Frente a la
sistemática política de exterminio emprendida por el gobierno israelí contra la
población palestina en Gaza, se han alzado muchas voces, no tanto de los
líderes políticos de los países poderosos, sino de ciudadanos organizados o
espontáneos, de intelectuales y artistas que en muchos puntos del planeta se
han levantado para señalar y visibilizar la peor barbarie de nuestro tiempo.
Pareciera que el
mundo fuera ciego y sordo ante el inicuo sufrimiento del pueblo palestino. Hay
un genocidio en marcha y nadie es capaz de hacer nada para detenerlo. El
objetivo del primer ministro del estado judío, Benjamín Netanyahu, y de su
cúpula civil y militar, una limpieza étnica en toda regla, se cumple frente a
la inopia, la indiferencia, la impotencia o la complicidad de la comunidad
internacional.
Y todo ante
nuestros ojos, en tiempo real, como la experiencia insufrible del periodista y
fotógrafo palestino Abdulraheem Khidar. Alguien, un vecino, le avisa que su
familia ha sido asesinada. Al llegar a la que fuera su casa, solo encuentra
escombros humeantes. Llama a gritos a los miembros de su familia, pensando tal
vez que alguno se haya salvado, pero nadie responde, solo el silencio se impone
ante la enorme desolación del hombre atravesado por el dolor. Un crimen más de
los mandamases de Tel Aviv.
Yazeen Hammad era
una activista palestina de apenas 11 años de edad, influencer a su corta
edad, que prestaba ayuda a sus hermanos más necesitados, llevando ropa y comida,
especialmente a los niños como ella, para darles por lo menos un poco de
alegría en medio de la tragedia. Fue asesinada con su familia en uno de los
tantos bombardeos que efectúa indiscriminadamente el ejército israelí.
Trabajadores de
la Agencia de Naciones Unidas para los refugiados de Palestina en Oriente
Próximo (UNRWA) y de la Media Luna Roja, también fueron emboscados por una
patrulla de las fuerzas armadas israelíes y asesinados brutalmente, sus restos
echados en una fosa común. Cuál es la culpa de aquellos que brindan ayuda
médica y humanitaria a una población asediada por el hambre y las enfermedades.
Sin duda de que no eran terroristas, como de forma canalla afirman sus
verdugos.
Ha nacido el
movimiento de la Marcha Global a Gaza, conformado por médicos, abogados,
políticos y medios de comunicación. Partió hace unas semanas al cruce de Rafah,
la única entrada posible a la franja. Los participantes fueron hostilizados por
miembros del gobierno egipcio, reprimidos por los esbirros de Al Sisi, el
tirano en el poder. La mayoría ha debido regresar a El Cairo, habiendo de por
medio confiscación de pasaportes, retenciones y deportaciones.
Mientras tanto,
se producía la demolición, por parte de la aviación israelí, del único centro
de diálisis de la franja, dejando a más de 160 pacientes al borde de la muerte.
Sesenta mil asesinados hasta el momento pareciera no importar el mundo entero.
El salvajismo y la brutalidad con que actúan los efectivos del Estado
terrorista de Israel no tienen parangón; continúa imparable el exterminio, ante
la mirada impávida de la comunidad internacional y ante el horror de dos
millones de seres humanos atrapados en Gaza.
En diversas
ciudades del propio Israel, se han manifestado colectivos ciudadanos opuestos a
la política de tabula rasa aplicada por el régimen en la franja. Bajo el
lema de “No en nuestro nombre”, muestran su total desacuerdo con los crímenes
que siguen perpetrando las fuerzas armadas del estado judío. Al respecto, lo
sucedido con la activista judía Einat Gerlit es sintomático. Ella fue
encarcelada por negarse a integrar el ejército de su país, ejerciendo su
derecho como objetora de conciencia.
Por último, el
poeta palestino Nasser Rabah, que escribe sus versos entre los escombros, ha
publicado, entre los bombardeos del ejército y la terrible incertidumbre por la
sobrevivencia, su último libro: Gaza, el poema hizo su parte. En su
poema “Cómo morimos”, leemos estos estremecedores versos: “Cuántos murieron, ya
no / importa, cuántos hemos / muerto, no hay memoria para / contar. La guerra
es un cielo / feo, música de fondo para un / holocausto repetido. Cuántos /
murieron, ya no importa, las / manos quemadas no saben / contar”. Tremendo, el
arte eleva a belleza pura el dolor más impío de este mundo.
En gaza
comparecen todos los valores de los que Occidente se ha jactado en los últimos
siglos. Si el nazismo nos reveló que la criatura humana es capaz de alcanzar,
aun con toda su ciencia y su filosofía, niveles inauditos de brutalidad y
demencia, hoy, más de ochenta años después, el sionismo nos lo confirma, nada
menos que con el aval de uno de los vencedores de aquella refriega sangrienta
que puso la humanidad en entredicho. Si hubo un Picasso que dio testimonio
artístico de aquello que pasó en Guernica durante la guerra civil española, qué
artista estará pintando en estos momentos, me pregunto, el inicuo sufrimiento
de Gaza.
Lima, 24 de junio de 2025.
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