Se ha estrenado la última semana de noviembre, en la
plataforma de streaming Disney+, el
esperado documental Get back, que
recoge la grabación del álbum Let it be
de la legendaria banda de rock británica The Beatles. Dirigida por Peter
Jackson, afamado y reconocido por su similar trabajo en la saga de El señor de los anillos, está dividida
en tres partes, haciendo un promedio de siete horas en total, que es la versión
condensada de más de 60 horas de un material visual y de audio que estuvo en
posesión de la productora Apple Corps. Las sesiones abarcan los días de enero
de 1969, cuando los cuatro de Liverpool ya eran conocidos en el mundo entero y
se acercaban a las postrimerías de la existencia del que es tal vez el grupo
musical más importante del siglo XX. Con variadas influencias del rock and
roll, del pop, del blues y del jazz, así como de la música country y, en su
último periodo, hasta de los ragas de la India, The Beatles es considerado ya,
por propios y extraños, como una banda de culto.
En tres días sucesivos he podido ver, con gran interés y
asombro, un material prácticamente inédito y que nos ha develado aspectos poco
conocidos de la gesta de sus canciones, del trabajo musical en sus orígenes, de
sus tanteos y ensayos en un estudio de Londres, de las notas, los acordes y los
tonos de los que iban brotando, como una exótica flor de sonidos, esa extraordinaria producción discográfica, mientras
preparaban un proyectado concierto que debían realizar a fines de ese mes, que
fue cambiando de fecha y de locación según como avanzaran los ánimos y los
acuerdos entre ellos, desde el inicial propósito de utilizar un escenario en
las costas del Mediterráneo, hasta su concreción final en la azotea del mismo
edificio de grabación en el centro de la capital inglesa.
John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr
son los protagonistas de este espléndido documental, en un ambiente de calidez
y camaradería, pero también de tensiones y alejamientos que nos muestran el
aspecto humano, demasiado humano, de cuatro músicos que han revolucionado
definitivamente la música popular de la segunda mitad del siglo XX, y que a
pesar de los años su influencia y presencia todavía es notable en el siglo XXI,
efecto por supuesto de la grandeza, el talento y muchas veces la genialidad de
quienes ya han inscrito sus nombres en el álbum privilegiado de la historia de
la música universal. Lo singular de este cuarteto es que sus canciones poseen
una factura y una calidad indiscutibles, unas tan buenas como las otras, pero
todas en general imbuidas de ese sentido del gusto, de esa exquisitez, de esa
maravillosa desmesura que es propia de aquellos que han sido tocados por los
dioses para alcanzarnos piezas perfectas en el terreno del arte.
Una nota simpática fue conocer a Billy Preston, un joven
músico estadounidense de soul,
llamado el “quinto beatle”, quien
colaboró al piano en muchos pasajes de la grabación. Con apenas 22 años de
edad, se incorporó con gran entusiasmo al proyecto, y lo hizo con el
beneplácito de todos que muchos quizás hubieran visto con buenos ojos que se
incorporara oficialmente al elenco, cosa que no sucedió, pero cuya
participación fue fundamental en esos históricos momentos en que la banda
dejaba registrada para la posteridad el sello de su apabullante originalidad y
creatividad. Su sonrisa contagiosa y su carácter ameno y distendido le
permitieron limar los previsibles encontronazos de los miembros del grupo, que
ocasionaron antes el temporal abandono de Harrison, quien regresó a la semana con la condición
de llevar a este amigo que ellos ya habían conocido unos años antes en sus
primeras giras por Hamburgo.
Uno de los mitos que se quiebra con este documental, o por
lo menos se logra diluir hasta la insignificancia, es aquel de la ruptura
debido a la presencia de Yoko Ono, la pareja de Lennon. Si bien es cierto que ella
acude a todos los ensayos y no se separa para nada de John, no se percibe
ninguna incomodidad o molestia en los demás integrantes, amén de algún
comentario en broma cuando aquellos no están en el estudio. Algunas veces
acudía Linda, la esposa de Paul, acompañada de la hijita que tuvo en su primer
matrimonio. Probablemente un superfan
de la banda y enemigo furioso de Yoko no lo vea así, sin embargo siendo
objetivos las imágenes no transmiten esa sensación que años de rumores y malos
entendidos se encargaron de diseminar entre los fanáticos seguidores de los pelucones
de Liverpool la insidia en contra de la artista japonesa. Lo que sí se percibe
es el liderazgo de Paul, quien toma la batuta del proyecto y le imprime su
fuerza para salir adelante, ante un John algo difuso, un George apacible y un
Ringo parco y actuando siempre de bisagra entre ellos.
El momento culminante y estelar de la cinta es el último
concierto en vivo que grabaron los Beatles, en la azotea de los estudios donde
quedó plasmado su penúltimo álbum. Son 42 minutos de una memorable performance
donde los músicos exhiben la gran versatilidad y frescura de la que estaban
dotados, interpretando medio docena de canciones ante un público que desde la
calle oía sorprendido esos acordes y esas voces que literalmente venían de los
cielos. La mayoría estaba gratamente sorprendida, unos cuantos que mostraban su
desaprobación y la policía haciendo su papel de aguafiestas de siempre. Se
presentaron algunos bobbys pidiendo
explicaciones, porque según ellos habían recibido llamadas quejándose del
ruido. Ingresaron al edificio y conversaron con el productor, a quien le
dijeron que debían bajar el sonido, pues de lo contrario arrestarían a todos.
Pidieron luego ser llevados a la azotea, donde se quedaron hasta el final
presionando para que cesara la presentación. Tal vez no lo sabían, pero era la
grisácea cotidianidad de la burocracia policial pretendiendo interrumpir uno de
los instantes mágicos de mayor trascendencia de la música del siglo XX. De
estas y otras curiosidades está poblada la historia del arte.
Puede discutirse la extensión de la cinta, o la inclusión de
ciertos pasajes muy poco relevantes, pero tratándose de los Beatles creo que
todo es material de gran interés, razón por la que es altamente recomendable
este documental de Peter Jackson; vale la pena sentarse por siete horas y ser
testigo de los entretelones del nacimiento de un puñado de canciones que ya
figuran en la antología musical de la humanidad.
Lima, 8 de diciembre de 2021.
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