sábado, 19 de julio de 2025

No en mi nombre

 

Frente a la sistemática política de exterminio emprendida por el gobierno israelí contra la población palestina en Gaza, se han alzado muchas voces, no tanto de los líderes políticos de los países poderosos, sino de ciudadanos organizados o espontáneos, de intelectuales y artistas que en muchos puntos del planeta se han levantado para señalar y visibilizar la peor barbarie de nuestro tiempo.

Pareciera que el mundo fuera ciego y sordo ante el inicuo sufrimiento del pueblo palestino. Hay un genocidio en marcha y nadie es capaz de hacer nada para detenerlo. El objetivo del primer ministro del estado judío, Benjamín Netanyahu, y de su cúpula civil y militar, una limpieza étnica en toda regla, se cumple frente a la inopia, la indiferencia, la impotencia o la complicidad de la comunidad internacional.

Y todo ante nuestros ojos, en tiempo real, como la experiencia insufrible del periodista y fotógrafo palestino Abdulraheem Khidar. Alguien, un vecino, le avisa que su familia ha sido asesinada. Al llegar a la que fuera su casa, solo encuentra escombros humeantes. Llama a gritos a los miembros de su familia, pensando tal vez que alguno se haya salvado, pero nadie responde, solo el silencio se impone ante la enorme desolación del hombre atravesado por el dolor. Un crimen más de los mandamases de Tel Aviv.

Yazeen Hammad era una activista palestina de apenas 11 años de edad, influencer a su corta edad, que prestaba ayuda a sus hermanos más necesitados, llevando ropa y comida, especialmente a los niños como ella, para darles por lo menos un poco de alegría en medio de la tragedia. Fue asesinada con su familia en uno de los tantos bombardeos que efectúa indiscriminadamente el ejército israelí.

Trabajadores de la Agencia de Naciones Unidas para los refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA) y de la Media Luna Roja, también fueron emboscados por una patrulla de las fuerzas armadas israelíes y asesinados brutalmente, sus restos echados en una fosa común. Cuál es la culpa de aquellos que brindan ayuda médica y humanitaria a una población asediada por el hambre y las enfermedades. Sin duda de que no eran terroristas, como de forma canalla afirman sus verdugos.

Ha nacido el movimiento de la Marcha Global a Gaza, conformado por médicos, abogados, políticos y medios de comunicación. Partió hace unas semanas al cruce de Rafah, la única entrada posible a la franja. Los participantes fueron hostilizados por miembros del gobierno egipcio, reprimidos por los esbirros de Al Sisi, el tirano en el poder. La mayoría ha debido regresar a El Cairo, habiendo de por medio confiscación de pasaportes, retenciones y deportaciones.

Mientras tanto, se producía la demolición, por parte de la aviación israelí, del único centro de diálisis de la franja, dejando a más de 160 pacientes al borde de la muerte. Sesenta mil asesinados hasta el momento pareciera no importar el mundo entero. El salvajismo y la brutalidad con que actúan los efectivos del Estado terrorista de Israel no tienen parangón; continúa imparable el exterminio, ante la mirada impávida de la comunidad internacional y ante el horror de dos millones de seres humanos atrapados en Gaza.

En diversas ciudades del propio Israel, se han manifestado colectivos ciudadanos opuestos a la política de tabula rasa aplicada por el régimen en la franja. Bajo el lema de “No en nuestro nombre”, muestran su total desacuerdo con los crímenes que siguen perpetrando las fuerzas armadas del estado judío. Al respecto, lo sucedido con la activista judía Einat Gerlit es sintomático. Ella fue encarcelada por negarse a integrar el ejército de su país, ejerciendo su derecho como objetora de conciencia.

Por último, el poeta palestino Nasser Rabah, que escribe sus versos entre los escombros, ha publicado, entre los bombardeos del ejército y la terrible incertidumbre por la sobrevivencia, su último libro: Gaza, el poema hizo su parte. En su poema “Cómo morimos”, leemos estos estremecedores versos: “Cuántos murieron, ya no / importa, cuántos hemos / muerto, no hay memoria para / contar. La guerra es un cielo / feo, música de fondo para un / holocausto repetido. Cuántos / murieron, ya no importa, las / manos quemadas no saben / contar”. Tremendo, el arte eleva a belleza pura el dolor más impío de este mundo.

En gaza comparecen todos los valores de los que Occidente se ha jactado en los últimos siglos. Si el nazismo nos reveló que la criatura humana es capaz de alcanzar, aun con toda su ciencia y su filosofía, niveles inauditos de brutalidad y demencia, hoy, más de ochenta años después, el sionismo nos lo confirma, nada menos que con el aval de uno de los vencedores de aquella refriega sangrienta que puso la humanidad en entredicho. Si hubo un Picasso que dio testimonio artístico de aquello que pasó en Guernica durante la guerra civil española, qué artista estará pintando en estos momentos, me pregunto, el inicuo sufrimiento de Gaza.

 


Lima, 24 de junio de 2025.

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