Un caso que debería merecer la atención de psicólogos y
psiquiatras ha saltado a la palestra de nuestra actualidad política hace ya
varias semanas. Se trata del hallazgo que ha realizado un grupo de periodistas
mediante un trabajo prolijo y diligente de investigación. Observando cientos de
fotografías de la persona que ocupa la presidencia de la República, detectaron
signos evidentes de un cambio notorio de la imagen de la presidenta a través de
las joyas que exhibía cada vez que asistía a un acto público, tanto en nuestro
país como en el extranjero. El adminículo que más llamó la atención de los
acuciosos investigadores fue un reloj de una exclusiva marca de lujo. La señora
lucía el preciado objeto desde el mes de junio del año pasado, y lo llevaba muy
oronda e inocente ante la indiferencia de la masa que asistía a cuanto evento
era invitada, pero no ante el escrutinio de estos sabuesos de la información
que se dieron a la tarea de rastrear este cambio visible de su presentación
personal.
Resulta que el reloj fue presentado ante la opinión pública
por este portal del periodismo para demostrar no solo la frivolidad que
expresaba su portadora, sino algo más sucio e ilícito, como fue revelándose a
continuación. En sucesivos careos espontáneos con los periodistas ella creía
responder a los cuestionamientos, que ya crecían, apelando a un discurso que
fue variando cada vez, enredándose en su propia madeja de mentiras. Primero
dijo que lo había adquirido hace tiempo, con el producto de su esforzado
trabajo de muchos años. Pero cuando fueron saliendo más detalles de la
investigación, como el precio del reloj y el día y hora de su compra, más las
declaraciones del dueño de la única casa importadora en el país de ese tipo de
productos, la doña reculó, e inventó aquello del préstamo que le habría
realizado su “hermano”, su Wayki el gobernador de Ayacucho, como afirmó
en un evidente desconocimiento del runa simi, pues en el mundo andino los
sistemas de parentesco no son similares a los que se manejan en la cultura
occidental.
Y aquí entra a tallar lo inverosímil, lo pueril del
argumento presidencial, pues ello implicaría que un hombre, por muy cercano a
ella que fuera, se dedicara a comprar prendas femeninas de altísimo precio con
el único fin de obsequiar o prestar a sus ocasionales amigas. Todavía no vamos
a discutir cómo es que dicho ciudadano puede tener la capacidad de desembolsar
como si tal cosa una cantidad considerable de dinero. Además, este señor, en
una declaración para un programa de la televisión, muy suelto de huesos afirmó
que él acostumbraba hacer regalos así a los miembros de su familia, y este
reloj lo compró para un obsequio a una integrante especial de su familia, cuyo
nombre no quiso revelar. Pero volviendo al reloj de marras, una vez desatado el
escándalo en la prensa general, tanto escrita como televisada, como por arte de
magia el reloj desapareció de la muñeca de la presidenta, quien declaró que ya
lo había devuelto. Muy curioso todo, ¿no es verdad?
Lo cierto es que la justicia ya ha empezado su trabajo,
tomando nota de todos los antecedentes y detalles del caso para iniciar una
investigación judicial en forma por los delitos de presumible enriquecimiento
indebido y lo que en jerga abogadil se llama cohecho pasivo, o sea soborno,
pues al parecer esos costosos tráficos de piedras, brazaletes y collares
tendrían como objetivo la transferencia de millones de soles para la región de
la que es mandamás el oscuro personaje. Una carpeta fiscal con sus nombres ya
hay abierta en el Ministerio Público.
Dina está atrapada en su reloj prestado o regalado, oyendo
el odioso tic tac del martilleo de las horas que le restan para enfrentar a la
justicia, no sólo por la ineptitud e incompetencia de su desmirriado gobierno,
ni por las joyas de muchísimos dólares obsequiadas o prestadas generosamente
por el muy zafio gobernador de Ayacucho, su amiguito Wilfredo Oscorima, sino
sobre todo por las víctimas de la represión de diciembre del 2022 y enero del
2023, cuyos familiares siguen esperando justicia, alguna reparación por la
pérdida de sus seres queridos.
Una justificación que utilizó Boluarte es que aceptó los
préstamos porque así representaría mejor al país. La señora cree que una
autoridad representa mejor exhibiendo en el cuerpo trapos, piedras y metales
con alto valor en el mercado. ¿No sería mejor que lo hiciera demostrando
idoneidad para el cargo, además de eficiencia, dignidad y decencia? Ella y su
“hermano” de ocasión pretenden arropar con adminículos externos la inmensa
miseria personal que los caracteriza, su indigencia moral. Son tal para cual, soberbios,
vanidosos, zafios, sinvergüenzas y ridículos. Espero que la justicia ponga las
cosas en su lugar, y este par de pillos no queden impunes.
Lima, 4 de mayo de
2024.