domingo, 21 de julio de 2013

Emociones inteligentes

     Cuando en 1995 Daniel Goleman  publicó su afamado libro Emotional Intelligence (La inteligencia emocional), ocasionó toda una revolución en el ámbito académico y en el mundo de la psicología, pues abría una riquísima veta para explorar el conocimiento de una faceta fundamental del ser humano, aquella constituida por sus emociones, y la manera como debían ser manejadas para alcanzar una vida plena.
     Desde el campo de las neurociencias, este doctor en filosofía, profesor de Harvard y responsable de la sección científica del New York Times, acomete la apasionante empresa de irnos revelando los misterios más recónditos del funcionamiento del cerebro, depositario de los más intrincados vericuetos de la conducta humana.
     Conocer el funcionamiento del cerebro es, sin duda, uno de los hechos más fascinantes de la aventura del saber, y mucho más si reconocemos que allí se producen las conexiones necesarias que impulsan nuestras acciones y las elaboraciones fisiológicas que deciden el curso de nuestras emociones. Es por ello que ese conocimiento debe ir parejo a su praxis, existiendo técnicas muy bien diseñadas que nos permiten lograr una adecuada canalización de todo ese causal de emociones naturales, a través de una inteligente y comprensiva labor de reconocimiento y consecuente accionar.
     Sabemos que el instinto en nuestra especie es un manantial increíble de las más diversas decisiones, tanto positivas como negativas, y cuya raíz última lo encontramos en el cerebro más antiguo que tenemos, el llamado reptiliano, aquel que por su velocidad y antigüedad termina muchas veces haciéndonos cometer torpezas y actos reprobables. Mientras que el cerebro racional, el neocórtex, necesita de un lento trabajo de adaptación y asimilación para hacer frente a los diferentes escenarios de la conflictividad humana.
     En una época en que eran sobrevalorados los cocientes de inteligencia que privilegiaban los aspectos cognitivos del lenguaje y las matemáticas, Goleman irrumpió con su novedosa teoría de que la inteligencia emocional puede, en muchos casos, ser definitivamente más importante que el mero dominio de dichas capacidades tradicionales, pues involucra el propio destino de la persona, a la vez que fortalece la base psíquica para potenciar las habilidades estrictamente intelectuales.
     Los tiempos han cambiado el modo como el ser humano tiene que adaptarse a su realidad, desarrollando sus posibilidades de empatía y solidaridad para superar esos rezagos de negación del otro que aún subyacen en el comportamiento de muchos, definiendo una personalidad acorde con las exigencias de la nueva era, pues como dice el mismo Goleman: “En resumen, con demasiada frecuencia nos enfrentamos a dilemas posmodernos con un repertorio emocional adaptado a las urgencias del pleistoceno”.
     Por medio de la presentación de casos particulares, que ha conocido a lo largo de su fructífera carrera como investigador, profesor y divulgador científico, Goleman nos muestra el papel esencial que juegan las emociones en la vida de una persona, ya sea en el matrimonio, en la escuela, en el trabajo o en cualquier otro ámbito, en donde se encuentre frente a una situación conflictiva con otra persona. La manera como salir airosamente del entuerto es lo que se conoce como inteligencia emocional, la clase de saber intuitivo que nos proporciona la clave para encontrar la salida al más entrampado laberinto.
     Si todos nos adiestráramos en su conocimiento y aplicación, es decir dejáramos de ser analfabetos emocionales, cuántos traumas, heridas morales, depresiones, ansiedades, iras y demás elementos tóxicos para nuestra alma  nos ahorraríamos, encaminando la convivencia humana por los auténticos senderos de la civilización y la plenitud vital.


Lima, 5 de julio de 2013.

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