Durante más de medio año ha aguardado pacientemente en los
anaqueles de mi biblioteca la última novela escrita por Paul Auster, el querido
escritor estadounidense que nos dejó el año pasado, después de anunciarse que
padecía cáncer. Se trata de Baumgartner (Seix Barral, 2024), una
espléndida historia que constituye el canto de cisne de un narrador que ha
dejado numerosas obras, celebradas por la crítica y el público lector, y que le
valieron en su momento ser propuesto para el Premio Nobel de Literatura.
La he leído con gran interés, atrapado por la sugestiva
prosa y el estilo llano y fluido de Auster. Baumgartner es un veterano profesor
de filosofía ya retirado. Escribe una monografía sobre Kierkegaard. De pronto,
una sucesión de accidentes caseros lo llevan a un momento en que tiende su
mirada hacia el pasado y empieza a recordar diversos episodios de su vida, como
cuando conoció a Anna, una estudiante de 18 años de su barrio, en una tienda de
utensilios de cocina, y con quien terminaría casándose. Recuerda su muerte,
hace como diez años, en un paseo a la playa y mientras se internaba en el mar
para desafiar una ola.
Experimenta lo que él llama el “síndrome del miembro
fantasma”, una condición médica que le interesa investigar a raíz del accidente
sufrido por el padre de la persona que le ayuda en los quehaceres domésticos,
Rosita, quien le ha llamado diciéndole que hoy no podrá acudir a cumplir sus
obligaciones por dicho suceso trágico. El hombre ha perdido dos dedos
realizando sus labores manuales. El hecho le sirve a Baumgartner de metáfora
perfecta para explicarse asuntos más personales y emocionales en relación con
la pérdida. Lleva, por ejemplo, al caso de la muerte de un ser querido, cuya
presencia podemos sentir en nosotros aun después de pasado el tiempo.
Anna Blume era también una escritora como el marido. Había
dejado una cantidad significativa de material escrito en su escritorio.
Baumgartner decido revisar algunos documentos como una forma de mantener el
contacto con quien ha estado unido por cerca de cuarenta años. Entre los textos
hay relatos autobiográficos que repasan sucesos del pasado de Anna que él
conocía en general, pero no en los detalles que ahora le resultan reveladores.
Mientras tanto, Baumgartner vive la posibilidad de un
segundo matrimonio con Judith Feuer, diecisiete años menor. Ella es profesora
de Cinematografía en Princeton, cuyo esposo se acaba de fugar a Nuevo México
con una agente inmobiliaria de su barrio. Judith era muy buena amiga de Anna,
por lo que ya había compartido momentos y circunstancias con nuestro
protagonista. Se esperanza en esta relación, tratando de recuperar el
equilibrio después de todos esos años de soledad, pues no ha tenido hijos y
vive consagrado a su producción intelectual, como que tiene en preparación un
trabajo sobre Merleau-Ponty.
Este profesor de filosofía lleva el nombre de Seymour
Tecumseh Baumgartner, o simplemente S. T. Baumgartner, Sy para sus amigos.
Cuando muere su padre, descubre a los diecisiete años, el por qué de su segundo
nombre, que provenía del que llevaba un jefe Shawnee. La narración transcurre,
como ya dije, con una fluidez, dinamismo, soltura y calidez admirables, como
debe ser toda buena lectura, dejando en el lector resabios de reflexión y
memoria, evocación y sabiduría que se encarnan en el meollo mismo del alma.
Sin embargo, volviendo a la historia, la respuesta de Judith
a su propuesta de matrimonio, sume en la decepción a Baumgartner, a pesar de
que ambos se quieren y de que ella le ha asegurado que su amor es verdadero.
Pesan, sin duda, las recientes experiencias que ha vivido, así como naturales
resistencias de fondo, para que ella adopte una postura con mucha cautela,
dejando para más adelante una decisión en ese sentido.
Cuando el protagonista regresa a su casa, luego de ese
momento desagradable, se siente en su escritorio y escribe un relato corto que
expresa los sentimientos que lo embargan. Enseguida, en su jardín, se entrega a
evocar las vidas de sus padres y de sus abuelos, recordando la vez que estuvo
en la ciudad ucraniana de Ivano-Frankivsk, donde había nacido su abuelo
materno, de quien su madre casi nunca le había hablado. Pero sobre todo
recuerda la azarosa y ejemplar vida de Ruth Auster, su madre, que se crio con
su tío Joseph después que murió su padre y fue abandonada por su madre.
Evocación, ternura, suspenso, son algunos de los
ingredientes con los que Paul Auster ha tramado esta hermosa novela con un
final abierto que da mucho para la imaginación. Podemos conjeturar lo que
pasaría en la vida de Baumgartner con la llegada a su casa de Beatrix Coen,
Bebe, una brillante estudiante, licenciada en Literatura, que ha decidido
escribir una tesis sobre la obra de Anna Blume, la desaparecida esposa del
personaje principal. Mientras tanto, él se prepara para el gran recibimiento
que espera brindarle, pero en la ansiedad y el nerviosismo de la espera, cuando
apenas faltan unas horas para su arribo, sufre un contratiempo al salir con su
auto y aventurarse por las afueras de la ciudad y estrellar su auto contra un
árbol.
La esperanza, la pérdida, la tragedia, la memoria, son los
temas que presiden esta preciosa historia que discurre con gran suavidad,
penetrando en nuestros afectos y recuerdos personales con el aleteo de un fuego
entrañable. Un hombre en el último periodo de su vida, con el tiempo limitado
que prevé le queda para cumplir algunas tareas pendientes, sólo puede despertar
nuestra adhesión y solidaridad antes los últimos reveses que acompañan la vida
de todos los seres humanos. Una lectura imprescindible.
Lima, 5 de agosto de
2025.
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