Se ha vuelto a poner en el tapete de la actualidad el viejo asunto del antisemitismo, a raíz de la publicación de la reciente novela del escritor y filólogo italiano Umberto Eco, El cementerio de Praga (Lumen, 2010). La obra ha suscitado enconadas reacciones de diversos sectores de la sociedad italiana, así como de las comunidades religiosas implicadas en el libro. La Santa Sede ha dicho que es “una sinfonía maligna”, rechazando en todos sus términos el contenido del mismo y asumiendo una posición de franco veto. Los rabinos del judaísmo y sus seguidores no pensarán diferente.
Se trata, como el mismo Eco lo ha manifestado, de una novela escrita a contrapelo de lo políticamente correcto, rastreando los orígenes de un postura social e ideológica que ha dado mucho que hablar en la última centuria, provocando a su paso una ola de fervor y animadversión casi en similares proporciones. Aun cuando en los últimos tiempos, se suele considerar que el antisemitismo ya es una corriente anacrónica y deplorable, lo cierto es que, soterrada o abiertamente, muchos personajes de la escena contemporánea muestran algunos rasgos de su teoría y de su práctica.
A partir de Simone Simonini, el personaje central de la novela, Eco nos va desvelando los misterios y enigmas que siempre ha encerrado una actividad que nunca ha estado exenta de polémica. Nadie se salva de las invectivas de Simonini, el maledicente: ni el judío, ni el alemán, ni el francés, ni el italiano, el cura, las mujeres, los artistas, etc. Desdoblándose en el abate Dalla Piccola, o conservando su identidad primigenia, discurre por las principales capitales europeas dedicado a su innoble trabajo de falsificador.
La presencia del llamado doctor austriaco, que no es otro que Freud, va descubriendo el entramado psicoanalítico de la conducta y el comportamiento del protagonista, que no es precisamente un héroe pero tampoco un antihéroe, sino un epígono moderno de los cínicos de la filosofía antigua. Es a partir de esa su actividad dominante, que se ve envuelto en la fabricación de unos manuscritos que bajo el nombre que da título a la obra, serán la semilla de una de las mayores imposturas o mistificaciones del siglo XX: los Protocolos de los Sabios de Sión; texto apócrifo sobre la presunta conspiración judía para dominar el mundo, que se habría reunido en el Primer Congreso Sionista de Basilea (Suiza) del 20 al 31 de agosto de 1897, presidido por Theodor Herzl.
Se ha dicho que los Protocolos son un invento antisemita, una patraña fraguada por quienes pretenden demostrar que existe un plan, estratégica y tenebrosamente urdido por los judíos, para el dominio de la tierra por los descendientes de Moisés. Simonini habría maquinado su cementerio de Praga para que los rusos, a quienes había vendido, lo utilizaran a su vez para la publicación de dichos Protocolos, documento cuya supuesta autenticidad serviría para justificar los pogromos y la violenta persecución desatada contra el pueblo judío en todo el mundo, sobre todo durante el siglo XX.
Simonini se vincula a una serie de personajes ligados al antisemitismo, con el deliberado propósito de contribuir a la causa de una cruzada que quizás, aún ahora, no ha cesado. Entre ellos, lo vemos involucrado en el caso Dreyfus; con Drumond y Esterhazy complotan para que el capitán alsaciano de origen judío, se vea comprometido en una actividad de espionaje, siendo degradado, juzgado y condenado a prisión perpetua. La evolución de los hechos, con la intervención de la intelectualidad francesa en pleno, y donde destaca la famosa carta de Emile Zolá, abonan la maligna hipótesis del falsario en torno a los propósitos nada santos del judaísmo.
Las referencias a la masonería, el satanismo y otras sectas ocultistas que pulularon por la misma época, dan pábulo al autor para sugerir probables nexos con los objetivos trazados en el conciliábulo truculento del cementerio de Praga y en la posterior publicación de aquellos Protocolos, de cuya utilización es responsable buena parte de los acontecimientos que registra la historia del siglo pasado, hasta desembocar en la siniestra experiencia de la Shoa o, como decimos en Occidente, el Holocausto.
La novela es por momentos enrevesada y confusa, pero bien vale la pena internarse por sus laberintos para acceder al reconocimiento de una de las verdades más escamoteadas por aquellos que siempre han escrito la historia oficial.
Lima, 12 de febrero de 2011.
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