El momento político que vive el Perú ha situado a millones de ciudadanos en una verdadera encrucijada, no precisamente un jardín de senderos que se bifurcan, como en el famoso cuento de Borges, sino una enmarañada selva donde acechan innúmeros peligros y temibles riesgos. El mundo intelectual no ha sido ajeno, indudablemente, a esta preocupación, y ya sus más conspicuos representantes han empezado a manifestarse públicamente a través de sus comentarios y opiniones en los diversos medios de comunicación.
El más importante de ellos, nuestro flamante Premio Nobel, lo ha hecho desde su tribuna quincenal del diario El País de España, en donde rechaza categóricamente el retorno a la dictadura que implicaría el triunfo de la candidata Fujimori en la segunda vuelta del 5 de junio. Con argumentos razonables, con los que coincido en su gran mayoría, trata de demostrar al elector el inmenso peligro que significaría el regreso al poder de los directos herederos de uno de los gobiernos más nefastos y desastrosos de nuestra historia.
Inmediatamente le ha salido al frente un escribidor farandulero, que desde su cómodo departamento miamense, se permite afirmar que va a votar por la señora Fujimori y que en los próximos cinco años piensa quedarse a vivir en el país del norte porque cree que el próximo Presidente podría ser el señor Humala. El señor Bayly se contradice cuando por un lado afirma que no existe ninguna lógica para afirmar que “votar por la señora Keiko Fujimori implica necesaria e inexorablemente que el Perú sea gobernado los próximos cinco años por una dictadura presidida por el señor Alberto Fujimori”, y por otro lado reconozca que la señora Fujimori haya dicho que “su padre será su asesor de lujo en caso de ella gane las elecciones.”
Si bien es cierto que la señora Fujimori, evidentemente, es una persona distinta de su padre, en lo esencial ella piensa como el reo de la Diroes, pues en ningún momento ha asumido auténticamente una posición crítica con respecto a las tropelías y desafueros que caracterizaron a su gobierno, es más, ella los avaló de una manera cómplice desde su honorífico cargo de Primera Dama, al cual accedió, bueno es recordarlo, luego del comportamiento canallesco del señor Fujimori para con su esposa, y que la hija apoyó con su silencio y luego directamente asumiendo el cargo que aquella detentara.
Y aunque ella jure por Dios que no indultará a su padre si gana la próxima elección, y que gobernará democráticamente y con honradez, cómo le podemos creer si entre la gente que llegaría al poder con ella está la misma que ya lo estuvo en el gobierno de su padre, y que ya desde ahora empieza a manifestarse de modo autoritario con actitudes como la de Martha Chávez, que ha amenazado al juez César San Martín por la condena que éste impuso al expresidente. ¿Es muy cándido o muy tonto el señor Bayly para creer en estos juramentos interesados? ¿Cómo puede pensar que sería un gobierno decente, si con sólo mirar al entorno fujimorista puede uno percatarse de la amenaza terrible que se cierne sobre la moral del pueblo peruano?
Comete una ligereza histórica el señor Bayly al comparar las dictaduras de Fujimori y Velasco, pues está probado –por la dimensión de la misma, por su carácter, por su naturaleza- que la dictadura de Fujimori fue infinitamente más espantosa y cruel, especialmente en lo que se refiere a corrupción, robos, crímenes, violación de los derechos humanos y a la forma embozada como actuaron miembros de ese régimen detrás del falso barniz de su llamada democracia. El que nos haya salvado del terrorismo y de la hiperinflación, como dice el señor Bayly, no puede justificar los execrables crímenes que cometió.
Ante el candidato Humala pueden existir dudas o resquemores, pero ante Fujimori lo que existen son certezas, pruebas fehacientes de lo que hizo el que ella alegre y desvergonzadamente llama “el mejor gobierno de la historia del Perú.” El haber reivindicado el golpe del 5 de abril de 1992 ya la convierte en golpista, por más que el señor Bayly diga ahora que en ese año la señorita Fujimori tenía 16 años y era menor de edad. ¿Por qué sino ha celebrado impúdicamente ese día, en plena campaña, llamando a sus seguidores a corear el nombre del “chino” desde las calles, para que él los escuche desde la celda dorada que lo cobija?
Se necesita ser muy ciego -o miope por lo menos-, para afirmar categóricamente que el modelo económico implementado desde el gobierno de Fujimori es el mejor, pues nos conduciría al éxito y a la bonanza. ¿A quiénes ha llevado al éxito y a la bonanza? ¿A los millones de pobres que siguen subsistiendo en nuestra patria? ¿A los campesinos que son pasados por alto cuando se trata de entregar en concesión sus tierras, sólo pensando en el lucro de las grandes empresas coludidas con ciertos personajillos del gobierno de turno? ¿A la clase social a la que pertenece el señor Bayly, que puede vivir, dichosos ellos, sin sobresaltos y premuras? Pregúntese realmente señor novelista, si se trata de elegir el mal menor, ¿el mal menor para quién? ¿Para ustedes, los que pueden viajar cuando quieren a Miami, a Bogotá o a cualquier ciudad del mundo? No me diga que para el campesino de Bagua, el poblador de Moquegua o el habitante de Andahuaylas.
Creo que se trata de plantear crudamente las cosas y no andarnos con miramientos y miriñaques. La mayoría del pueblo peruano anhela un cambio real, un giro de 180 grados en su forma, estilo y calidad de vida, y eso es la democracia, imperfecta pero democracia al fin. Que la mayoría decida lo que cree que es mejor para todos. Por lo pronto, yo tampoco votaré por Fujimori; ya lo dije desde antes de la primera vuelta y casi en son de broma: si Fujimori pasara a la segunda vuelta, jamás votaría por ella, preferiría votar por el diablo antes que por la hija del dictador y criminal.
Un humorista gráfico del medio ha descrito de la manera más certera esta encrucijada electoral: en su viñeta diaria hace decir a uno de sus personajes que el votante peruano deberá elegir entre el salto al vacío o el salto a la podredumbre.
Además, ya empiezan a despertar los fantasmas del miedo, azuzados por todos aquellos que quieren asustarnos con los cucos remanidos: que Hugo Chávez, que el estatismo, que peligra el crecimiento económico, que los inversionistas extranjeros huirán espantados, y otros parecidos; pero ya sabemos que la orquestación de esta sucia campaña proviene de quienes están interesados en volver al poder para obrar su inmunda tarea de venganza, nada más.
No se trata de votar, pues, porque te hizo una escuelita, una posta médica o un caminito, mientras que en las altas esferas de ese régimen imperaba la mafia que se zurraba en los derechos humanos, en la democracia y en el respeto por la decencia y la civilidad. No podemos elegir solo por recuerdos aislados o nostalgias personales, sino pensando en valores y principios esenciales a toda convivencia civilizada, más allá de las urgencias de la coyuntura, en una perspectiva mayor que abarque tanto la condición material de la existencia humana, como su dimensión espiritual.
Lima, 30 de abril de 2011.