sábado, 22 de marzo de 2014

De la revuelta de Kiev a la crisis de Crimea



Los sucesos de Ucrania son seguidos por el mundo entero en un estado de tensión extrema, pues podría estarse jugando el destino de la paz y el del género humano en esa región álgida del planeta. El ajedrez de la política internacional despliega sus movimientos más peligrosos en la histórica península, que es actualmente escenario de la confrontación de fuerzas entre las potencias de Occidente y el heredero político de quien fuera la otra superpotencia hasta el final de la Guerra Fría.
     Los acontecimientos se iniciaron a principios del año pasado, cuando la capital ucraniana fue el terreno candente de las manifestaciones más exaltadas de ciudadanos que exigían la salida del poder de Víktor Yanukóvich, el ex presidente prorruso que intempestivamente dio un giro de ciento ochenta grados a la política exterior de incorporación a la Unión Europea que había iniciado su gobierno. Presionado sin duda por Vladimir Putin, el inefable presidente ruso, la Rada estatal canceló el proyecto respectivo que apuntaba en esa dirección, desatando las masivas protestas en las calles de Kiev, que han cobrado aproximadamente más de cien muertes.
     La importancia geopolítica de Ucrania es de primera magnitud para Moscú, así como lo es desde el punto de vista económico y estratégico también para Occidente, pues no debemos olvidar que por el territorio ucranio cruzan tres de los más importantes gaseoductos que abastecen de gas ruso a los países europeos, especialmente Alemania, pivote del crecimiento industrial y del desarrollo económico en medio de una crisis que se arrastra desde hace más de un lustro.
     Sabido es igualmente el significado histórico y simbólico que encarna Ucrania para Rusia, pues no sólo estuvieron unidos durante los años que estuvo en vigencia la Unión Soviética, sino que al ser el Rus de Kiev la primera comunidad política moderna del mundo eslavo, posee un valor especial para los rusos, al constituirse en algo así como la cuna de la rusidad. Y desde los tiempos de los Zares, y luego desde la revolución bolchevique, el país ha sido clave para el despegue y el desarrollo ruso tanto en el terreno estrictamente económico y político, como en el militar. Para nadie es un secreto que el puerto de Sebastopol, precisamente en la península de Crimea, es la sede de la poderosa flota naval rusa en el Mar Negro.
     Un dato a tenerse en cuenta es también la cesión de Crimea a Ucrania que realizó Jruschev en 1954, sin la consulta respectiva a la población y en un acto que tal vez nadie avizoraba lo que habría de acarrear en el futuro. Un acto de la más inocente liberalidad es la fuente de un entredicho que hoy tiene en vilo al mundo.
     Las revueltas de la plaza del Maidán, en Kiev, exigiendo el ingreso de Ucrania en el conglomerado europeo, fue indudablemente un desafío mayor para el Kremlin, que jamás permitiría perder la influencia que tiene en Ucrania, dejando escaparla a los brazos de la UE. Largos meses duró el forcejeo entre el régimen de Yanukóvich y las fuerzas de oposición, hasta que el pasado febrero llegaron a un acuerdo para adelantar su salida del poder a través de nuevas elecciones, pero un día después de esto, en un golpe de dados insólito, la Rada destituía al presidente y elegía un gobierno transitorio hasta la celebración de una consulta popular en un plazo más breve. Esto fue interpretado como un auténtico golpe de estado por las autoridades rusas.
     El presidente derrocado quiso huir a Rusia, fue detenido en la frontera e impedido de salir del país, mientras tanto los sectores que asumían la conducción del gobierno decretaban la liberación de Yulia Timochenko, ex Primera Ministra encarcelada por el régimen defenestrado, acusada de actos de corrupción. Así estaban las cosas, cuando el gobierno ruso ha decidido intervenir en Crimea, aduciendo razones de seguridad, enviando importantes contingentes a la península con el fin, según reza la declaración oficial, de proteger a la población rusa que vive en la región, y que constituye más del cincuenta por ciento del total, compartiendo el territorio con un 25% de ucranianos y un 12% de tártaros.  
     Ya hubo en el pasado, exactamente a mediados del siglo XIX, una guerra que tuvo como escenario la península del Mar Negro que ahora es materia de controversia. En esa ocasión Inglaterra y Francia se enfrentaron a las tropas del Zar, derrotándolas en sendas batallas debido a su evidente superioridad numérica y bélica. Esto quiere decir que la región siempre ha sido una zona decisiva en esa parte de Europa, situación que la ha llevado a estar en permanente foco del interés estratégico de los países más poderosos de la tierra.
     Finalmente, y como colofón de la intervención rusa en Crimea, se planteó la posibilidad de realizar un referéndum, donde los crimeos decidirían si seguir perteneciendo a Ucrania o pasar a formar parte de la Federación Rusa, lo cual consolidaría el poder y la injerencia que posee Vladimir Putin en una zona altamente sensible del globo. Esta decisión fue respondida por los Estados Unidos y la Unión Europea con el argumento de que se trataría de un acto ilegal, ilegítimo y contrario al derecho internacional, que ellos desconocerían el resultado que fuera, pues todo apunta además a un triunfo apabullante de la opción por la incorporación de Crimea a Rusia. Las amenazas de las sanciones económicas ya han empezado a rondar las decisiones occidentales, a lo que Rusia ha contestado que en todo caso los daños serían mutuos, al saberse poseedor de un arma contundente: el gas que suministra a varias naciones europeas.
     Y bien, la consulta -contra las declaraciones y los pedidos de los principales gobiernos de Occidente, especialmente el de los Estados Unidos, situación que inclusive ha llevado a una cita cumbre en Londres entre el Secretario de Estado John Kerry y el ministro de exteriores ruso Seguéi Lavrov, terminada en el fracaso-, se ha llevado a cabo este último domingo, con los resultados más o menos previsibles, donde un contundente 95% de la población ha votado por la anexión a la Federación Rusa, hecho que va a desencadenar otra ola de crisis en esta región del mundo donde las potencias disponen sus piezas como en un laberíntico ajedrez en el que ponen en juego sus intereses y sus más caras ambiciones. El mundo respira alerta ante lo que se avecina en los próximos tiempos.

Lima, 17 de marzo de 2014.  

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