo segundo es la responsabilidad que le cabe al conductor del citado programa y al periodismo en general. Que el primero haya salido a decir que en los cruentos sucesos está exento de toda culpa no es la mejor manera de asumir su cuota de participación, por mínima que sea; y que una parte de la prensa y sus principales voceros también manifestaran su solidaridad y comprensión con el susodicho, tampoco abona para el propósito de saneamiento y adecentamiento del llamado cuarto poder.
     Es sintomático que ahora salgan a defender a Ortiz los personajes más cuestionables y con rabo de paja de la prensa nacional, citados con redomada alegría en su reciente columna donde sale, lanza en ristre, a acometer a los que llama no sin ironía “opinadores, opinantes y opinólogos”.
     Basta hacer el inventario de estos solidarios y ahora muy comprensivos colegas, extrañamente conciliadores y tolerantes, aviesamente contemporizadores,  para saber de qué se trata todo este show de las vanidades heridas. Saber que en esa afamada lista figuran nombres encumbrados como los de Laura Bozzo, Mónica Delta, Nicolás Lúcar, Aldo Mariátegui, Rosa María Palacios, Federico Salazar, Ricardo Vásquez Kunge, y hasta un siempre oportuno PPK, nos confirma en la sospecha esbozada líneas arriba.
     La filosofía del todo vale, de la libertad sin límites, del hacer y deshacer según nuestra regalada gana, es la que al parecer avala sin pudor este selecto grupo de opinadores.
     Nadie acusa al mencionado conductor de ser el asesino, ni siquiera el cómplice o apologeta del crimen, pero el tipo de programa que conduce, el formato peligroso que alardea  jugando con fuego al filo de los abismos de la condición humana, tendría que hacerlo meditar sobre la conveniencia de seguir sacando a la luz las miserias de cualquiera a cambio de un puñado de suculentos y emputecidos cobres.

Lima, 7 de octubre de 2012.