sábado, 11 de febrero de 2023

Una revolución frustrada


La historia de los movimientos revolucionarios en América Latina es un fenómeno fascinante, de donde se extraen enseñanzas valiosas para entender los proyectos que se han ideado y puesto en práctica con el fin de imponer los cambios que nuestras sociedades necesitan para alcanzar los niveles de vida que los pueblos se merecen desde hace siglos. Uno de esos levantamientos guerrilleros, el primero llevado a cabo en el Perú, que tuvo como escenario la ciudad de Jauja en el año 1962, es recreado por el novelista Mario Vargas Llosa en Historia de Mayta (Seix Barral, 1984), obra que he releído después de casi cuarenta años, en mi afán por comprender y abarcar ese hecho singular, materia también de otras publicaciones que he consultado con gran interés.

El autor se permite, como en toda obra de ficción, algunas licencias con respecto al hecho histórico, como por ejemplo situarla en un tiempo anterior al real. Los sucesos narrados transcurren en 1958, es decir, antes del acontecimiento que fue capital para todos los intentos revolucionarios del continente: la Revolución Cubana. Asimismo, construye su personaje protagónico, Alejandro Mayta, a partir de un personaje secundario en los hechos reales de Jauja. Así, el narrador es condiscípulo de Mayta del Colegio Salesianos. Sabemos también que está recopilando toda la información posible sobre éste, pues, aunque es un novelista que está escribiendo una ficción, quiere conocer la verdad, “para mentir con conocimiento de causa”. No es su pretensión escribir “la verdadera historia de Mayta”, sino una inventada.

La narración inicia cuando el escritor-personaje corre una mañana por el malecón de Barranco y recuerda a Mayta. El relato va alternando los recuerdos del amigo y la visita que hace a Josefa Arrisueño, la tía madrina que crió al revolucionario. Allí, en la casa de esta mujer de setenta años, se conocieron Mayta y Vallejos -el líder de la asonada-, durante la fiesta de cumpleaños de la dueña de casa. La decisión del narrador de reconstruir la historia de Mayta lo lleva también a entrevistarse con el Dr. Moisés Barba Leyva, quien integrara junto con Mayta el comité de una de las facciones en que se escindió el Partido Obrero Revolucionario (POR), de tendencia trotskista.

Luego visita a Juanita, la hermana de Vallejos. Es una monja y vive en una modesta casa en lo que ahora es San Juan de Lurigancho, por la Av. Los chasquis, a la entrada de Zárate. Ella conoció a Mayta muy escasamente. En cambio, en su diálogo con el senador Campos, éste le revela que Mayta era agente de la CIA, es decir, un soplón, y que por eso fue expulsado del POR(T), antes de la revuelta de Jauja. Anatolio Campos fue uno de los camaradas más cercanos de Mayta, con quien incluso vivió un delicado y tenso momento, alguna vez que lo visitó en su cuartucho del Jirón Zepita, en el centro de Lima, debido a la homosexualidad de éste. Más adelante el narrador revela que le asignó esta característica para acentuar la marginalidad del protagonista.

El narrador viaja a Jauja con el fin de entrevistarse con el profesor Ubilluz, un hombre fornido y bajito que se había jubilado después de enseñar treinta años en el Colegio San José de la provincia. De la estación de ferrocarril, donde lo espera éste, se dirigen al Jirón Alfonso Ugarte, casi al frente de la cárcel, donde vive el profesor. Se dice que es la persona que más sabe de marxismo en la ciudad, con una biblioteca completa de libros de autores comunistas.

En su encuentro con el estalinista Blacquer, el narrador va sacando en limpio los pormenores de la expulsión de Mayta del POR(T), una expulsión disfrazada de renuncia. La razón verdadera habría sido la traición cometida por Mayta al reunirse con Blacquer, un conspicuo miembro del comunismo en su vertiente moscovita. Van saliendo también a la luz otros detalles de la conspiración, como que el rebelde solicitó la ayuda de los otros partidos de izquierda para desatar la revolución, una vez iniciada con la toma de la cárcel de Jauja, cuyo jefe era nada menos que el alférez Vallejos.

Adelaida, la mujer con la que se casó Mayta y con la que tuvo un hijo, Julián, le revela algunos otros aspectos de su vida conyugal con el revolucionario. Por ejemplo, que ese matrimonio fue sólo una máscara que utilizó Mayta para ocultar su verdadera orientación sexual. De la misma manera, don Ezequiel, el dueño de una tienda de artefactos eléctricos en plena plaza principal de Jauja, brinda su testimonio a regañadientes, pues guarda un mal sabor de ese recuerdo. Es un hombre irascible, enojado todavía con todo y con todos, descrito por el narrador como un personaje arcimboldiano.

El español Pedro Bautista Lozada; el comerciante japonés, y ocasional taxista, Onaka; los josefinos Felicio Tapia, Gualberto Bravo, Perico Temoche, Cordero Espinoza y los comuneros Condori y Zenón Gonzáles, componen la galería de personajes que, de alguna manera, fueron testigos y protagonistas de aquella asonada que remeció los Andes centrales a mediados del siglo pasado. En la novela se explica el fracaso de la revuelta, entre otros factores, debido a la traición de Ubilluz, quien el mismo día en que los guerrilleros tomaban las armas y se disponían a desatar el polvorín de la revolución, viajaba sin remilgos a Lima llevando un cargamento de habas para venderlo en los mercados de la capital. Otra perspectiva de los hechos nos informa que Vallejos habría decidido adelantar el levantamiento por un incidente desagradable con militantes apristas, lo cual podría acarrearle un castigo de parte de la superioridad y un posible cambio de puesto.

Don Eugenio Fernández Cristóbal, Juez de Paz de Quero al momento de la insurgencia, rinde gustoso su versión de los hechos. La persecución de los rebeldes se inició en Huancayo, pues el teniente Dongo había logrado salir del calabozo donde fue confinado por Vallejos, y se comunicó con sus superiores de la capital del departamento a través de la línea telefónica de la estación del ferrocarril, la única que olvidaron cortar los guerrilleros en su precipitada huida a la montaña.

Al final, Vallejos y Condori fueron abatidos por el contingente de guardias civiles comandados por un oficial, todos llegados desde Huancayo. Vallejos cayó en la quebrada de “Huayjaco”, grafía que emplea el autor para designar el lugar que en Jauja se conoce simplemente como Huajaco. Los demás fueron tomados prisioneros, quienes pasaron a la cárcel de Jauja y después a la de Huancayo. Los josefinos fueron liberados por ser menores de edad. Zenón Gonzáles y Mayta fueron llevados al Sexto de Lima, enseguida al Frontón y nuevamente al Sexto.

La obra es también, de modo subterráneo, la descripción de la gesta de una novela, de una obra de ficción, consciente el autor de cuáles fueron los sucesos que conoce, cuáles son los que inventa y cuáles son lo que no podrá conocer jamás. Es curioso comprobar cómo el propio Vargas Llosa estuvo una temporada en Jauja indagando por aquellos acontecimientos y entrevistándose con todos quienes podían brindarle información sobre los pormenores de un hecho que muchos ya han olvidado, pero que sigue removiendo la memoria de quienes buscan encontrar las claves de un fenómeno que se repetiría, en otras regiones del Perú, en esa década crucial para la historia de nuestro país.

En el último capítulo, el autor-narrador se encara con el “verdadero Mayta”, quien después de varios años de prisión, se dedica a vender en una heladería en Miraflores. Es interesante contrastar a los dos Maytas, el ficticio que protagoniza las vicisitudes de la novela, y el real -para la novela- que recuerda, en una entrevista con aquél, los episodios donde participó hace tantos años. Es bueno decir que en la vida real Mayta fue uno de los fallecidos en la refriega, cuyo nombre verdadero es Humberto y era un dirigente comunal de Quero que estaba recluido en la cárcel de Jauja en el instante en que estalla el levantamiento, siendo liberado por Vallejos para sumarse a la lucha. Esta es otra licencia que se toma el escritor, pues quien figura en la novela con estas características es Condori.

Como siempre, estamos ante una obra de gran factura, narrada con soltura, fluidez y versatilidad. El empleo de modernos recursos de la narrativa contemporánea, como el simultaneísmo y el salto de puntos de vista, le dan esa dimensión extraordinaria y excepcional que hacen de la lectura de las novelas de este escritor una experiencia única y enriquecedora.   

 

Jauja, 28 de enero de 2023.

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