domingo, 26 de octubre de 2025

La bárbara tribu de los Villar

 

Tal vez la más vasta y ambiciosa empresa novelística imaginada por el escritor piurano Miguel Gutiérrez, sea aquella que lleva por título La violencia del tiempo, publicada en 1991 y que, curiosamente, ha pasado casi desapercibida en el panorama general de nuestras letras nacionales, a no ser algunos importantes estudios y menciones y especialistas que percibieron desde el inicio la rotundidad de esa apuesta y la envergadura de su realización.

Al modo de las antiguas sagas familiares, de esas historias que rastrean los entresijos de varias generaciones de hombres y mujeres emparentados por los poderosos lazos de la sangre, como Los Artomonov de Máximo Gorki, o Los Buddenbruck de Thomas Mann, por citar sólo algunos, la novela de Gutiérrez escarba en la suya, mejor dicho, en la de los Villar, a través de cuatro generaciones, avecindados en el mítico pueblo de Congará, que tiene mucho del Macondo garciamarquiano y del Comala rulfiano.

La narración inicia con un largo monólogo de uno de los narradores, quien increpa a su hermano Santos por haberlo sacado del corazón de su padre Cruz Villar, el hijo del fundador de la estirpe, Miguel Villar, un soldado español llegado al norte del Perú para perpetuar su especie con la india Sacramento Chira. Otra voz, la del último descendiente y protagonista central de la historia, Martín Villar, evoca la figura y agonía de su abuelo, Santos Villar. Dos hermanas, Trinidad y Lucero Dioses, son las madres de los numerosos hijos de Cruz Villar, cada uno muy distinto del otro, abarcando entre todos, una gama variopinta de caracteres y personalidades tan disímiles que convocan el interés y la curiosidad del joven Martín.

La agonía y muerte de Santos Villar Dioses, asistido por el padre Azcárate, tenía como telón de fondo la parranda de los Coyuscos, mientras las plañideras hacías su trabajo y la tía Primorosa encantaba con sus divertidos y dementes relatos, confundiendo en una sola persona al padre, al hermano Santos, al otro hermano Inocencio y al hombre blanco que la compró, don Odar Benalcázar León y Seminario.

Otros personajes se van sumando a la trama, como la enigmática Deyanira Urribarri Osejo, mezcla de musa y amor platónico de Martín; o la ciega Gertrudis, esposa de Santos, temible por sus artes ocultos emparentados con la hechicería; o el ciego Orejuela, “el verdadero bardo de la tierra piurana”, narrador oral y oráculo de las venturas y desventuras de los habitantes del pueblo; o Isidoro Villar, el temido bandolero de la región, pesadilla y castigo de los poderosos y oveja negra del clan de los Villar.

Martín Villar está en la Universidad Católica, en medio de los hijos de la más rancia oligarquía limeña, jóvenes de pomposos apellidos y cargados de prejuicios. Los profesores, de filiación ideológica nazi-fascista, como el doctor Ventura Candamo de la Romaña y Sancho-Dávila. Escribe una monografía sobre los Benalcázar León y Seminario para su curso de Preseminario de Historia del Perú. Luego, otra monografía, con el título de Verdadera de la caída y destrucción del Antiguo Perú, que su amigo J.L. somete a un riguroso y rijoso examen en páginas de exaltada discusión histórica. Hay un diálogo extenso entre ambos sobre los escritos de primero. Hablaron de la conquista y sus interesantes personajes: Pizarro, Almagro, Atahualpa, Felipillo, Martinillo y otros.

Visita la casa de los Villar en Congará, ahora habitada por don Asunción Juáres. Luego, buscando las raíces de su estirpe india, llega donde Juan Evangelista Chanduví Mechato, quien le relata en detalle la genealogía de Sacramento Chira. Con el brebaje que ha preparado don Asunción Juáres, el cactus dorado, Martín contempla en una sucesión vertiginosa de imágenes, los sucesos claves de la historia de los miembros de su estirpe. Visiones de los suicidas, por ejemplo, y de los distintos tipos de suicidios.

En su época de estudiante de la Católica, Martín vive en una habitación del antiguo barrio limeña de Matavilela, donde años antes se ahorcara su querida tía Dioselina. Enseguida, acicateado por Deyanira Urribarri, se dedica a investigar la figura de Bauman de Metz, un aventurero que llegó a Piura enarbolando la bandera de la Comuna de París. Hay varias cartas de este extranjero a diferentes personas, relatando los episodios donde fue partícipe en el histórico levantamiento de los comuneros parisinos. Desbroza también algunos elementos ideológicos de su formación política, desde Proudhon hasta Marx, zanjando con Bakunin y otras posiciones radicales.

En otra escena, vemos a Primorosa huir con un artista de circo, luego de haber aceptado a regañadientes su destino de concubina de Odar Benalcázar. Fue su forma de vindicar ese sino ominoso de haber sido vendida por su padre al terrateniente más poderoso de la región. Es, posiblemente, el hecho neurálgico de la novela, la raíz de su epicentro que, según propia versión del narrador, es el episodio de la humillación de Cruz Villar, el abuelo del padre de Martín, es decir, su bisabuelo, a manos de Odar Benalcázar y sus huestes. El blanco y sus lacayos se ensañan con el viejo Villar ante la vista de su mujer, sus hijos y los indios del pueblo. Fue escarnecido, arrastrado con una soga al cuello por la explanada de polvo de la Calle Real.

El otro caso es el del padre Jesús Azcárate, a quien dedica toda la segunda parte del capítulo X. Llegado de la región vasca de España, su extraña presencia en Congará sería motivo de sañudas controversias entre las gentes de la región.

Las confesiones del doctor Augusto Gonzáles Urrutia al padre de Martín Villar, aportan valiosos testimonios de un momento aciago de la historia del país: la guerra con Chile. Siendo aún joven participó como ayudante del doctor Pedro Rubín de Celis en la campaña del sur, viendo de cerca la muerte de su amigo José Agustín Benalcázar luego de la batalla de Tarapacá, y la del propio Rubín de Celis por una bala perdida en medio del jolgorio de ese triunfo pírrico. Igualmente, en sus diarios menciona cómo el pueblo de Congará fue abatido y arrasado por la peste.

Propiamente la novela es la historia de un agravio, el que sufre Cruz Villar, el primer abuelo del narrador, y que está inscrito como un estigma en la memoria entera de los Villar. Es por ello que la indagación de Martín Villar se torna en una empresa existencial por desentrañar los orígenes de su sangre y esa deriva entre siniestra y malhadada de muchos de sus miembros.

 


Lima, 22 de mayo de 2025. 

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