domingo, 15 de julio de 2012

El ogro filantrópico


     Todo hace presumir que el paquidérmico Partido Revolucionario Institucional (PRI), que ya estuvo en el poder por el larguísimo periodo de 71 años, vuelve a tomar las riendas oficiales del estado mexicano, de la mano de su joven candidato Enrique Peña Nieto, mezcla de bon vivant y de yuppie latinoamericano, en un país sumido en el clima de violencia más feroz de los últimos tiempos.
     Las elecciones del domingo 1 de julio le han franqueado formalmente las puertas del Palacio de los Pinos, la sede del gobierno federal, en un triunfo que aún está envuelto en medio de una espesa niebla de acusaciones y denuncias, de lo que aparentemente se trataría del mayor fraude en la historia de los comicios electorales del país de Benito Juárez y Sor Juana Inés de la Cruz, de Agustín Lara y Diego Rivera, de Octavio Paz y Silvestre Revueltas.
     El candidato perdedor, el ya legendario Andrés Manuel López Obrador, más conocido simplemente como AMLO, ha decidido esperar los resultados oficiales, pero también está dispuesto a recurrir a todas las instancias jurisdiccionales para impedir que una vez más un hecho a todas luces ilícito y tramposo termine en calidad de hecho consumado.
     Según todas las denuncias que obran en poder del Instituto Federal Electoral (IFE), se habría comprado alrededor de 5 millones de votos, así como orquestado una perfecta maquinaria de propaganda e inducción al voto bajo presión, con la anuencia en algunos casos y la abierta complicidad en otros de muchas autoridades políticas que sobreviven del largo reinado priísta y de los medios de comunicación al servicio del sistema.
     El asunto es grave, tal vez en un grado mayor al que se presentó en las pasadas elecciones del año 2006, cuando el actual presidente y líder del centrista Partido de Avanzada Nacional (PAN), Felipe Calderón, obtuvo la victoria por una ínfima diferencia de sufragios, y en medio también de serios cuestionamientos de los partidos de la oposición, especialmente de aquellas que planteó AMLO, candidato derrotado, y su Partido de la Revolución Democrática (PRD), pero que nunca fueron evaluadas justa y adecuadamente y terminó imponiéndose al candidato del PAN como flamante presidente.
     Hay quienes han señalado con cierta mala fe y algo de ironía que AMLO es en realidad un mal perdedor, como lo ha afirmado sin tapujos, en reciente editorial, un prestigioso diario español. La verdad es que no sé cómo alguien puede allanarse a aceptar un resultado de lo que sea, cuando las evidencias arrojan sobre el mismo dudosas sombras, por decir lo menos. Nadie con un mínimo sentido de la ética y de la justicia, puede resignarse a que el embauque y la mentira, la estafa y el robo se instalen como conductas cívicas normales en cualquier país civilizado.
     Estamos pues ante la inminente vuelta del ogro filantrópico, como calificara Octavio Paz al poder en manos del PRI, con su negra secuela de corruptela y clientelaje, de arribismo y cerrada partidocracia. Pues a pesar de que todos sus miembros, empezando por el mismo Peña Nieto, han prometido que el nuevo régimen no será una vuelta al pasado, y que el casi centenario partido de la Revolución Mexicana se ha modernizado a la altura de los nuevos tiempos, existe el fundado temor en buena parte de la sociedad mexicana de que las viejas prácticas institucionales vuelvan a regir en el país.
     México vive probablemente su hora más crucial, cercado por la guerra del narco y con una carga ominosa de 50 000 muertos,  producto de ese absurdo y fratricida derramamiento de sangre que ha llevado al gobierno de Felipe Calderón a la derrota más estrepitosa. Ante ello, la propuesta de legalizar el comercio de la droga, lanzada por un grupo de voces lúcidas del continente, se abre paso a contrapelo de las medrosas posturas de algunos y del escándalo fingido de otros. Lo demuestra el reciente caso del Uruguay, cuyo gobierno acaba de aprobar un proyecto de ley en ese sentido.
     Es, por tanto, el momento de las definiciones. México tiene que salir de este atolladero político y social con inteligencia y firmeza, honestamente y libre de prejuicios, virtudes que han caracterizado a sus hijos más preclaros. Resolver con justicia un caso de flagrante delito y enfrentar un problema de enormes dimensiones; esa es la tarea pendiente en el corto y mediano plazo.

Lima, 15 de julio de 2012.   

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