sábado, 16 de junio de 2012

El profesor Nué


     No siempre nos es dado encontrar en este mundo a seres dotados de ciertas cualidades que los hacen singulares y únicos; la mayoría de quienes conocemos se desenvuelven dentro de cauces ciertamente previsibles o poseen características comunes que no los destacan del resto y que los hacen pasar por la vida con ese aire fantasmal que caracteriza a quien transita casi inadvertidamente.
     Conozco desde hace dieciocho años a uno de estos seres excepcionales en muchos sentidos; quizá no porque posea la inteligencia más preclara, pues muchos de sus colegas disfrutan igualmente de esa cualidad,  o porque sus conocimientos rebasen ampliamente el de muchos de su entorno, pero esa inteligencia y esa sabiduría se logran armonizar en su caso de un modo extraordinario.
     Es el profesor más carismático del colegio donde enseña; cada vez que ingresa a un aula, los alumnos prorrumpen en aplausos y vítores de alegría totalmente espontáneos. Es que sus clases del área que domina, las tan temidas y distantes matemáticas, él tiene la virtud de convertirlas en maravillosos pretextos para un diálogo amical y fraterno con los jóvenes que lo escuchan, donde a la par que van recibiendo sus lecciones específicas de los temas de esa ciencia, van escuchando una disertación simultánea de experiencias personales y de reflexiones muy sesudas sobre los variados aspectos de la existencia humana.
     Su parsimonia y dedicación le han granjeado el cariño y la admiración de sus pupilos, así como de todos quienes tienen la suerte de trabajar a su lado. Es servicial en grado sumo, siempre atento a las necesidades y aprietos de los otros y presto a acudir en su ayuda. Sus inflexiones de profeta laico, dirigiéndose a un ávido público, compuesto por alumnos y profesores, transmiten toda esa calidez humana que sus palabras encarnan de manera indubitable.
     Quién no ha oído de sus labios un consejo inteligente en sus horas más cruciales, o una palabra amiga para calmar alguna angustia, o una reflexión lúcida para paliar antiguas penas humanas, demasiado humanas. Quién no ha comparecido ante el altar de su generosidad para escuchar de su voz balsámica un lenitivo para los dolores de esta vida, para los sufrimientos y las desventuras que nos asaltan a cada paso por este valle de lágrimas.
     Hombre curtido en los avatares de este mundo, ha sabido afrontar, con la fortaleza y el temple de los estoicos, los rigores que a muchos abatirían inexorablemente. De esta su vasta experiencia y sabiduría en las lides de la condición humana, sabe sacar el diamante precioso de una filosofía escanciada en las vivencias y el entendimiento de nuestra presencia en el reino de este mundo.
     Su bonhomía y don de gentes le han permitido también hacer frente a todas aquellas circunstancias adversas en que algo o alguien quisieron cebarse en su extraño carácter hecho de firmeza y ternura, de convicciones profundas y de una fina sensibilidad.
     No es raro verlo en las horas libres de su magisterio formal, impartiendo lecciones de vida a todo quien lo necesite, como si fuera el agua fresca que todo sediento busca afanosamente. Se da tiempo para todos, a pesar de las múltiples cargas personales que debe sobrellevar y que han minado su salud en los últimos tiempos de forma preocupante. Pero como buen guerrero de las batallas de la vida, asume la lucha como una condición existencial ineludible, sabiendo que, como decía el poeta, la vida se paga viviendo.
     Su acendrado cristianismo lo asemeja a esos legendarios pastores de los tiempos bíblicos, derramando sus enseñanzas por los lugares más inusitados, a un ministro de Dios sin templo ni parroquia, pues le basta el lugar más sencillo y humilde para su prédica bienhechora.
     No conozco figura de padre más ejemplar, por eso en estas fechas en que se recuerda y celebra la imagen de aquel que también da la vida, he querido simbolizar en el caso concreto del profesor Nué este homenaje a la persona que, conjuntamente con la madre, es vital para el crecimiento y la sana evolución del ser humano. Pues aun quienes no son sus hijos en el sentido más estricto, sin embargo han sido tocados muchísimas veces por su cóncavo afecto paternal.

Lima, 16 de junio de 2012.

1 comentario:

  1. Walter:
    Es toda una fortuna contar con la presencia cercana de tan insigne persona.
    Hay personas de un carisma extraordinario, que a través del tiempo lo han perfeccionado al grado sumo de ser poco menos que un imprescindible punto de referencia.
    Para que haya perdurado tal conducta, deberemos pensar que se trata de un don, que se perfeccionó con la práctica, que es sincero y que no busca recompensas, más allá de ver la felicidad entre quienes lo rodean.
    Una entrada motivadora.
    Saludos.

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