Desde hace varios meses, casi un año ya, Siria se ha convertido en el foco de la atención mundial, así como de la preocupación de la comunidad internacional por los sucesos violentos que vive a raíz de la ola insurreccional de una oposición que exige principalmente la salida del poder de Bashar Al Assad, el veterano dictador de ese desafortunado país árabe que sufre desde hace décadas la mano de hierro de un régimen tiránico.
Son múltiples los factores en juego que han hecho hasta ahora complejo el camino de una salida pacífica al conflicto. La virtual guerra civil que padece la población aparenta no tener visos de solución. Por un lado está el gobierno de Damasco, sostenido por la minoritaria etnia alauí y pos sus aliados extranjeros como Irán, Rusia y China; por el otro está la variopinta oposición apoyada por un amplio espectro de países que van desde los que conforman la Unión Europea, seguidos por los Estados Unidos, hasta la mayoría de los países árabes.
Ha sido particularmente dramático lo ocurrido durante semanas intensas en la ciudad de Homs, bautizada como la ciudad mártir de esta conflagración interior, por haber sufrido el asedio permanente, el sitio brutal de las tropas del ejército oficial. Después de un mes de heroica resistencia, el barrio rebelde de Bab Amro cayó finalmente en manos de las fuerzas del régimen. Dos periodistas de medios europeos han muerto en los ataques que han devastado la región central del país.
Son más de 8500 muertos los que ha ocasionado este inútil enfrentamiento, en su gran mayoría civiles, así como otros tantos miles de desplazados por efectos de la guerra; una verdadera crisis humanitaria en una nación empobrecida por años de desidia y corrupción. Muchos de los que desertan logran incorporarse al Ejército Libre para luchar contra un régimen genocida y dictatorial.
El mes pasado se ha frustrado el plan de la Liga Árabe para una incursión militar en Siria para exigir la renuncia del presidente, obstaculizado por el veto interpuesto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas por China y Rusia. La ONU y la Liga Árabe deciden entonces enviar en misión de paz al exsecretario general del organismo mundial Kofi Annan, pero mientras el enviado especial conversaba el día de su llegada con Al Assad en Damasco, las tropas gubernamentales bombardeaban de forma inmisericorde la ciudad de Idlib, en el noroeste del país, con la secuela trágica de por lo menos 19 muertos.
Mientras el gobierno de Bashar Al Assad siga considerando que los movimientos rebeldes son una simple banda de terroristas y extranjeros, y la oposición siga mostrando sus divisiones y objetivos contradictorios, la solución se alejará más del panorama político sirio, haciendo que la cuestión siria se torne en un auténtico callejón sin salida para todos quienes desde diversos ángulos geográficos e ideológicos, aspiran a condiciones elementales que amparen los derechos humanos de una población sometida al fuego cruzado más cruel e injusto de los tiempos actuales.
Miles de refugiados acceden al Líbano y Turquía, mientras el gobierno sirio se fractura por la renuncia de sus principales figuras. Entre tanto una enviada de las Naciones Unidas comprueba que la toma de Bab Amro en Homs fue una horripilante masacre, pues el pueblo está vacío y devastado, y se presume, por las evidencias encontradas, que el ejército sirio cometió atrocidades, torturas y ejecuciones extrajudiciales, tal como la historia registra en ciudades símbolo como Sarajevo durante la guerra de Yugoslavia, y Stalingrado durante la Segunda Guerra Mundial.
Se requiere inmediatamente un alto el fuego, el ingreso de ayuda humanitaria a la población civil, el establecimiento de una mesa de diálogo neutral y efectiva y la no injerencia extranjera, para empezar a desatar este enrevesado nudo que constituye todo un desafío a la civilización. Esperamos que los agentes internacionales concernidos en el asunto asuman su responsabilidad a la altura de lo que las circunstancias dolorosas de la realidad exigen a la humanidad.
Lima, 10 de marzo de 2012.
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