Ha aparecido en uno de los medios alemanes más importantes un curioso y singular poema escrito por el Premio Nobel Günter Grass, que lleva por título Lo que hay que decir y que trata sobre el contencioso bélico latente entre los Estados de Irán e Israel, los peligros que entraña para la paz mundial el cada vez más agresivo expansionismo hebreo y la protección cómplice que le brindan las potencias occidentales.
Nada más publicado el susodicho poema, la crítica ha arreciado contra el autor de El tambor de hojalata desde todos los sectores políticos alemanes, tanto de parte de los que ocupan el poder, como es la coalición conservadora que sostiene a Angela Merkel, como desde los que ejercen la oposición, especialmente el partido socialdemócrata, uno de los más modernos de Europa, pero que en esta ocasión ha terminado alineándose y cerrando filas con toda la clase política teutona.
Quienes acusan a Günter Grass de no haber aprendido nada de la historia alemana son los que precisamente pecan de lo mismo; pues qué demuestra ignorancia de aquella si no es el pretender convertir al Estado de Israel en un régimen de indudables tintes nazi-fascistas, sabiendo perfectamente que fue justamente el pueblo al que los alemanes victimizaron en el pasado.
Que el presidente iraní Ahmadineyad niegue el Holocausto, o que el régimen de los ayatolas tenga como objetivo central de su política exterior la desaparición de Israel, no justifica de ninguna manera trocar al Estado judío en un Tercer Reich del siglo XXI, máxime en circunstancias tan dramáticas para el pueblo palestino, que lucha desde hace más de sesenta años por el reconocimiento de su existencia como Estado, según lo acordado por una resolución de las propias Naciones Unidas.
Si bien el poema del escritor alemán no constituye el mejor de sus textos, la voluntad política que trasuntan sus versos no deja lugar a dudas; por cuanto se trata de una severa recusación contra la política nuclear del gobierno hebreo, aupado por el sentimiento de culpa de las naciones de occidente, como Estados Unidos y Alemania especialmente, que alientan tácitamente una respuesta bélica de Tel Aviv.
Alerta el autor de Pelando la cebolla -aun a riesgo de ser acusado de antisemita- sobre la amenaza que se cierne sobre el Medio Oriente y sobre la humanidad en general por la presencia de un país que posee el arma nuclear. Un país que, en las circunstancias actuales, se comporta de la forma más díscola y atrevida en la región, desconociendo las prevenciones que le alcanzan sus propios poderosos aliados y haciendo tabla rasa de los acuerdos suscritos en los foros internacionales que le impiden, por ejemplo, seguir construyendo en territorios ocupados, que es lo mismo que decir territorios palestinos.
Un ataque preventivo contra Irán sería demencial, según se desprende del poema de Grass y del sentido común, tanto por las repercusiones políticas que podrían desencadenar una Tercera Guerra, como por el mismo hecho de ser visto con simpatía por buena parte de los gobiernos de países occidentales que dicen llamarse democráticos y civilizados.
Por otro lado, a través de las redes sociales han circulado en días previos mensajes de ida y vuelta entre ciudadanos israelíes e iranios, expresándose mutuamente sus deseos de no intentar jamás atacarse. Los hombres y mujeres de a pie de ambos pueblos, jóvenes en su mayoría, son conscientes de lo suicida que significaría la decisión de sus gobernantes de emprender un ataque nuclear contra el otro, conociendo como todo el mundo el poderío militar de uno de ellos y recelando de lo que probablemente esconde el otro.
Harto de la hipocresía de occidente, Günter Grass llama a un control permanente por parte de una instancia internacional, tanto del potencial nuclear israelí como de las instalaciones nucleares iraníes, pues de esa manera se habrá roto el velo de silencio cómplice que sostienen hasta ahora las naciones abanderadas de la civilización en un gesto que las honraría verdaderamente.
Me aúno a las palabras del magnífico novelista alemán, para exigir a quienes detentan el poder mundial, se comporten a la altura de los tiempos, aun cuando sea por primera y única vez, pues el peligro al que nos enfrentamos es realmente colosal.
Lima, 7 de abril de 2012.
Yo leí en más de una oportunidad que el verdadero riesgo de una guerra nuclear residía en ese ámbito y no en las bravuconadas entre los bloques más importantes del mundo.
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