El año 2009 el Fondo Editorial del Congreso de la República
publicó la novela Vallejo en los infiernos, del escritor norteño Eduardo
Gonzáles Viaña, quien venía precedido por una interesante y premiada
trayectoria como narrador y periodista, con residencia en los Estados Unidos y
profesor de la Universidad de Oregón. Con muchos libros en su haber, se interna
en esta ocasión en la vida de nuestro mayor poeta, para recrear los episodios
más decisivos de su existencia, como aquel que significó una vivencia central
en su devenir humano y artístico.
La novela va tejiendo episodios de la vida del poeta con los
versos de sus poemas, datos de su trayectoria existencial, como su nacimiento
en Santiago de Chuco, su paso por el Centro Escolar 271, sus estudios en el
Colegio Nacional de San Nicolás de Huamachuco y, sobre todo, su reclusión en la
cárcel de Trujillo en el año 1920, cuando tenía 28 años, tema principal de la
narración. Era el menor de los doce hijos de Francisco de Paula Vallejo Benítez
y de María de los Santos Mendoza Gurrionero.
En el colegio de Huamachuco conoce a Humberto Grieve, hijo
de un funcionario de las minas de Quiruvilca. Es inevitable pensar en el odiado
personaje de su cuento más célebre, “Paco Yunque”, que lleva el mismo nombre en
la ficción. Alumno aprovechado y empeñoso, César Vallejo obtenía todos los años
cédulas honoríficas -lo que hoy llamamos diplomas- en todos los cursos. Se
puede decir que era un alumno brillante, motivo por el cual era mirado con
recelo por algunos de sus compañeros. Sin duda que fue la época de donde obtuvo
la materia prima para aquel relato que todos los estudiantes del Perú han leído
o comentado alguna vez.
En el capítulo 5 –“Soñar con una escuela redonda”- se
describe la primera de las grandes injusticias que padecería Vallejo a lo largo
de su corta existencia. Es castigado por algo que jamás hizo, el abusivo
“capitán” Guerra, encargado de la disciplina del colegio, lo recluye toda una
tarde y noche en una alacena del centro educativo. Grieve y su corte lo habían
acusado de querer escaparse del plantel. Lo que en realidad sucedió es que el
futuro poeta leía al pie de una baranda que daba a la calle, sin ninguna
intención de abandonar el lugar; sin embargo, las malas intenciones de una
pandilla de gamberros, capitaneada por el hijo de un señor importante de la
localidad, lo señaló como su víctima propiciatoria. Vallejo se pasó toda una
noche encerrado en ese oscuro rincón hasta la mañana siguiente. Nunca recibió
una explicación y nadie pudo hacer nada para esclarecer el asunto.
Posteriormente lo encontramos de ayudante del juez de paz
Eleodoro Ayllón. Por un incidente habido con la familia Santa María, un
oficialillo de apellido Dubois, buscando su ascenso, encara a Vallejo por su
actitud en la detención de Santiago Castillo, el ex ciego y ahora trabajador
minero, a quien el joven poeta conocía desde su pueblo natal, donde oficiaba de
campanero. Había sido acusado de participar en una asonada. Tendría un fin
terrible, asesinado por órdenes de este alférez, sirviente interesado de los
poderosos de la región.
También está narrado su encuentro con Rita, la de junco y
capulí, su única noche en una posada de la hacienda Menocucho y su separación
definitiva, pues los padres de ella harían todo lo imposible por distanciarlos.
Vallejo emprende el viaje a Trujillo en 1913, donde trabajará en la hacienda
azucarera Roma. La visión del trabajo de los peones marcaría su vida. Luego
ingresa, o se matricula, en la Universidad de Trujillo. Allí conoce a Víctor
Raúl Haya de la Torre y a Antenor Orrego, líder de la que sería la Bohemia de
Trujillo, un grupo selecto de jóvenes con inquietudes artísticas e
intelectuales, con quienes comparte Vallejo esos años de formación. Allí
estaban, entre otros, Alcides Spelucín, Macedonio de la Torre, Julio Garrido
Malaver y Carlos Valderrama.
Luego se narra su encuentro con María Sandoval, sus
escarceos amorosos con esta joven encargada de la biblioteca de la Liga de
Artesanos de Trujillo. Esta María sería aquella de los famosos versos “tú no
tienes Marías que se van”, porque efectivamente ella se fue un buen día, era
algo menor que César y constituye su segunda experiencia fallida en estos
menesteres.
Es entonces que conoce a María Rosa Cuadra, una niña de 15
años que irrumpe en su vida cuando la ve en una exposición de Macedonio de la
Torre. La coquetería y las veleidades de esta jovencita le darían otro dolor de
cabeza a Vallejo, quien cree que ha nacido con mala estrella para el amor. Y
así, tropiezo tras tropiezo se va encaminando hacia el momento axial en que es
enviado a la cárcel por un incidente en que simplemente fungió de testigo. La
gente de Santiago, llena de ira, arremetió contra los culpables de los abusos
que se cometían contra los trabajadores de las haciendas y, en un acto que se
precipitó por acción de las circunstancias, prendieron fuego a la casa de la
familia Santa María, la más conspicua de la ciudad.
En todos estos episodios, la figura del alférez Carlos
Dubois, la némesis de Vallejo, estaba presente de algún modo. Pero lo que
desata la acusación increíble contra el poeta es un hecho sangriento: el crimen
de Margarita Calderón, una pastora de Santiago. El alférez es el asesino. Una
trama urdida por el todopoderoso Carlos Santa María y Dubois fue el inicio de
la coartada para asesinar a las autoridades del pueblo, entre ellos el alcalde
y el subprefecto. Fracasó inicialmente por la intervención de un hombre de la
ciudad, el negro Lozada, y por el crimen de Antonio Ciudad, amigo de Vallejo.
El poeta se refugia varios meses en las casas de Antenor
Orrego y del doctor Andrés Ciudad, hermano de su amigo asesinado. Pero luego es
apresado finalmente y envuelto en un amañado proceso que lo mantiene tras los
barrotes por varios meses. Aquí conoce a un músico que toca la armónica, quien
interpretando piezas de Bach logra amansar milagrosamente a los criminales. Sus
amigos se mueven en todas direcciones buscando su liberación, hasta que después
de más de cuatro meses el abogado Carlos Godoy consigue el auto de libertad
para César Vallejo.
La presión de sus amigos, la solidaridad de las asociaciones
de estudiantes y de otras organizaciones gremiales lograron su objetivo. Ya
libre, Vallejo se entera de la cruel muerte sufrida por Dubois, ahorcado en las
cercanías de Huamachuco. Pero es una libertad condicional la que ha sacado al
poeta de la cárcel, es decir, el juicio sigue abierto, y en cualquier momento
volverá a reabrirse cuando los interesados lo decidan y terminen hundiendo
definitivamente a quien sabían les había plantado cara siempre ante sus
iniquidades y latrocinios.
Vallejo fue liberado el 26 de febrero de 1921. El 18 de
marzo del mismo año partió para Lima desde el puerto de Salaverry. El 17 de
junio de 1923 se embarcó a Francia. Lo que sucedió es que el sobrino de Antenor
Orrego, Julio Gálvez Orrego, había conseguido un boleto en barco para Europa
para su tío, en la mira de las fuerzas de seguridad por su apoyo a Vallejo y
por su voz disidente en una época difícil. Sin embargo, Antenor decidió que ese
boleto en primera clase lo cambiase por dos de segunda para que quienes se
fueran sean César Vallejo y Julio, pues pensaba que ambos corrían más peligro
que él. El caso de Vallejo estaba suspendido, y en cualquier momento podía ser
reactivado por los numerosos enemigos que se había granjeado entre los ricos y
poderosos de la región.
Es así que, al partir para Europa, llegando a España primero
y luego a Francia, donde fijaría su residencia permanente, lo haría con la
amenaza de que, si regresaba alguna vez al Perú, tal vez podría ir directamente
a la cárcel otra vez, y ahora sí de manera definitiva. Estaba acusado de
incendiario por su presunta participación en los sucesos de la casa de los
Santa María, situación que era totalmente falsa. Y esa es la razón verdadera
por la que nuestro gran poeta se quedó en París hasta el fin de sus días, e
incluso su viuda Georgette jamás quiso que sus restos fueran repatriados al
Perú, como era el deseo de un grupo de peruanos al cumplirse el centenario del
nacimiento del poeta.
Entrañable novela la que ha escrito Gonzáles Viaña,
reviviendo los días y tormentos de un peruano universal, acercándonos a su más
recóndita intimidad, a través del recurso de la memoria y de la ficción.
Lima, 26 de julio de 2025.
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