domingo, 28 de julio de 2013

La náusea

     Al mejor estilo de las más sucias componendas políticas de que se tenga memoria en nuestra historia republicana, se ha consumado la elección de los miembros del Tribunal Constitucional, del Banco Central de Reserva y de la Defensoría del Pueblo. Los grupos encaramados al poder y sus secuaces, se han repartido cual botín los cargos que estaban vacantes en esos organismos del Estado.
     La repartija en cuestión, ha sido posible gracias a un acuerdo bajo la mesa de cuatro agrupaciones políticas que han transado, del modo más evidente y descarado, para una designación que engrosará los anales de la historia universal de la infamia.
     Personajes impresentables, algunos de ellos cuestionados por severas razones de orden ético y moral, pasarán a ocupar los cargos que el Estado sólo debería reservar a personas intachables y de honestidad comprobada, además, claro está, de poseer las calidades académicas y profesionales del caso.
     Es un acto bochornoso, deplorable, indignante y nauseabundo, que la mayoría de los ciudadanos del país rechaza en los términos más enérgicos, pues entraña la consagración, a los más altos niveles de la gestión pública, del contubernio, la cuchipanda y el arreglo vicioso como formas de gobierno.
     Pensar que esos cargos fueron ocupados en un pasado reciente por magistrados de la talla de Manuel Aguirre Roca y Delia Revoredo de Mur, defenestrados a la sazón por el régimen putrefacto que asoló nuestra institucionalidad democrática en la década perdida de los noventa del siglo pasado, cuando una gavilla de asaltantes disfrazados de políticos, asesores y generales, coparon las más altas esferas del poder para medrar a sus anchas.
      Casi al instante de conocerse el arreglo concretado en el Congreso, una significativa presencia de ciudadanos en las calles expresaba su protesta, trasluciendo el sentir de la inmensa mayoría del país ante lo que a todas luces constituye un acto de repudiable atentado contra los valores democráticos, la ética y el sentido común.
     Al verse cuestionados, algunos miembros del TC y la Defensora del Pueblo, así como los líderes de los partidos políticos involucrados, han retrocedido arrinconados por la ola de indignación ciudadana. Reconsiderando su permanencia en los cargos, al cual fueron encumbrados en una negociación espuria, no les ha quedado otro camino que presentar su dimisión antes de verse envueltos en una crisis institucional de impredecibles consecuencias.
     Lo vergonzoso del caso ha sido tan evidente, la manera cómo se ha transado el reparto ha dejado traslucir los intereses particulares en juego de cada agrupación, los propios intereses del país han estado tan ajenos a todo este entripado, los personajes de esta opereta de tres centavos han desvelado sus almas con tal impudicia, que el espectáculo que la nación y el mundo han presenciado no pudo ser más deprimente y lamentable.
     Lo que queda ahora es volver a fojas cero y establecer un nuevo proceso de elección de los funcionarios de estos organismos fundamentales de la administración pública. Uno de los primeros requisitos debería pasar por la idoneidad moral y ética, el compromiso con la democracia y los derechos humanos y una honestidad y transparencia incuestionables. Esto debe hacer imposible que candidatos con un dudoso pasado, envueltos en casos flagrantes de apología a la corrupción y protección a quienes perpetraron gravísimos delitos de lesa humanidad, vuelvan a presentarse sin el menor rubor para un puesto de esta naturaleza.
     Lo que ha sucedido finalmente, la anulación por el Congreso, convocado en sesión extraordinaria, de los nombramientos de marras, es el triste colofón de lo que nunca debió haberse siquiera imaginado. Una muestra más de la terrible crisis política que nos agobia, manifestación visible de la ausencia de ética en el accionar de los personajes y grupos que pretenden gobernar nuestros pueblos.


Lima, 21 de julio de 2013.   

domingo, 21 de julio de 2013

Emociones inteligentes

     Cuando en 1995 Daniel Goleman  publicó su afamado libro Emotional Intelligence (La inteligencia emocional), ocasionó toda una revolución en el ámbito académico y en el mundo de la psicología, pues abría una riquísima veta para explorar el conocimiento de una faceta fundamental del ser humano, aquella constituida por sus emociones, y la manera como debían ser manejadas para alcanzar una vida plena.
     Desde el campo de las neurociencias, este doctor en filosofía, profesor de Harvard y responsable de la sección científica del New York Times, acomete la apasionante empresa de irnos revelando los misterios más recónditos del funcionamiento del cerebro, depositario de los más intrincados vericuetos de la conducta humana.
     Conocer el funcionamiento del cerebro es, sin duda, uno de los hechos más fascinantes de la aventura del saber, y mucho más si reconocemos que allí se producen las conexiones necesarias que impulsan nuestras acciones y las elaboraciones fisiológicas que deciden el curso de nuestras emociones. Es por ello que ese conocimiento debe ir parejo a su praxis, existiendo técnicas muy bien diseñadas que nos permiten lograr una adecuada canalización de todo ese causal de emociones naturales, a través de una inteligente y comprensiva labor de reconocimiento y consecuente accionar.
     Sabemos que el instinto en nuestra especie es un manantial increíble de las más diversas decisiones, tanto positivas como negativas, y cuya raíz última lo encontramos en el cerebro más antiguo que tenemos, el llamado reptiliano, aquel que por su velocidad y antigüedad termina muchas veces haciéndonos cometer torpezas y actos reprobables. Mientras que el cerebro racional, el neocórtex, necesita de un lento trabajo de adaptación y asimilación para hacer frente a los diferentes escenarios de la conflictividad humana.
     En una época en que eran sobrevalorados los cocientes de inteligencia que privilegiaban los aspectos cognitivos del lenguaje y las matemáticas, Goleman irrumpió con su novedosa teoría de que la inteligencia emocional puede, en muchos casos, ser definitivamente más importante que el mero dominio de dichas capacidades tradicionales, pues involucra el propio destino de la persona, a la vez que fortalece la base psíquica para potenciar las habilidades estrictamente intelectuales.
     Los tiempos han cambiado el modo como el ser humano tiene que adaptarse a su realidad, desarrollando sus posibilidades de empatía y solidaridad para superar esos rezagos de negación del otro que aún subyacen en el comportamiento de muchos, definiendo una personalidad acorde con las exigencias de la nueva era, pues como dice el mismo Goleman: “En resumen, con demasiada frecuencia nos enfrentamos a dilemas posmodernos con un repertorio emocional adaptado a las urgencias del pleistoceno”.
     Por medio de la presentación de casos particulares, que ha conocido a lo largo de su fructífera carrera como investigador, profesor y divulgador científico, Goleman nos muestra el papel esencial que juegan las emociones en la vida de una persona, ya sea en el matrimonio, en la escuela, en el trabajo o en cualquier otro ámbito, en donde se encuentre frente a una situación conflictiva con otra persona. La manera como salir airosamente del entuerto es lo que se conoce como inteligencia emocional, la clase de saber intuitivo que nos proporciona la clave para encontrar la salida al más entrampado laberinto.
     Si todos nos adiestráramos en su conocimiento y aplicación, es decir dejáramos de ser analfabetos emocionales, cuántos traumas, heridas morales, depresiones, ansiedades, iras y demás elementos tóxicos para nuestra alma  nos ahorraríamos, encaminando la convivencia humana por los auténticos senderos de la civilización y la plenitud vital.


Lima, 5 de julio de 2013.

miércoles, 3 de julio de 2013

Un héroe de nuestro tiempo

Edward Snowden era un ex técnico de la CIA que trabajaba hasta hace poco en la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de los Estados Unidos, puesto al que renunció por razones estrictamente morales: su conciencia se rebelaba ante el hecho de que los servicios secretos de su país utilizaran la moderna tecnología de la información para inmiscuirse en las vidas privadas de miles de ciudadanos, con el fin de obtener datos para luchar, supuestamente, contra el terrorismo internacional y todo aquello que amenazara la seguridad de la superpotencia. 
     El joven experto en informática acaba de cumplir 30 años de edad, en medio de una persecución que ha emprendido contra él el gobierno de su país, acusándolo de traición y espionaje por haber filtrado a la prensa los documentos secretos de dos programas de intervención en las comunicaciones de personas sospechosas, según el gobierno norteamericano, de prácticas conspirativas, o de ser potenciales amenazas para la seguridad nacional.
     Los diarios The Guardian y The Washington Post fueron los que recibieron las sorprendentes revelaciones de Snowden sobre el masivo espionaje practicado por los Estados Unidos y el Reino Unido, quienes habrían solicitado a las compañías de internet Facebook, Google, Microsoft, Yahoo y otros, que les facilitaran información privada de alrededor de 50 mil personas, en una clara violación al derecho a la privacidad que protegen todas las legislaciones del mundo.
     La interceptación se habría realizado también en la Unión Europea, y contra funcionarios de los diversos gobiernos europeos, según la reciente revelación del diario Der Spiegel, lo que ha ocasionado una conmoción en los círculos políticos alemanes, especialmente, pues en volumen las intervenciones son las más importantes. Asimismo, las misiones extranjeras en las Naciones Unidas, la misma sede de la UE en Bruselas y otros países del resto del mundo, han estado sometidos al control y la vigilancia de los ubicuos servicios de inteligencia yanquis.
     Se encontraba Edward Snowden, por último, en Hawái,  laborando para la Empresa Booz Allen Hamilton, cuando ha decidido hacer públicas las intromisiones telefónicas y virtuales de la administración estadounidense, lo que ha significado tener que abandonar su centro de trabajo y la isla, para dirigirse a Hong Kong, primero, y luego a Moscú, donde se encuentra actualmente, habiendo burlado a la prensa al anunciar que se dirigiría a Cuba, para emprender viaje a su vez a Venezuela y Ecuador.
     Pues precisamente el gobierno de Rafael Correa estaría dispuesto a otorgarle el asilo diplomático, en la misma senda de la protección que brinda a Julian Assange, refugiado desde hace un año en la sede de la embajada del Ecuador en Londres. Razón por la que el gobierno de Washington ha reaccionado con cierta intemperancia, a través de un senador demócrata, amenazando con suspender los beneficios arancelarios que gozaba el país sudamericano en un tratado de comercio de pronto vencimiento.
     “El gobierno de Ecuador no va a aceptar amenazas de nadie. Nosotros no nos supeditamos a los intereses económicos”, le ha respondido, con gran coraje y dignidad, el Ministro de Comunicaciones, Fernando Alvarado, al susodicho representante y sus insolentes presiones y chantajes. Es la forma como tendrían que enfrentar todos nuestros países cuando la gran potencia imperial pretende avasallarnos con sus ucases y mandatos incontrovertibles.
     No es poca cosa desafiar al país que encarna el mayor poder sobre la Tierra, sabiendo que tu cabeza pende de un hilo, que todos tus movimientos está siendo seguidos y controlados por esa maquinaria pesadillesca emergida de la imaginación más febril de una ficción orwelliana. La inmensa osadía que entraña decidir plantarle cara a las actividades ilícitas del imperio, por más que el presidente Obama declare que son “legales” y “transparentes”, sólo merece un calificativo que se parece al que en el pasado otorgábamos a los héroes. Y aunque él haya señalado que no debe ser visto como héroe ni como villano, la verdad es que su actitud es poco común en un mundo dominado por la doblez, la cobardía y la componenda.
     La otra salida anunciada por su padre en la televisión norteamericana: su retorno negociado para ser juzgado con todas las garantías del debido proceso, se alza como la última pero riesgosa carta para un personaje que ya ha ingresado a la historia, esa historia que algunos buscan teñir de infamia al tomarse la deshonrosa prerrogativa de invadir el fuero íntimo del individuo para rastrear aviesamente sus menudas actividades cotidianas.


Lima, 29 de junio de 2013.