Una nueva oleada de movimientos
separatistas recorre Europa, alentada quizá por el tambaleo de los pilares y
parámetros del llamado estado de bienestar, sacudidos por el fuerte ventarrón
de la crisis económica que azota el Viejo Continente desde hace algunos años, o
tal vez por el lento resurgir de los nacionalismos de todo tipo que, ante una
coyuntura difícil como ésta, tienen la perfecta coartada para remover viejas
ideas políticas en busca de un camino totalmente a contrapelo de la cacareada
globalización.
Tres casos recientes ejemplifican esa
insurgencia en la escena política europea: la aspiración de Escocia de alcanzar
la independencia del Reino Unido; el sueño de Flandes de constituir una región autónoma
desligada de Bélgica; y la renovada lucha de Cataluña por conseguir su tan
ansiada soberanía separada de España.
El pasado lunes 15 suscribieron un acuerdo
el Primer Ministro del Reino Unido, David Cameron, y su par escocés Alex
Salmond, por el cual se prevé la realización de un referéndum en 2014, con una
pregunta simple e inequívoca, consultando a la población si deseaban la
independencia o no, objetivo que ha despertado el Partido Nacionalista Escocés
en el poder.
Después de más de tres siglos de haberse
suscrito el Acta de Unión entre Inglaterra y Escocia, la región más
septentrional de la Gran Bretaña, y una de las cuatro que conforman el Reino
Unido, emprende el camino oficial de la escisión, a pesar de que actualmente
sólo un 35 a 40% de la población está a favor de la medida, situación que los
nacionalistas esperan remontar en los dos años que restan para la realización
de la consulta.
Cameron se ha allanado estratégicamente al
pedido escocés, pues una negativa hubiera significado incitar el
independentismo, confiando a su vez en su poder de convencimiento para evitar
una indeseada segregación para la corona inglesa. Sibilinamente, ha deslizado
el comentario de que una Escocia fuera del Reino Unido tendría múltiples
problemas -amén de los económicos- para adecuarse a las exigencias de los
diversos organismos que existen en Europa; inmediatamente ha replicado el líder
nacionalista escocés recordando las importantes industrias del petróleo y el
gas en territorio nacional, así como las ventajas de caminar sin los
compromisos ni las ataduras a una entidad supranacional.
En el caso de Flandes, que convive con los
valones en esa precaria unidad llamada Bélgica, la situación no es tan diferente,
pues se trata también de una marcada división tanto lingüística como étnica,
elementos culturales que evidencian una nítida voluntad de marchar por rumbos
distintos. Aunque los términos del objetivo político de los flamencos no tienen
fecha específica, se percibe una tendencia muy fuerte hacia la autonomía desde
el triunfo el 2010 de los independentistas en las elecciones nacionales.
La Flandes neerlandófona y la Valonia
francófona deberán tamizar sus
diferencias si quieren mantener la unidad dentro de Bélgica, país sede además
de la Unión Europea, mas será arduo convencer al poderoso movimiento
separatista de la región flamenca que deponga su meta central de conformar una
región independiente, objetivo que han visto hacerse realidad a partir del
triunfo reciente del partido independentista flamenco.
Pero sin duda que el caso más picante en
la actualidad es el de Cataluña, donde ha renacido con bríos el anhelo de
independencia que tiene vieja data. El presidente de la Generalitat, Artur Mas,
ha planteado la convocatoria de un referéndum donde los catalanes, al igual que
los escoceses, se pronunciarán por la independencia o no. En las próximas
elecciones del 25 de noviembre se pondrán en juego los afanes soberanistas del
líder de Convergencia i Unió (CiU).
Las principales autoridades de la
península, encabezados por el actual presidente del gobierno español, Mariano
Rajoy, han enfilado sus baterías contra la pretensión catalana, arguyendo
razones de diversa índole; mas la vorágine de los hechos parece tener la fuerza
suficiente para arrasar toda oposición a la consulta.
Los rasgos identitarios son tan sólidos e
inconfundibles para los catalanes, que un porcentaje considerable de la
población ve con gran expectativa la posibilidad de materializar el antiguo
anhelo soberanista. Parece que ha llegado el momento, y España toda, y Europa
también, deberán estar preparados para este vuelco político que puede cambiar
la faz del Viejo Mundo en el porvenir inmediato.
Lima, 22 de
octubre de 2012.
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