domingo, 11 de enero de 2015

Entre el fanatismo y la tolerancia


El ataque terrorista sufrido por el semanario francés Charlie Hebdo ha conmocionado a la opinión pública mundial, tanto por las dimensiones de la violencia con que han actuado los criminales, como por el significado que en los tiempos actuales puede tener un acto de esta naturaleza para la cultura de la libertad y para los valores de la democracia y la civilización que Francia, especialmente, encarna en el mundo occidental.

     El cruel asesinato a sangre fría de la plana mayor de la publicación satírica, entre los que figuraban cuatro de los mejores caricaturistas del periodismo gráfico francés, además de los otros periodistas y el policía que custodiaba el local del medio de prensa, ha sido perpetrado por tres integrantes, según todas las evidencias, de una agrupación yihadista que tiene conexiones con la rama yemení de Al Qaeda y el movimiento integrista islámico internacional. Un joven de 18 años y dos hermanos treintañeros han sido esta vez los brazos armados que el fanatismo ha elegido para infligir un golpe mortal a la libertad de expresión en el corazón mismo del país que fue la cuna de los derechos del hombre y del ciudadano.

     Los hechos tal vez se remontan a algunos años atrás, cuando Charlie Hebdo publicó caricaturas satíricas sobre Mahoma que hicieron delirar de rabia al grupo de extremistas musulmanes que enseguida amenazó de muerte al director del semanario. Desde entonces, Stéphane Charbonnier, más conocido como Charb, caminaba con vigilancia policial, así como el resto de dibujantes que se caracterizaban por su humor corrosivo y por su irreverencia.

     Todas las formas del fundamentalismo y de la intolerancia fueron objeto de su crítica mordaz, tanto las políticas como las religiosas, de la que no se salvaron ni el catolicismo ni el judaísmo y, por supuesto, el islamismo; todas las posturas extremas de los líderes religiosos de las principales comunidades eclesiales fueron sometidas al fuego ácido de la sátira y la burla a través de dibujos y caricaturas que exhibían sin tapujos sus prejuicios y sus mentalidades estrechas dominadas por la ortodoxia y el pensamiento único.

     Las imágenes del ataque son espeluznantes, lo que lleva a especular que fue cuidadosamente planificado por largo tiempo; los expertos incluso llegan a afirmar que se trataría de una típica actividad de comando. Los atacantes habrían sido entrenados en algún país donde los grupos radicales actúan en estos momentos. Teniendo la nacionalidad francesa, serían parte de los 1400 franceses, muchos de ellos de origen árabe, que combaten en Siria e Irak, y ahora están de regreso en su país natal para cumplir ciertas misiones que forman parte de la yihad que han emprendido a nivel mundial.

     La prensa europea ha respondido con un editorial conjunto publicado por sus más importantes medios, como El País de España, Le Monde de Francia, The Guardian del Reino Unido, Süddeutsche Zeitung de Alemania, La Stampa de Italia y Gazeta Wyborcza de Polonia, donde reafirman los valores de la libertad que sirven de fundamento a las sociedades democráticas, rechazando de la manera más enérgica las amenazas de los fundamentalismos que se quieren imponer a través del terror y la muerte.

     El difícil paseo por el desfiladero a que nos conduce el arduo dilema de los límites entre el fanatismo y la tolerancia, hace que muchos caigan en la trampa demagógica de la autocensura, haciéndoles el juego a quienes buscan silenciar a las voces más lúcidas del arte y del pensamiento. El supuesto respeto que deben inspirarnos las posiciones más lamentables de los grupos integristas, no debe traducirse en temor de expresar la crítica que ellas nos merecen, ni tampoco permitir que el miedo nos paralice cuando se trata de denunciar y de poner en evidencia sus actitudes intolerantes.

     Las sociedades libres no deberían jamás abdicar de su derecho a la crítica, conseguida en siglos de fatigosa lucha social y política, prerrogativa de la que es parte esencial el derecho a la irreverencia, puntal decisivo de la prensa de humor y de la libertad de expresión en su mejor sentido.

     La condena debería ser unánime; el mismo Imán de París ha deslindado con los criminales, además ello no debe significar la estigmatización de la comunidad musulmana de ningún país, por más que nuestras creencias e ideas no coincidan en el ámbito de la convivencia ciudadana. Asimismo, ya es tiempo de que el laicismo sirva de plataforma cívica para la coexistencia pacífica de las sociedades democráticas, confinando a las religiones al espacio privado e íntimo de la vida personal de los hombres y las mujeres. Suena utópico quizás, pero ese es el camino que debe tomar occidente como civilización para neutralizar el afán de las religiones de entrometerse en la vida pública de las sociedades. De lo contrario, seguiremos lamentando secuelas como la sufrida por Francia en esta semana del terror, que ha concluido con el abatimiento de los terroristas, la dolorosa pérdida de rehenes en un supermercado judío y el saldo trágico de 20 muertos en total. Debemos estar alertas, esto no es, infelizmente, el punto final.

 

Lima, 9 de enero de 2015.

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