sábado, 11 de septiembre de 2010

El ministerio del miedo

Ante la proximidad de las elecciones municipales en todo el territorio de la República, se ha desatado, en vil campaña difamatoria, una serie de fuerzas que pretenden infundir un sentimiento de temor en el electorado, como un mecanismo de aquello que los psicoanalistas llaman transferencia. Pues es el propio miedo de sectores vinculados a los grupos más retardatarios de nuestro espectro político, el que busca reproducirse en la mente de la gente para impedir el acceso al poder municipal de un partido político que no se aviene obviamente con sus intereses ni objetivos políticos.

En la ciudad más importante del país, que indudablemente es la capital, se ha venido orquestando una muy sibilina y aviesa maquinaria de demolición frente a una candidata, desde que el JNE anulara la participación de quien a todas luces era el candidato de la mafia y de la corrupción. Cuando la intención de voto de Susana Villarán, y de su agrupación Fuerza Social (FS), comenzó a repuntar vertiginosamente en las diversas encuestas del medio, estos sectores cavernícolas soltaron a sus mastines, parapetados en numerosos rincones de los medios de comunicación, para el trabajo sucio de tumbársela.

Desde un bien nutrido grupete de diarios capitalinos, cuya orientación política no deja lugar a dudas, estos perros de caza han venido deslizando una sarta de mentiras, un tropel de infamias e infundios, al peor estilo que campeara en los gloriosos años del inefable Vladimiro Montesinos y sus inolvidables secuaces, con el claro objetivo de cerrarle el paso a la opción más decente de los últimos tiempos en la política peruana.

Pero el más conspicuo abanderado de esa caterva de marras, es nada menos que el impresentable director del diario de los Agois, el mismísimo Aldo Mariátegui, conocido en el ambiente periodístico simplemente como Aldo M. por curiosas razones que se pierden en el terreno de la moral. Me sigue llamando poderosamente la atención, aun cuando sé perfectamente que las ideas y el pensamiento no se transmiten por los genes, que el nieto del Amauta, el heredero biológico del gran José Carlos Mariátegui -el más lúcido pensador e ideólogo socialista peruano del siglo XX-, haya recalado en puertos doctrinarios tan a contrapelo de los que su ilustre abuelo solía frecuentar. No me puedo explicar que con esos antecedentes y con ese apellido, se haya convertido en nuestros tiempos en el pequeño timonel de todos los papanatas, cacasenos y mentecatos del periodismo nacional.

Sólo desde la malevolencia se puede explicar el que haya querido vincular a Susana Villarán con el terrorismo de Sendero Luminoso, publicando una foto donde se aprecia a la candidata con el puño en alto, como lo puede hacer cualquier militante de la izquierda en el mundo, sin estar asociado por ello a ningún movimiento que preconice la violencia armada como método de lucha. Es evidente la mala intención, el sesgo grosero de dicha publicación, su venenosa consigna de enlodar a quien se perfila como una opción válida y democrática para ocupar el sillón de Nicolás de Ribera el Viejo.

Pues sólo un papanatas puede establecer una relación lógica entre el puño levantado y el accionar terrorista, sólo un cacaseno puede asociar ese gesto con una actividad a todas luces criminal. A menos que se haga el tonto de capirote, no veo cómo puede haber utilizado esa maligna ecuación para persuadir o tratar de inducir a la población hacia conclusiones perversas. Se trata, sin duda, del miedo y sólo del miedo el que se destila en todos sus comentarios ante el avance arrollador de una candidatura que no encuadra con los intereses que defiende desde ese pasquín neoliberal.

La maledicencia, el ataque artero y la vil infamia no pueden erigirse en armas leales de la confrontación política, mucho menos tratando de llenar de injurias y mentiras a una dama que participa democráticamente en una justa electoral. La parafernalia fascistoide de que se valen sus autores revela fidedignamente su catadura de personas y su estatura moral, desautorizándolos éticamente para el debate limpio y de alto nivel que debe prevalecer en toda sociedad que aspire a ser auténticamente civilizada.

Lima, 11 de septiembre de 2010.

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