He terminado de leer El hombre en el castillo (Minotauro, 2018), de Philip K. Dick, una
estupenda novela de 1962 que puede ser catalogada como una auténtica ucronía,
una historia alternativa o, como dicen algunos críticos, una historia
contrafáctica, tendencia que se ha puesto en boga últimamente en la literatura
de la llamada ciencia ficción. Los países del Eje han vencido en la Segunda
Guerra Mundial y se han repartido áreas de influencia del territorio de los
Estados Unidos. Los nazis ocupan la costa atlántica y los japoneses la
pacífica.
Ambientado en la ciudad de San Francisco,
donde prevalecen autoridades y empresas niponas, Robert Childan es un
comerciante de objetos antiguos de colección que administra Artesanías
Americanas S.A. Los esclavos pululan por el puerto, mientras los alemanes
habían convertido el mar Mediterráneo en campos agrícolas, a la par que en
África ponían en práctica el exterminio de toda la población aborigen.
Asimismo, los viajes interplanetarios eran impulsados como parte de su política
de conquista y colonización de los
planetas.
El señor Baynes es un sueco de origen judío
que llega a San Francisco para una transacción comercial con el señor Tagomi,
jefe de las Misiones Comerciales del Gobierno Imperial. Se trata en realidad de
un espía, pues en realidad es alemán y usa pseudónimo, que trata de informar a
los japoneses de los planes germánicos para dominar a su ex aliado. Un grupo de
la SD nazi le sigue los pasos con el fin de capturarlo y enviarlo de vuelta a
Europa.
Los alemanes tienen un campo de
concentración, con hornos crematorios, en Nueva York; el presidente Roosevelt
había sido asesinado por Joe Zangara; los japoneses no destruyen la flota
norteamericana en Pearl Harbor; son algunos de los hechos contrafácticos que
pueblan la novela. Este último dato figura a su vez en la novela “La langosta
se ha posado” de Hawthorne Abendsen, que varios de los personajes de la historia
leen a pesar de estar prohibida en el país. El escritor vive en las montañas
Cheyenne -eso es lo que hace creer, al menos- cercado por alambre de espino
electrizado, resguardado en su castillo por la amenaza que pende sobre su
cabeza al haber escrito un libro que se aproxima a la historia real, pero que
es toda una provocación al entramado por el que discurre la ficción.
Un elemento insólito en una realidad ya de
por sí fantástica es la presencia del I
Ching, el viejo oráculo chino, el libro de los cambios, guía a la que se
acogen diversos personajes de la historia, que ven en sus designios claros
derroteros de aquello que les va a suceder, o advertencias precisas para que
ejerciten variaciones eficaces de hechos que casi son inminentes.
A la muerte de Hitler asume el mando del
Reich Bormann. Y cuando este último fallece, los viejos Goering y Goebbels
compiten por la sucesión, en una sorda lucha que termina con el triunfo del
segundo. Entre tanto, el señor Childan realiza una visita a la casa de los
Kasoura, Paul y Betty, unos clientes que alguna vez se interesaron por ciertos
objetos de su tienda de antigüedades. En cuanto ha traspuesto el umbral de su
departamento, siente el wabi, ese
sentido minimalista del arte japonés de la armonía, de la proporción en el
espacio en la mejor expresión del Tao. Descubre a la vez que ellos también
están leyendo el libro prohibido, al cual Paul considera no tanto de ciencia
ficción -género al que es aficionado- sino de aquellas que hablan de otro
presente posible.
Quien también está leyendo el libro es
Freiherr Hugo Reiss, el cónsul del Reich en San Francisco, cruzándosele por la
mente en algún momento la posibilidad de eliminar a su autor, cosa que
finalmente descarta. Mas este proyecto criminal está en marcha a través de Joe
Cinnadella, un hombre de la SD, la policía secreta alemana, encargado de acabar
con Abendsen. Para ello busca involucrar a Juliana Frink, ex esposa del judío
Frank, con quien ha entablado una relación. Ésta se da cuenta de la misión secreta
y lo deja malherido en un hotel de Denver, camino hacia la casa del escritor.
Mientras consulta el oráculo, hace una
llamada a Cheyenne anunciando su visita próxima. Pero cuando llega y conoce a
la mujer del escritor, y enseguida a él, se produce una situación inesperada.
Una discusión sobre un asunto trivial deja tensa la atmósfera del encuentro, en
un final que rompe todo ese encanto esperanzado que el lector se había hecho
sobre un momento axial de la novela. Sin embargo, más allá de este revés, la
novela es una magnífica demostración del talento narrativo de este autor que ha
entregado al género obras imprescindibles.