miércoles, 8 de mayo de 2013

Un imprescindible


     Tras breve pero titánica lucha contra el cáncer, ha fallecido Javier Diez Canseco, líder del Partido Socialista y veterano luchador de diversas causas a través de más de cuatro décadas. Desde su puesto de combate, sea el cargo de diputado o senador, la calle tumultuosa, o la trinchera periodística, ha demostrado su compromiso invencible con sus ideales, fiel a una militancia que le acarreó detenciones, persecuciones e infamias por parte de quienes siempre estuvieron alineados con las clases dominantes y con las castas privilegiadas.
     Siento rabia y pena a la vez porque un hombre de su integridad moral se vaya tan pronto de este mundo, habiendo tantas batallas por librar, quedando tantos combates pendientes contra una mayoría de facinerosos sin escrúpulos que pretenden tomar en sus manos el derrotero precioso de nuestros destinos. La consternación y la emoción intensa me ponen al borde de las lágrimas, como nunca lo he experimentado por personaje político alguno.
     Era indudablemente el guerrero más conspicuo de la izquierda peruana, un verdadero quijote infatigable que se enfrentó, desde sus años juveniles, a cuanta injusticia campeara en la realidad heterogénea de la política. No toleró jamás la mentira ni la infamia, la hipocresía ni la podredumbre, y siempre les hizo frente de los más encumbrados en el poder, desafiando sus fuerzas omnímodas y desnudando sus vicios ocultos.
     Una sonrisa proterva debe estar esbozándose en el rostro de todos aquellos políticos corruptos y mequetrefes de dos por medio, al saber que el único combatiente que les plantó cara y los persiguió hasta sus escondrijos más recónditos, ha tenido que dejar el látigo de su verbo inflamado y la espada de su espíritu justiciero, abatido por un silencioso enemigo que en pocos meses terminó con sus días, pero ante quien se enfrentó también con un coraje y una valentía inusitados.
     Actualmente era congresista de la República, pero una inicua conspiración de sus enemigos de siempre lo llevó a ser suspendido en sus labores legislativas, acusado de favorecimiento ilícito a sus familiares, hecho que se demostró a todas luces falso y jamás probado. Un recurso de amparo interpuesto ante el Poder Judicial, y admitido en los últimos días, ordenaba reponerlo en su cargo congresal, ante la negativa miserable de quienes montaron la farsa esa de la acusación para anularlo políticamente.
     Una gavilla de mediocres y miserables de todo pelaje, expertos en componendas y cuchipandas, lo defenestró temporalmente del Congreso de la República. Mas era un honor, y motivo de legítimo orgullo, ser tratado así por una pandilla de arribistas y oportunistas llegados sabe dios cómo a ocupar una curul parlamentaria. Esa masa amorfa de encubridores de estafas y latrocinios, cuyo denominador común es la grisura intelectual y la indigencia moral, no le perdonó que se atreviera a meterse contra sus jefes y cabecillas, unos en la cárcel y otros en proceso de investigación.
     Javier era uno de los últimos hombres honestos y decentes de nuestra política, un ejemplar único en medio de esa vasta teratología de politicastros, politicuchos y politiqueros que abundan en nuestro medio. Un hombre esencialmente bueno, solidario y comprometido con los más débiles, fiel a sus principios e ideales como sólo un héroe romántico lo puede ser. Un personaje singular, inquisitivo, culto e informado, arrancado de alguna novela de caballería para desfacer entuertos y reparar injusticias.
     Porque Javier era, como dicen los famosos versos de Bertolt Brecht, uno de esos hombres que luchan no un día, o por un tiempo, sino que lo hacen toda la vida, es decir, un imprescindible. Hasta siempre Javier; para quienes admiramos tu constancia y tenacidad serás un ejemplo valioso de lucha, una presencia invisible que guiará nuestros pasos en pos de conseguir esa anhelada justicia y bienestar para nuestros pueblos.
                                           
Lima, 5 de mayo de 2013.

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