sábado, 23 de marzo de 2024

La solución final

 

Próximos a cumplirse los cinco meses desde que Hamás atacó un asentamiento judío en la frontera sur de Israel, y de la sangrienta respuesta que ha desatado el gobierno israelí en la franja de Gaza, el mundo sigue contemplando cómo se perpetra en pleno siglo XXI, ante la vista y paciencia de toda la comunidad internacional, ante el silencio cómplice de las grandes potencias de la Tierra, ante la impotencia de quienes podemos hacer poco o nada por impedirlo, un genocidio en vivo y en directo, transmitido por la televisión y documentado todos los días por la prensa independiente. Es realmente bochornoso comprobar cómo es que esta proclamada “civilización”, de la que se ufanan los grandes jerarcas de Occidente, se muestra indiferente ante una de las masacres más horrorosas de los tiempos modernos.

Van más de 140 días que el ejército sionista bombardea día y noche el territorio gazatí, y con ello se acaban las vidas de alrededor de treinta mil palestinos, más de un tercio de ellos niños. Gaza es al día de hoy una auténtica escombrera, una tierra llena de cascotes esparcidos y edificios en ruinas, luego de la brutal destrucción cometida por la aviación israelí, la demolición sistemática de viviendas residenciales, hospitales, colegios, universidades, mezquitas y todo cuanto necesita como mínimo una colectividad para vivir. Con el pretexto de acabar con los “terroristas” de Hamás, cuyos crímenes evidentemente que son condenables, el designio es exterminar con todo rastro de vida que corresponda a la población palestina, una limpieza étnica tal cual ejercieron las hordas hitlerianas en el siglo pasado.

La alternativa que ha tomado el gobierno de Benjamín Netanyahu para acabar con los palestinos, copiada según el modelo que los nazis aplicaron a los mismos judíos hace más de ochenta años en plena guerra mundial, se puede también denominar como la “solución final” para acabar con Palestina. Se sabe que quienes diseñaron ese macabro plan en la Alemania de mediados del XX fueron Reinhard Heydrich y Adolf Eichmann. El primero era conocido en esa época como el cerebro de Himmler, la Bestia Rubia o el Carnicero de Praga, y el segundo fue el eficiente burócrata que se encargó del traslado de sus víctimas a los campos de concentración.

Ante la monstruosa masacre que se viene cometiendo contra los palestinos de Gaza, verdaderos crímenes de guerra de la que algún día tendrán que rendir cuentas ante la justicia, los abiertos y velados defensores del gobierno de Tel Aviv arguyen que se trata de una “legítima defensa”, o traen a colación el asunto del antisemitismo, para responder a quienes señalan sin ambages que se trata de un genocidio. Me ha sorprendido que un columnista peruano, entre tantos otros, le dedique varios de sus textos a recordarnos esa vieja práctica que, sin embargo, en el problema actual no tiene nada que hacer. Quienes condenamos sin medias tintas lo que los nazis hicieron con los judíos durante la llamada segunda guerra mundial, igualmente condenamos lo que hoy hacen, no todos los judíos, sino quienes ejercen el poder y representan al gobierno de esa nación en estos momentos.

La actitud del gobierno de Sudáfrica, la misma de Nelson Mandela, es hasta ahora la única que asume con dignidad lo que muchos quisiéramos para nuestros gobiernos, representando a millones en el mundo que pensamos que la justicia internacional debe intervenir ya para detener esta carnicería. La denuncia planteada por Pretoria ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), acusando de genocidio al Israel, es por lo menos un gesto de honor que nos salva de la plena barbarie. Los seis puntos de medida urgente que el tribunal ha planteado al gobierno israelí para evitar la consumación de la matanza, son descaradamente desacatados por las tropas invasoras. Los representantes israelíes se zurran en el Derecho Internacional. Tienen la desfachatez de llenar de improperios al mismo secretario general de las Naciones Unidas, por llamar al respeto por las vidas de miles de palestinos que padecen injustamente esta cruel embestida. La misma respuesta han recibido el presidente Petro de Colombia y el presidente Lula de Brasil. Las relaciones diplomáticas con esos países se tambalean sólo porque se atrevieron a ponerse del lado de las víctimas.

Por último, de los tantísimos ejemplos del exterminio colectivo que ejecuta impunemente el gobierno de Netanyahu, una noticia que revela por enésima la atroz incursión de las tropas sionistas en Gaza nos remece de ira por lo abominable del hecho: más de un centenar de palestinos son acribillados desde el aire cuando se acercaban a los convoyes para recabar la escasa alimentación que pueden recibir después que se les ha bloqueado hasta eso, en un gesto de grosera inhumanidad que pinta de cuerpo entero a los que ordenan tamaña bestialidad y a quienes fungen de sus protectores en el poder mundial. Varias resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas solicitando el alto el fuego han naufragado por el veto estadounidense. Es imposible concebir mayor ignominia.

 

Lima, 3 de marzo de 2024.


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