sábado, 30 de enero de 2016

El zafarrancho electoral

     Ahora que ya tenemos casi completas las planchas electorales que aspiran a convertirse en alternativas de gobierno para las elecciones del 10 de abril, no podemos sorprendernos ante la conformación de las mismas, si tenemos en cuenta la enrevesada mescolanza que vemos en las llamadas alianzas o coaliciones, que se han formado con el único fin de salvar sus membretes políticos o de auparse al próximo gobierno desde las tablas de salvación de una asociación de conveniencia.
     Así nos vengan con el viejo cuento de la gobernabilidad, el bien del país y otras paporretas aprendidas en la interesada escuela del más burdo pragmatismo, no debemos perder de vista los reales intereses en juego, los verdaderos planes y objetivos que poseen los distintos grupos inscritos en el Jurado Nacional de Elecciones. Sobre todo de aquellos que, según las benditas encuestas, encabezan las preferencias políticas de los electores peruanos.
     Tal pareciera que a la gran mayoría les gusta oír la voz monocorde de cinco ventrílocuos que repiten, con algunas diferencias de tono y tesitura, el mismo discurso del rollo neoliberal que nos rige desde hace más de dos décadas, con los resultados que saltan a la vista. Por un lado, tenemos como candidata favorita a la hija de un expresidente preso por delitos graves contra el Estado y los derechos humanos. Su meta es clarísima, por más que por razones de estrategia realice algunos movimientos con el fin de impactar en sectores con escasa perspicacia política, como por ejemplo desbancar de la lista de candidatos al Congreso a tres figuras notorias del más rancio fujimorato.
     Por otro lado, un lobista profesional que trata de encandilar al ciudadano común, con sus poses efectistas de político cuajado y gran conocedor de las finanzas internacionales, que vende su imagen de relacionista público global como si fuera el perfecto aval de nuestro desarrollo y crecimiento. Nadie debe ignorar la trayectoria sinuosa de este personaje, desde aquella bochornosa actuación de los años sesenta, cuando siendo ya funcionario del primer gobierno del presidente Belaúnde, estuvo envuelto en sucios negociados que lesionaron la economía nacional, hasta su última participación como ministro de las grandes corporaciones enquistado en el gabinete del régimen de Alejandro Toledo.
     Luego viene un señor que ha surgido del dinero a raudales, que cree que un país se puede gobernar desde la petulancia de la riqueza material, desde el exhibicionismo ostentoso de los bienes fungibles que posee. Dueño de una cadena de universidades repartidas a nivel nacional, especialmente en la costa norte y Lima, ha ocupado cargos políticos de cierta relevancia, como la alcaldía de Trujillo y el gobierno regional de La Libertad. Gusta vanagloriarse de sus títulos y diplomas, pero cuando le toca pronunciar un discurso o una simple declaración periodística, desnuda toda su indigencia intelectual y su pretendida apuesta por la educación se viene por los suelos.
     Después tenemos a un expresidente que se libró de la justicia tan sólo por el vicioso expediente del tiempo transcurrido, es decir la famosa prescripción. Se ha aliado a un añoso partido conservador, de quien denostó en el pasado, con el único fin de salvarse ambos de la temida valla electoral. No es para nada nuevo este tipo de alianzas en un partido que a lo largo de su historia se ha caracterizado por los más promiscuos amarres con sus otrora enemigos o perseguidores. Aunque las ideología que representan, por lo menos formalmente, han actuado de manera similar en otros países del mundo, lo que aquí se observa es puro oportunismo y mero afán de sobrevivencia.
     Creo que hay poco que decir del quinto en cuestión, también expresidente, acusado seriamente por un caso de lavado de activos, y que hasta el presente sigue siendo ventilado su situación por la justicia nacional. Sin opción alguna, se ha dedicado a petardear a diestra y siniestra a sus adversarios de turno. Contrariamente, hay un joven contendiente, presentado por la prensa como el outsider de la presente campaña, con una buena formación académica y cierta experiencia en la administración pública, pero cuyas ideas navegan muy cercanas a lo que establece el orden imperante, y que más parece un tecnócrata, de aquellos que hemos tenido en las últimas décadas a montones, que un verdadero líder político que busca romper con lo tradicional y ofrecer alternativas interesantes de cambio, al estilo de un Pablo Iglesias en España, por ejemplo.  
     Me apena profundamente lo que ocurre con la izquierda, pues a pesar de los serios esfuerzos de un grupo de militantes de diferentes partidos o agrupaciones para armar una candidatura de consenso, no ha logrado sus propósitos que hubiesen podido servir para conseguir un resultado más o menos alentador. Aun así, me sigue pareciendo que la única manera decente de votar este 10 de abril es haciéndolo por Verónika Mendoza, la candidata del Frente Amplio, honesta representante de un sector político que merece tener una oportunidad para ejercer el poder. Podría serlo también en el caso de Alfredo Barnechea, quizá el mejor candidato de todos, mas el partido por el que va, Acción Popular, no es precisamente la mejor carta de presentación ni el más adecuado aparato partidario para una personalidad de su nivel.


Lima, 6 de enero de 2016.            

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