viernes, 26 de octubre de 2012

Independentismo


     Una nueva oleada de movimientos separatistas recorre Europa, alentada quizá por el tambaleo de los pilares y parámetros del llamado estado de bienestar, sacudidos por el fuerte ventarrón de la crisis económica que azota el Viejo Continente desde hace algunos años, o tal vez por el lento resurgir de los nacionalismos de todo tipo que, ante una coyuntura difícil como ésta, tienen la perfecta coartada para remover viejas ideas políticas en busca de un camino totalmente a contrapelo de la cacareada globalización.
     Tres casos recientes ejemplifican esa insurgencia en la escena política europea: la aspiración de Escocia de alcanzar la independencia del Reino Unido; el sueño de Flandes de constituir una región autónoma desligada de Bélgica; y la renovada lucha de Cataluña por conseguir su tan ansiada soberanía separada de España.
     El pasado lunes 15 suscribieron un acuerdo el Primer Ministro del Reino Unido, David Cameron, y su par escocés Alex Salmond, por el cual se prevé la realización de un referéndum en 2014, con una pregunta simple e inequívoca, consultando a la población si deseaban la independencia o no, objetivo que ha despertado el Partido Nacionalista Escocés en el poder.
     Después de más de tres siglos de haberse suscrito el Acta de Unión entre Inglaterra y Escocia, la región más septentrional de la Gran Bretaña, y una de las cuatro que conforman el Reino Unido, emprende el camino oficial de la escisión, a pesar de que actualmente sólo un 35 a 40% de la población está a favor de la medida, situación que los nacionalistas esperan remontar en los dos años que restan para la realización de la consulta.
     Cameron se ha allanado estratégicamente al pedido escocés, pues una negativa hubiera significado incitar el independentismo, confiando a su vez en su poder de convencimiento para evitar una indeseada segregación para la corona inglesa. Sibilinamente, ha deslizado el comentario de que una Escocia fuera del Reino Unido tendría múltiples problemas -amén de los económicos- para adecuarse a las exigencias de los diversos organismos que existen en Europa; inmediatamente ha replicado el líder nacionalista escocés recordando las importantes industrias del petróleo y el gas en territorio nacional, así como las ventajas de caminar sin los compromisos ni las ataduras a una entidad supranacional.
     En el caso de Flandes, que convive con los valones en esa precaria unidad llamada Bélgica, la situación no es tan diferente, pues se trata también de una marcada división tanto lingüística como étnica, elementos culturales que evidencian una nítida voluntad de marchar por rumbos distintos. Aunque los términos del objetivo político de los flamencos no tienen fecha específica, se percibe una tendencia muy fuerte hacia la autonomía desde el triunfo el 2010 de los independentistas en las elecciones nacionales.
     La Flandes neerlandófona y la Valonia francófona deberán tamizar  sus diferencias si quieren mantener la unidad dentro de Bélgica, país sede además de la Unión Europea, mas será arduo convencer al poderoso movimiento separatista de la región flamenca que deponga su meta central de conformar una región independiente, objetivo que han visto hacerse realidad a partir del triunfo reciente del partido independentista flamenco.
     Pero sin duda que el caso más picante en la actualidad es el de Cataluña, donde ha renacido con bríos el anhelo de independencia que tiene vieja data. El presidente de la Generalitat, Artur Mas, ha planteado la convocatoria de un referéndum donde los catalanes, al igual que los escoceses, se pronunciarán por la independencia o no. En las próximas elecciones del 25 de noviembre se pondrán en juego los afanes soberanistas del líder de Convergencia i Unió (CiU).
     Las principales autoridades de la península, encabezados por el actual presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, han enfilado sus baterías contra la pretensión catalana, arguyendo razones de diversa índole; mas la vorágine de los hechos parece tener la fuerza suficiente para arrasar toda oposición a la consulta.
     Los rasgos identitarios son tan sólidos e inconfundibles para los catalanes, que un porcentaje considerable de la población ve con gran expectativa la posibilidad de materializar el antiguo anhelo soberanista. Parece que ha llegado el momento, y España toda, y Europa también, deberán estar preparados para este vuelco político que puede cambiar la faz del Viejo Mundo en el porvenir inmediato.

Lima, 22 de octubre de 2012.
       

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