Ha transcurrido más de un mes desde la segunda vuelta
electoral y todavía el JNE no ha proclamado al presidente electo. La empecinada
campaña del fujimorismo por desprestigiar y deslegitimar las elecciones ha sido
la principal causa para ello. A pesar de que los resultados son evidentes,
validados por todos los observadores internacionales, con el respaldo de
importantes gobiernos como los de Estados Unidos, la Unión Europea, Canadá y
otros, los defensores de la candidata de FP se resisten a aceptar la realidad,
se han instalado en un mundo paralelo donde sólo valen sus medias verdades y
sus mentiras, un espacio de ficción que les hace ver lo que nadie más ve, un
fraude inventado como estratagema perfecta para desconocer su derrota. La firma
de la proclama ciudadana, realizada con pompa colonial en Arequipa antes del 6
de junio, es ahora un simple papel arrugado y pisoteado porque la señora nunca
creyó en ella, era simplemente una farsa para disfrazarse de demócrata, una
burda careta que ocultaba su verdadero rostro de autócrata en ciernes, la
mascarada circense de una señora que nunca reconoció al adversario de turno que
la derrotó en el 2011 y en el 2016.
Es tan errático su proceder que ya no se sabe qué es lo que
quiere, pues si en un momento le pide al presidente que se abstenga de
intervenir arguyendo su neutralidad, al siguiente le solicita que intervenga
para gestionar su trámite ante la OEA exigiendo una inverosímil auditoría
internacional. ¿En qué cabeza cabe la posibilidad de que el organismo
continental le acepte algo así si sus mismos observadores han emitido un informe
confirmando la limpieza y transparencia de la votación? En fin, lo cierto es
que en un tercer momento le exige nuevamente que no intervenga en el proceso.
Una conducta de esta naturaleza sólo puede ser calificada de peligrosa, propia
casi de una psicópata, pues cuando el gobierno le responde que dicha gestión no
puede ser realizada por un simple principio de neutralidad, la susodicha
arremete en sus redes contra el presidente con una serie de bravatas insolentes
e irrespetuosas. Pero lo más risible es que una comisión de sus defensores se
dirigió nada menos que a Washington, para entregar ellos mismos ante la sede de
la OEA las supuestas pruebas del fraude. Fue el papelón de sus vidas, nadie los
recibió, el secretario general les envió a un funcionario de segundo orden para
que los atienda, y en la conferencia de prensa que convocaron esa tarde, ante
un escuálido público de cuatro gatos, una valiente periodista les espetó lo que
realmente eran: golpistas. Huyeron del escenario ante el bochorno de los
poquísimos asistentes, pues ni siquiera la prensa internacional estuvo
presente. La única reportera enviada para la ocasión, quien los acompañó para
el ridículo espectáculo a las afueras del edificio de la OEA, pertenece como es
obvio al canal excrementicio de la desinformación y la infamia: Willax,
propiedad de Erasmo Wong, un empresario con fuertes vínculos al fujimorismo.
A las teorías delirantes de otra perdedora, Lourdes Flores,
y a la carta matonesca de un grupo de militares en retiro llamando a un golpe
de Estado, se ha sumado otro personaje conocido por sus desplantes virreinales
y por sus desaforados discursos post-mortem. Sí, desde las catacumbas de su exilio
político, ha surgido nuevamente la figura esperpéntica de Alfredo Barnechea, ex
militante aprista y ahora líder acciopopulista. En una alocución de plazuela,
ha soltado una sarta de bravuconadas racistas y clasistas, invitando a la
formación de una alianza entre civiles y militares para defender, según él, la
democracia, azuzando un levantamiento fascista para impedir la instalación de
un gobierno legítimamente elegido. Era a todas luces un acto de sedición,
penado por las leyes, pero como quien lo comete es un hombre blanco de la
decrépita oligarquía nacional, no le pasa nada; a diferencia de lo que sucedió
hace algunos años, cuando el líder amazónico Alberto Pizango fue enjuiciado y
encarcelado sólo por atreverse a defender los derechos de su comunidad. Estas
cosas todavía siguen pasando en este Perú del siglo XXI, no es una escena de la
historia situada en el siglo XVII o XVIII. Una señal clara de que en más de
doscientos años nuestro panorama político no ha cambiado un ápice, es la misma opereta
con actores diferentes.
Otro ingrediente trepidante en esta obra de comedia negra en
que se ha convertido nuestro país ha sido la súbita irrupción de otro personaje
infaltable en este tipo de actos: Vladimiro Montesinos, el siniestro ex asesor
de Alberto Fujimori y padrino predilecto de la cabecilla del fujimorismo. Desde
su encierro en la Base Naval, la cárcel de máxima seguridad de la República
(otra de las mentiras universales de Sofocleto), tramaba en las sombras los
pasos que debía seguir su protegida para tumbarse todo el proceso electoral,
con la complicidad de oficiales de la Marina de Guerra, que ya están siendo
investigados por la Fiscalía, y de dos conocidos suyos a quienes realizaba
llamadas telefónicas a discreción desde tres celulares, sin la más mínima
vigilancia de sus guardas como está estipulado para un preso de su categoría.
El nexo para sus propósitos debía ser Luis Arce, el renunciante miembro del
JNE, en una movida que ahora se explica por sí sola. Había tres millones de por
medio, la “gasolina” que debía servir de combustible para incendiar la pradera.
Desde el Congreso, como no podía ser de otro modo, se
preparaba el siguiente episodio turbio de elegir a los integrantes del Tribunal
Constitucional, en un proceso irregular y sospechoso que se hizo en tiempo
extra, festinando trámites y sin cumplir los requisitos de publicidad y
transparencia, con una evaluación digna del peor colegio de mala muerte, con
los puntajes mal sumados, una motivación indigente y otros vicios al nivel de
los propios miembros de dicha comisión. Una vergüenza más para este parlamento
que, con honrosas excepciones, ha juntado a la gente más inepta, burda e
ignorante que uno pueda imaginar. Bueno, un abogado tuvo el tino de interponer
ante el Poder Judicial una demanda de amparo ante el despropósito que estaba a
punto de perpetrar el Poder Legislativo; una jueza admitió el trámite y emitió
una resolución ordenando paralizar la elección. Los parlamentarios,
envalentonados y corajudos, decidieron desacatar el mandato judicial, se
pusieron al margen de la ley y al día siguiente continuaron con su objetivo. Es
así como millones de peruanos vimos en vivo y el directo cómo un grupo de los
llamados “padres de la patria” cometían un legicidio a plena luz del día. Ya no
sorprende, es cierto, pero sin duda que nos avergüenza como país, porque en una
respuesta de execrable venganza, al día siguiente de que se frustró su intento,
rechazaron varios proyectos de ley que favorecían a los sectores populares, por
la única razón de que lo propusieron los partidos políticos que no se prestaron
a sus jugarretas de conveniencia.
Por último, y para coronar este bodrio de comedia nacional
de la peor especie, Vargas Llosa volvía a arremeter desde Madrid, esta vez
contra el gobierno del presidente Sagasti, a quien acusó de estar de parte de
Perú Libre (PL). Aparte de ser falso, como cualquier persona en su sano juicio
puede constatar, lo que hace el escribidor ya linda con lo abyecto, la
perversidad encarnada en un hombre que, teniendo como tiene el prestigio
literario que todos reconocen, se dedica a desestabilizar nuestra frágil
democracia, pintando futuros imaginarios que sólo pueden valer en la ficción,
pero no en una realidad que todos debemos construir para salir de las muchas
crisis que atravesamos. Como alguien decía en una red social, era más fuerte el
racismo de Vargas Llosa que su antifujimorismo. Pues la verdad es que, como él,
lo que no aceptan los seguidores de FP y sus compinches es que un profesor
rural, un campesino de la serranía norte del Perú se convierta por primera vez
en presidente de la República, rompiendo doscientos años de hegemonía criolla,
en una fecha simbólica como el bicentenario de la independencia.
Así llegamos al 28 de julio de este 2021, contemplando una
distopía escrita y dirigida por un engendro literario para su solaz de
manicomio, sádico y solitario.
Lima, 11 de julio de 2021.
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