WIKILEAKS. La revelación del contenido de una ingente masa de documentos clasificados del Departamento de Estado de los Estados Unidos, compuesto por un cuarto de millón de cables, ha hecho el efecto de una bomba informática en el mismo centro neurálgico del poder mundial. La posterior detención de Julian Assange en el Reino Unido a solicitud de la justicia sueca, que pide su extradición por supuestos delitos sexuales que habría cometido en el país nórdico, no ha logrado sino aumentar la curiosidad por un fenómeno singular de estos tiempos: la radical transformación de la naturaleza del periodismo, o de la concepción que teníamos de las formas de transmitir información que hasta ahora había prevalecido. El haber desnudado inmisericordemente el actuar de la diplomacia estadounidense en todos los rincones del planeta, ha puesto contra las cuerdas a la propia Casa Blanca y a toda la jerarquía gubernamental del imperio del norte. Si bien muchos de los datos no pasan de ser simples chismorreos de salón, otros atañen a aspectos esenciales en la relación de dicho país con diversos países del mundo, especialmente los latinoamericanos. También se pone en tela de juicio la misma práctica de una actividad que tiene como rasgo característico el secretismo de estado, la diplomacia como una muy sutil manera de sobrellevar las diferencias naturales entre los estados y los gobiernos. Esto obligará a replantearse los viejos canales sobre los que discurría dicha actividad, en medio de una época que, bajo el sello de la apertura y la transparencia, ha convertido al ciudadano común y corriente en un ojo crítico que escruta la conducta de quienes dirigen el destino de los pueblos, haciéndolos vulnerables a la mirada censora de un público cada vez más informado.
DISCURSOS. El vibrante y conmovedor discurso pronunciado por Mario Vargas Llosa durante una de las ceremonias por el Premio Nobel en Estocolmo, coronado con las palabras del brindis en la respectiva cena de gala, ha quedado como una de las piezas oratorias más memorables en la centenaria historia de los Premios Nobel, una auténtica obra maestra digna de figurar en la más selecta antología de discursos célebres. El texto, leído con altas dosis de emoción y fervor, y que titula Elogio de la lectura y la ficción, es un recuento intenso de una vida signada por una pasión absorbente y placentera, una actividad que le ha prodigado los más grandes desafíos pero también los más placenteros logros. Es la descripción de una existencia con sus propios avatares de búsquedas y hallazgos, una cartografía de su peripecia humana que lo ha colocado en el máximo pedestal de la literatura universal. Posición que de ninguna manera lo va a enterrar o convertir en una estatua, como el mismo escritor lo ha manifestado, pues él seguirá escribiendo y creando hasta el fin de sus días, demostrando que la vocación de la escritura lo lleva en las entrañas. A propósito, se ha publicado también Yo no vengo a decir un discurso (Mondadori 2010), un volumen que reúne todos los discursos pronunciados por Gabriel García Márquez a lo largo de su dilatada existencia; desde aquel que dijo a los 17 años en la despedida de sus compañeros del bachillerato de Zipaquirá, hasta el que leyó en la apertura del IV Congreso Internacional de la Lengua que se celebró en Cartagena de Indias en 2007, pasando desde luego por el espléndido discurso que dio en 1982 en ocasión de la recepción del Premio Nobel de ese año, titulado La soledad de América Latina. Discursos todos, el del peruano y el del colombiano, despojados de toda retórica rimbombante, libres de la grave ampulosidad y de la hueca cursilería con que muchos nos agreden los oídos en los eventos más disímiles que la vida nos pone.
KEIKO. Las declaraciones realizadas ante la prensa por el escritor Mario Vargas Llosa a su arribo al territorio nacional, sobre lo que significaría para el Perú un triunfo de la candidata Keiko Fujimori en las elecciones presidenciales del próximo año, han desatado un vendaval de comentarios y opiniones a través de los diversos medios de comunicación. Lo que ha dicho el flamante Nobel de Literatura es que sería una verdadera catástrofe para nuestro país un gobierno probable de quien representa a las fuerzas más oscuras y peligrosas del régimen cleptocrático que asoló el Perú en la década de los noventa del siglo pasado, y que si ello sucediera él intervendría con los medios legales a su alcance para impedirlo. Pues tras el sonriente rostro de rasgos orientales que exhibe la congresista fujimorista, se agazapan figuras y nombres nefastos que durante el gobierno de Alberto Fujimori instauraron un cuasi perfecto sistema de corruptela y venalidad a gran escala. No se trata, tampoco, como muchos han dicho, de quedarse anclado en el odio y el rencor, pues en el caso de Vargas Llosa lo que existe es una firme postura de advertencia y prevención ante una amenaza real que se cierne sobre toda la sociedad peruana. Y aunque ella diga que no le teme al novelista, habría que recordarle que a quien debe temer realmente es a la verdad, pues todavía no ha aclarado sobre la forma cómo se pagaron sus estudios en una universidad estadounidense, sabiendo que los ingresos de su padre siendo presidente apenas llegaban oficialmente a los dos mil soles. Keiko Fujimori, además, no tiene la talla política necesaria para tentar la Casa de Pizarro; sus méritos intelectuales apenas le alcanzan para ser presidenta de alguna asociación de padres de familia del colegio de sus hijos, o, a lo sumo, para ser dirigente vecinal, mas no para atreverse a dirigir los destinos de un país.
Lima, 18 de diciembre de 2010.
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