sábado, 19 de noviembre de 2016

Pesadilla americana

    El triunfo del magnate estadounidense Donald Trump en las elecciones presidenciales del martes 8 último avizora un futuro incierto y sombrío tanto para la superpotencia como para el resto del mundo. El solo hecho de haberse permitido postular a tan alto cargo a tan bufonesco personaje, revela la índole moral y espiritual de una sociedad que empieza a evidenciar los signos claros de su decadencia política. Un tipo lastrado por las peores calificaciones personales: misógino, racista, xenófobo, ignorante, vulgar, machista, grosero, etc., accede de esta manera al poder del país que durante un siglo ejerce su hegemonía sobre el planeta.
    El viejo partido de Abraham Lincoln, copado por el populismo más recalcitrante y obtuso, termina convertido en el vehículo triunfante de un personaje impresentable y digno del más genuino desprecio. Como que se jacta impúdicamente de hacer lo que quiere con las mujeres porque el ser multimillonario es para eso su patente de corso; insulta descaradamente, además, a los mexicanos, a los musulmanes, a los homosexuales, y hasta a los discapacitados. Allí están sus decenas de tuits –publicados a doble página por el New York Times– para corroborarlo.
    Cómo explicar este hecho inaudito en la que se supone es la mayor democracia del mundo. Los analistas se rompen la cabeza para encontrar razones y argumentos convincentes que nos permitan comprender una de las mayores imposturas de los tiempos recientes. Alguno desliza por allí la idea de que es una forma de burlarse de un sistema político enfermo, como lo ha sugerido el cineasta Michael Moore, quien además predijo con bastante acierto este bochornoso resultado para el país más poderoso del orbe.
    Después de Trump, cualquier advenedizo en la política puede creerse con las condiciones y el derecho de aspirar a la presidencia no solo de ese país, sino de cualquiera en donde tenga a bien funcionar la democracia. Paradójicamente, el mayor logro de un sistema político tan estimado en Occidente, puede trocarse también en su mayor verdugo. Es decir, que un mandatario elegido democráticamente, asuma ya en el poder poses autoritarias que pongan en riesgo los principios y valores que lo sostienen.
    Los ciudadanos del mundo no se reponen aún de la conmoción que ha significado el triunfo del candidato en los comicios presidenciales de la nación norteamericana. Azuzando muy eficazmente –a una población mayoritariamente impermeable a la ética y a los valores imprescindibles de las modernas sociedades democráticas– el hirsuto fantasma del miedo, y valiéndose de las mentiras y los insultos como armas arrojadizas, ha calado poderosamente en la mentalidad de un electorado desencantado del sistema y que ha visto como su única salida enrostrarle a las élites el tamaño de su decepción.
    Se veía venir este resultado. Lo que más se temía se ha consumado. El ocaso del imperio capitalista es inevitable: acaba de mostrarse un signo de su inexorable declive. Tampoco es que Hillary Clinton encarnara precisamente lo que se denomina, con cierta anacrónica ingenuidad, el sueño americano; pero Trump es la viva imagen de su pesadilla. Y a pesar de obtener la mayor votación popular, la candidata demócrata sufre el mayor revés de su dilatada carrera política, pues “un sistema electoral arcaico del siglo XVIII” (M. Moore dixit), ha permitido que gane quien menos votos populares tiene.
    Se cierra así un año nefasto para las aspiraciones progresistas de los pueblos en el mundo, asolado por un populismo de derechas que comenzó con el Brexit en el Reino Unido, siguió con el No en Colombia y que ahora catapulta a la Sala Oval de la Casa Blanca al representante más bronco de esta deriva neofascista. Quedan pendiendo de un hilo todos los avances significativos del gobierno de Obama en materia de política exterior, como la apertura a Cuba y el acuerdo nuclear con Irán, así como tantos otros asuntos en los que Washington tenía la voz cantante.
    Escéptico, suspicaz, incrédulo, espero los acontecimientos que vienen a partir de ahora con la misma sensación que si estuviera en medio de una borrasca en alta mar.


Lima, 12 de noviembre de 2016.