domingo, 30 de noviembre de 2014

Lecturas paralelas


     Creo que es la primera vez que las circunstancias me han deparado la ocasión de ensayar la lectura de dos novelas en simultáneo, cuando lo normal en mis hábitos lectores es que las diversifique entre novelas, ensayos, poesía, teatro, periódicos y revistas. Se trata de dos obras absolutamente disímiles: Doña Bárbara, del escritor venezolano Rómulo Gallegos, y El sabueso de los Baskerville, del insigne Arthur Conan Doyle. Como todos saben, la primera pertenece al ciclo novelístico de América Latina que los críticos han denominado la literatura de la tierra; mientras que la segunda es una de las novelas de detectives, o del llamado género policial, del cual el escritor escocés es su más preclaro representante.

     Hay notables puntos de contacto entre ambas obras de ficción que no han dejado de sorprenderme, lo cual me hace pensar que no existen casualidades casi en ninguna actividad humana, pues todo pareciera obedecer a un designio secretamente determinado, haciendo que el entendimiento del hombre constantemente se ejercite en desentrañar los arcanos que envuelven sus actos más imprevisibles.

     Siendo narraciones tan diferentes, poseen una asombrosa coincidencia de inicio, pues ambas comienzan con la llegada a una comarca, respectivamente, de dos jóvenes herederos de bienes y tierras que casi no conocían. Santos Luzardo y Henry Baskerville comparten en la ficción ese destino común. Pero pronto saltarán las disparidades. Sin embargo, no debo dejar de hacer notar que la sabana y el páramo, dos zonas geográficas muy próximas en sus características, son los escenarios respectivos de estas fascinantes historias.

     El arribo del joven abogado Santos Luzardo a Altamira, la hacienda de la familia en el cajón del Arauca, provoca un revuelo entre los personajes de la región, especialmente en una mujer dotada de poderes que los hombres comentan sotto voce en sus tertulias cotidianas. La llaman doña Bárbara, y la conocen como la bruja del lugar, así como por la devoradora de hombres, una leyenda extendida por los llanos y tejida cuidadosamente por las incontables historias de sus designios y aventuras. Mientras tanto, cuando Henry Baskerville llega a Devonshire, previo paso por Londres, donde tiene ocasión de conocer a Sherlock Holmes y a su acompañante el doctor Watson, la región estaba conmocionada por la misteriosa muerte del anciano Charles Baskerville.

     Mientras la novela venezolana se sitúa en la disyuntiva clásica de barbarie y civilización, planteada por el argentino Domingo Faustino Sarmiento en su célebre obra Facundo, la obra del médico escocés discurre por los laberintos y acertijos del género policial, donde destaca la esclarecida mente del detective más famoso de todos los tiempos y su brillante dominio de la ciencia de la deducción. Si Doña Bárbara se yergue como un relato de los avatares del proceso de desarrollo de nuestros pueblos después de su independencia, la novela policial alcanza su epifanía cuando Sherlock Holmes calza definitivamente todas las piezas de su puzzle personal, y da con el misterio que encerraba tanto la muerte del viejo Baskerville, como con otros asuntos oscuros que terminan diseccionados por la fría razón del escrutinio lógico de este amante de los casos raros que devanan los sesos de los demás seres humanos.

     Y así he llegado al final de ambas obras, aunque en verdad –siempre las confesiones serán preferibles-, lo que realmente ha sucedido es que he abierto un paréntesis para leer una de ellas; mientras leía la novela de la sabana, ha caído en mis manos la historia detectivesca, entonces he dejado en receso por breves días a Rómulo Gallegos, y me he visto inmerso en la vorágine apasionante del relato de Conan Doyle sobre un suceso criminal que buscaba aclararse.

     Gran experiencia en el arte del cotejo inconsciente de dos historias, dejándose llevar por dos caminos distintos, trazados por manos maestras que no dejan sosiego. Final sorprendente de la novela llanera, desaparecida la poderosa mujerona y vencedor de la barbarie el joven Luzardo enamorado de Marisela. También final asombroso del relato policial, con la muerte del culpable de toda esa parafernalia de horror y desvelado al fin el macabro ardid de un sabueso infernal para acabar con la vida los Baskerville.

 

Lima, 1 de noviembre de 2014.   

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