Cuando en 1995 Daniel Goleman publicó su afamado libro Emotional Intelligence (La inteligencia emocional), ocasionó toda
una revolución en el ámbito académico y en el mundo de la psicología, pues
abría una riquísima veta para explorar el conocimiento de una faceta
fundamental del ser humano, aquella constituida por sus emociones, y la manera
como debían ser manejadas para alcanzar una vida plena.
Desde el campo de las neurociencias, este
doctor en filosofía, profesor de Harvard y responsable de la sección científica
del New York Times, acomete la
apasionante empresa de irnos revelando los misterios más recónditos del
funcionamiento del cerebro, depositario de los más intrincados vericuetos de la
conducta humana.
Conocer el funcionamiento del cerebro es,
sin duda, uno de los hechos más fascinantes de la aventura del saber, y mucho
más si reconocemos que allí se producen las conexiones necesarias que impulsan
nuestras acciones y las elaboraciones fisiológicas que deciden el curso de
nuestras emociones. Es por ello que ese conocimiento debe ir parejo a su
praxis, existiendo técnicas muy bien diseñadas que nos permiten lograr una
adecuada canalización de todo ese causal de emociones naturales, a través de
una inteligente y comprensiva labor de reconocimiento y consecuente accionar.
Sabemos que el instinto en nuestra especie
es un manantial increíble de las más diversas decisiones, tanto positivas como
negativas, y cuya raíz última lo encontramos en el cerebro más antiguo que
tenemos, el llamado reptiliano, aquel que por su velocidad y antigüedad termina
muchas veces haciéndonos cometer torpezas y actos reprobables. Mientras que el
cerebro racional, el neocórtex, necesita de un lento trabajo de adaptación y
asimilación para hacer frente a los diferentes escenarios de la conflictividad
humana.
En una época en que eran sobrevalorados
los cocientes de inteligencia que privilegiaban los aspectos cognitivos del
lenguaje y las matemáticas, Goleman irrumpió con su novedosa teoría de que la
inteligencia emocional puede, en muchos casos, ser definitivamente más
importante que el mero dominio de dichas capacidades tradicionales, pues
involucra el propio destino de la persona, a la vez que fortalece la base
psíquica para potenciar las habilidades estrictamente intelectuales.
Los tiempos han cambiado el modo como el
ser humano tiene que adaptarse a su realidad, desarrollando sus posibilidades
de empatía y solidaridad para superar esos rezagos de negación del otro que aún
subyacen en el comportamiento de muchos, definiendo una personalidad acorde con
las exigencias de la nueva era, pues como dice el mismo Goleman: “En resumen,
con demasiada frecuencia nos enfrentamos a dilemas posmodernos con un
repertorio emocional adaptado a las urgencias del pleistoceno”.
Por medio de la presentación de casos
particulares, que ha conocido a lo largo de su fructífera carrera como
investigador, profesor y divulgador científico, Goleman nos muestra el papel
esencial que juegan las emociones en la vida de una persona, ya sea en el
matrimonio, en la escuela, en el trabajo o en cualquier otro ámbito, en donde
se encuentre frente a una situación conflictiva con otra persona. La manera
como salir airosamente del entuerto es lo que se conoce como inteligencia
emocional, la clase de saber intuitivo que nos proporciona la clave para
encontrar la salida al más entrampado laberinto.
Si todos nos adiestráramos en su
conocimiento y aplicación, es decir dejáramos de ser analfabetos emocionales,
cuántos traumas, heridas morales, depresiones, ansiedades, iras y demás
elementos tóxicos para nuestra alma nos
ahorraríamos, encaminando la convivencia humana por los auténticos senderos de
la civilización y la plenitud vital.
Lima, 5 de julio
de 2013.
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